She Is Mine (Rosalie Hale)

↬𝑩𝑨𝑪𝑲 𝑻𝑶 𝑭𝑶𝑹𝑲𝑺↫

Los primeros rayos dorados del amanecer danzaron en la piel de Sophia como besos suaves y tímidos, dejando una huella de asombro en su rostro. En ese instante, el despertador irrumpió en la serenidad de la mañana como un intruso incómodo, pero Sophia, ágil como una bailarina al ritmo del tiempo, lo silenció con destreza. Sus ojos se abrieron por completo y recordó la importancia de ese día tanto para ella como para su hermana, Bella.

Ambas tenían un viaje programado a Seattle, donde se encontrarían con su padre, Charlie, antes de dirigirse a Forks, el entrañable pueblo en el que habían nacido y crecido durante sus primeros años de vida. Aunque Sophia tenía pocos recuerdos de Forks, los que tenía eran tesoros llenos de alegría, paz y amor.

Recordaba los momentos en los que su padre la llevaba a la reserva para jugar con sus amigos y las tardes en las que acababa cubierta de barro, mientras él la regañaba pero luego se unía a su risa. Esos recuerdos seguían vivos en su mente desde que tuvo que dejar su hogar debido a Renée, su desafiante madre, cuyo nombre parecía ser invocado con solo un pensamiento o susurro.

Los pasos impacientes de su madre resonaron en el pasillo, seguidos por el estruendo de la puerta al ser golpeada con rudeza. "Sophia, ábreme y date prisa", instó Renée con urgencia. Evaluando su tono impaciente, Sophia suspiró profundamente frustrada y se escondió entre las sábanas, con la esperanza de que Renée se marchara y la dejara en paz, aunque solo fuera por un momento. Pero parecía que Renée no se iría hasta obtener lo que quería. "¡He dicho que abras! ¿Acaso estás sorda?", exclamó Renée con impaciencia, golpeando la puerta con más fuerza.

Sophia rodó los ojos con un matiz de enfado y se levantó de la cama para descorrer el cerrojo y abrir la puerta. Al encontrarse con Renée, respondió con un tono de contundencia y una pizca de rencor: "Se dice 'buenos días', Renée". Sin embargo, sus palabras se esfumaron en el aire, como recuerdos olvidados en las marismas del tiempo.

Renée hizo caso omiso del comentario e irrumpió en la habitación en busca de un peine. Sophia se quedó parada en el marco de la puerta, con los brazos cruzados, observando cómo Renée revolvía la habitación. Después de unos segundos, Renée pareció encontrar lo que buscaba, y Sophia, fastidiada por su presencia, rodó los ojos.

Renée se acercó a Sophia con un tono serio pero cargado de hostilidad y dijo: "Despierta a tu hermana y apúrense, o llegaremos tarde al aeropuerto". Sophia asintió levemente, mostrando una sonrisa apenas perceptible en sus labios, y respondió con severidad: "No te preocupes, no habrá retraso". Renée, por su parte, solo pudo rodar los ojos en respuesta.

"Les recuerdo que Phil canceló todos sus trabajos para estar con ustedes dos este día y despedirse", añadió Renée antes de abandonar la habitación de Sophia, dejándola con un amargo sabor en la boca. Sophia observó cómo su madre se alejaba, dejando tras de sí un rastro de indiferencia.

Agradecía en silencio que el día en el que finalmente podrían reunirse con su padre, Charlie, hubiera llegado. Para Sophia, él era como un faro en medio de las tormentas que habían sacudido su relación con Renée. La convivencia con su madre había sido un viaje tumultuoso y, en ocasiones, un eclipse que oscurecía la luz de su existencia. Sophia se había convertido en la protectora de su hermana menor, Bella, asumiendo el papel de madre con gracia y fortaleza.

Durante años, había sido su guardiana, confidente y había tejido un lazo inquebrantable con el único apoyo constante en su vida: su padre. A pesar de que la distancia los separaba, Charlie siempre estaba presente en sus vidas, como un faro que iluminaba su camino en medio de las tormentas de responsabilidades. Cada visita de su padre era como una joya preciada, un tesoro resplandeciente en medio de un océano de deberes. Ignorando la falta de empatía de su madre, Sophia suspiró y salió de su habitación, dejándola atrás como un capítulo enterrado en el olvido.