C2: ¡Malditos humanos!

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Unos grandes brazos me acariciaban en un dulce abrazo, ¿qué era aquel olor tan delicioso? No lo sé. Solamente quiero seguir en esos brazos tan fuertes y cálidos.

Comencé a abrir mis ojos uno por uno. Pude ver a un humano abrazando mi pequeño cuerpo. Era él, este humano era el de los brazos fuertes y cálidos.

Su cabello era un poco rebelde y esponjoso, no podía ver el color de sus ojos ya que los tenía cerrados, pequeñas marcas bajo sus ojos, además de tener los ojos muy hinchados. Parece que había llorado hasta quedarse dormido.

Algo en él me hacía sentir bien, aunque los humanos eran mi enemigo natural, él era diferente.

Recuerdo que mis amigos me habían dicho que los humanos de este tiempo son menos agresivos, haciendo que mis amigos dejarán todo atrás y fueran con sus ahora dueños.

Nunca los entendí, ¿Acaso habían olvidado todo lo que nos hicieron pasar?

No lo podía creer.

Dejando todo atrás por un simple humano. Olvidando a su familia y el terror que los humanos habían creado en nosotros. ¿Era así mi destino? ¿Terminar como ellos? No lo aceptaré.

Me intenté mover un poco pero aquellos brazos me sostenían con fuerza. Por eso es que tanto temía de ellos. Su fuerza era mayor a la de nosotros.

Comencé a desesperarme y como último recurso, lo rasguñe.

-¡Ah!- Logré escuchar un gemido de dolor. ¡Ja! Toma eso, humano cabeza rara.

Los enormes ojos del humano comenzaron a abrirse poco a poco. Era mi fin.

Sus ojos color avellana son bonitos. ¡Pero aún así no me dejaré! No estoy tan estúpido como para ser manipulado por ese monstruo pelos de piña rosa.

-Ya despertaste, gatito.-

Oh.. su voz es muy linda. Pero igual, ¡no soy estúpido!

-¿Tienes hambre? Ven, te daré algo de comida.-

¿Comida? Es cierto. Tengo hambre, pero, ¿Cómo él sabía eso? Seguro tiene poderes psíquicos o algo vudú, yo que sé.

Aquel chico me cargó como si fuera de su propiedad. ¿Qué se cree? No es un dios o algo así. Los humanos no deberían tener la oportunidad de tocar con sus sucias manos a un animal espiritual.

De mala gana acepté su comida. Pero, ¿Y si su comida tenía veneno? Moriré en un par de minutos. ¡Que estúpido soy!

Da igual, si voy a morir lo disfrutaré hasta el final.

-Parece que si tenías hambre, pequeño.- Me acarició lentamente y algo en mi se sintió diferente, seguro eran náuseas por sentir su tacto en mi hermoso pelaje.

Traté de gruñirle pero él seguía insistiendo. Que humano tan raro.

-Estás muy sucio. Seguro y quieres un baño, ¿Verdad?- Seguía acariciando mi pelaje. Ugh, que horror.

-Te nombraré...¡Kimoto!- ¡No! ¡Que nombre tan asqueroso!

-¿No te gusta?- ¡Obvio no! Si tan solo pudiera arrancarle la lengua.

-Uh... Entonces.. te llamaras Gumi.- ¿Gumi? Bueno, es soportable. Continué comiendo hasta el final.

De un momento a otro ya me encontraba en el baño de este maniático. ¡Por todos los dioses! ¡Odio el agua!

-Perdon, Gumi..-

¡NOOOO!

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