Capítulo 13

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Jules despertó, sorprendido al notar que apenas iba a amanecer. Estando en una cama tan cómoda y con su esposa en los brazos, tras las emociones del día anterior, había pensado que dormiría más tiempo. Pero no, la costumbre era fuerte, así que, se quedó unos minutos quieto, mirando a su Belle mientras soñaba y dormía profundamente.

Tratando de no despertarla, se levantó, dispuesto a ir a las cocinas por una infusión que la mujer que ayer atendió a Belle había recomendado para que sanara más rápido. Podría llamar, pero prefería no molestar a nadie innecesariamente, más aún cuando él se creía capaz de prepararla.

Se colocó una capa y tomó la daga que había pertenecido a algún soldado de Nox, y que había tenido la precaución de tomarla cuando habían huido. Todavía la conservaba, aunque dudaba que fuera necesario tenerla a la mano en aquella residencia, prefería no confiarse.

Aquellos eran sus pensamientos cuando en un recodo se topó de frente con Angeline, quien parecía ir también en la misma dirección que él.

–Lord Saint-Clair, buenos días –saludó, haciendo una reverencia.

–Lady Girard, buenos días –contestó, correspondiendo el gesto.

–¿Se dirigía a las cocinas? ¿Puedo pedir que le ayuden en algo? –inquirió Angeline.

–Efectivamente. Y no necesito ayuda, creo que puedo hacer el trayecto por mi cuenta, milady –Jules respondió.

–No dudo que pueda hacerlo, pero dado que me dirijo al mismo lugar, ¿le importaría la compañía? –soltó, con una pequeña sonrisa.

–Sería un honor –Jules le dio paso, para que lo precediera, aunque debió ofrecerle el brazo y lo sabía. Hubiera sido lo más cortés–. Su familia es mi anfitriona y estoy agradecido por el favor que me han hecho a mí y a mi esposa.

–Sí, mi padre nos puso al tanto –respondió Angeline. Se quedó quieta y luego giró hacia él–. Jules, yo... –susurró y alargó la mano hacia él. Algo en la expresión de Jules debió ser elocuente, pues pareció pensarlo mejor, carraspeó y dejó caer su mano al costado– estoy contenta de que esté a salvo, milord y de que haya podido volver... usted y su esposa –añadió.

–Gracias, lady Girard, sé que sus buenos deseos son sinceros –Jules se puso a su altura y, finalmente, le ofreció el brazo para lo que quedaba del trayecto. Ella apoyó la mano en su brazo levemente– espero que usted y su esposo se encuentren gozando de buena salud.

–Sí, gracias por preocuparse, milord –respondió y siguieron caminando– ¿cuándo volverá al Castillo?

–En cuanto lady Saint-Clair esté lo suficientemente repuesta como para viajar sin ningún peligro.

Ella trastabilló ante sus palabras, pero se recuperó rápidamente y le dirigió una sonrisa. Habían alcanzado las cocinas.

–Estoy segura de que se recuperará pronto, completamente –tomó una jarra de agua que estaba cercana y, antes de salir, hizo una reverencia–. Ha sido un honor contar con su compañía, lord Saint-Clair.

–Lady Girard –correspondió Jules, con solemnidad. Y, aunque por un momento pareció que Angeline quería añadir algo más, no lo hizo y se marchó.

Jules localizó lo que necesitaba rápidamente. Preparó la infusión y regresó sobre sus pasos, esperando encontrar a su esposa aún dormida, pues el frío de la mañana había hecho que deseara volver al lecho que compartían y acurrucarse contra ella.

Al entrar a la habitación, encontró que su esposa todavía estaba recostada, pero en algún punto había despertado.

–Belle, buenos días –Jules sonrió y se acercó, entregándole el recipiente–. Bebe, me dijeron que te haría bien –explicó mientras ella hacía lo que le había pedido–; además, he pedido que nos suban una bandeja para desayunar en cuanto sea posible. ¿Tienes hambre?

Un día (Drummond #2.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora