Capítulo 15

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Jules había acompañado a su esposa hasta sus aposentos, con Antoine aun en brazos. Su pequeño hijo había crecido, pero todavía disfrutaba de ser llevado y de jugar con él. Así que, mientras Cibel tomaba un baño en la estancia de junto, Jules continuó entreteniendo a su hijo, incrédulo aún de estar de vuelta en su hogar.

Finalmente.

–He terminado –exclamó Cibel regresando con ellos y alargando sus brazos hacia Antoine– ahora lo cuidaré yo, mientras tú vas a cambiarte –señaló.

–¿Te importaría si me aseo brevemente aquí? –inquirió Jules, señalando con la cabeza a la estancia contigua–. Todavía no quiero marcharme –añadió.

Cibel lo miró con diversión brillando en sus ojos ante su tono. Sonrió.

–Puedes hacer lo que desees, milord, es tu castillo y eres el regente.

–Dioses, soy un regente, no un tirano –habló Jules mientras se dirigía a la puerta– además, es nuestro castillo, nuestro hogar.

–Sí que lo es –musitó Cibel, acariciando la cabeza de Antoine–. Ve, te esperamos.

Jules no se tardó demasiado, pero, cuando volvió a la habitación, se encontró con que su esposa se había quedado dormida, con Antoine acurrucado a su lado, también dormido. Suspiró.

Podría acompañarlos... pero, quizá sería mejor si aprovechaba esos minutos para ir hasta su habitación y cambiarse de ropa. Además, quería hacer arreglos para que su esposa compartiera su habitación lo más pronto posible. No quería separarse de Cibel, menos aún tenerla al otro extremo del ala del castillo.

Entró a su habitación, que ahora se le antojaba extraña, poco familiar. Sacudió la cabeza, se despojó de la ropa que había usado durante el viaje y se sumergió en la tina que estaba llena con agua tibia aún.

Tras tomar un baño y cambiarse, escuchó un toque en su puerta. Sonrió, sabiendo, aun sin verla, de quién se trataba.

–Sol –soltó, abriendo la puerta– sabía que vendrías.

–Espero no interrumpir... –Soleil lo miraba, esforzándose por contener sus lágrimas–. Dioses, prometí que ya no lloraría...

–Hermanita... –Jules la abrazó con fuerza– siento haber tardado.

–Lo importante es que llegaste –dijo, contra su pecho–. Temí tanto... gracias por haber regresado.

–¿Cómo iba a no hacerlo? Todavía me necesitan. Antoine, tú, Artem... ¿cierto?

–¿Lo dudas? –Soleil se separó, limpiando sus mejillas–. Nada está bien sin ti.

–Supongo que no... aunque veo que, a pesar de todo, tú estás... bien –decía Jules mientras entraba a la habitación con su hermana. Se sentaron junto a la chimenea–. Verte junto a Robin Drummond me ha tranquilizado, aunque no dudaba de él y su honor, no tenía claro si tú... de hecho, temí que sucediera todo lo contrario.

–¿A qué te refieres?

–A que siguieras siendo infeliz –Jules suspiró– no sabía si sus sentimientos serían suficiente para que pudieran encontrar la felicidad juntos.

–¿Sabías que Robin estaba enamorado de mí? –Soleil inquirió, sorprendida–. ¿Cuándo lo supiste? ¿Por qué no me dijiste nada?

–No tenía certeza sobre qué exactamente sentía por ti. Pero luego de hablar con Heath, en la Corte, estuve prácticamente seguro de que, lo que fuera, era muy fuerte. Y estarías bien.

–Ah, así que pensaste "ahora que mi hermana está bien, ¿por qué no me pierdo un tiempo junto a mi esposa?" –soltó Soleil, intentando bromear–. En serio, me cuesta creer que estás aquí...

Un día (Drummond #2.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora