6.

195 50 8
                                    

Harry es bastante obsesivo con lo que lo apasiona.

Y una de las cosas que más le apasionan es el quiddich.

Es entregado, dedica casi todo su tiempo libre a su equipo, a entrenar, discutir estrategias. Siempre dispuesto a hacer todo lo posible por ganar. Siempre seguro de sí mismo, con un instinto inigualable y una habilidad increíble para crear tácticas al momento.

Es fin de semana, pasadas las cinco de la tarde. Una hora atrás se había llevado acabo un partido entre Gryffindor y Ravenclaw, ambos equipos habían estado a la cabeza hasta ahora que los leones ganaron.

Pero si ganaron, ¿por qué Harry se encuentra de tan mal humor? Si atrapo la snitch y se quebró la muñeca al ser derribado por los fuertes vientos, ¿por qué siente que no dio lo suficiente?

Pudo hacerlo mejor. Pudo sujetarse o tomar la escurridiza bola dorada de forma diferente. Pudo ser más listo. Un mejor estratega.

¿Cómo se supone que le tomen en serio si parece que siempre gana por suerte y no por un verdadero talento o dedicación?

—Es una idiotez —un chico a su lado dice. Haciendo que deje de lamentarse ahí, escondido en la biblioteca.

Harry sabe de quien se trata, pero no sabe que se supone que hace ahí con él. Es ridículo.

Había visto su rostro cuando salió del lugar. Parecía burlarse de él, de su lesión, incluso sonreía cuando uno de sus colegas repetía aquella frase que tanto solía escuchar "suerte Potter, sin ella estaría en la banca"

¿No entrenaba a diario desde los 6 años? ¿No había demostrado que era realmente bueno? ¿No era elogiado por profesionales?

—Déjame en paz —musita dejando caer nuevamente su cabeza contra la mesa.

El sonido del impacto hace que el contrario haga una mueca.

—Y eres patético.

—Lo se.

—Uhm, diez puntos de Gryffindor —dice ahora, intentando obtener alguna reacción.

—Bien.

Riddle frunce el entrecejo, molesto con su actitud—. Dime que tienes.

Harry no responde y el contrario tiene suficiente de eso.

—Levanta la cara y mírame —golpea su cabeza.

—Por Merlín, ¿es que tienes que estar siempre sobre mi? Ve a otro lado, shhh, shhh.

Cuando Harry se molesta junta sus labios de una forma que no debería resultar adorable, el chico usualmente aterrorizaba a los estudiantes cuando estaba molesto, pero no a Riddle.

—No soy un perro —se queja ante el sonido y movimiento de sus manos—. Huiste de tus padres, y de tus amigos. Todos te están buscando.

—No me importa. Mis padres probablemente estén con Remus, y mis amigos pueden arreglárselas sin mi.

—¿Por qué estás tan... así? Ganaste, siempre ganas, ¿por qué parece que acabas de perder la oportunidad de tu vida?

—Que te importa.

Y como la persona paciente que es, Riddle le apunta con su varita, mandándole un hechizo punzante que hace que el contrario se sobresalte.

—¡Hey!

—Jugaste bien, deja de lamentarte —le dice, sonando molesto de una forma diferente a cómo comúnmente suena.

—Se que lo hice bien —sin embargo pudo hacerlo mejor.

En realidad, ellos nunca tenían conversaciones de ese tipo. Ni de ningún otro. Usualmente solo se dirigían comentarios despectivos y sarcásticos, o respuestas cortas si se trataba de ser cordiales. Así que es extraño este nuevo trato. Este donde le alienta a que se sienta mejor, o lo que se supone que haga.

—Sin ti, Gryffindor no ganaría ni la mitad de juegos que gana. Y si estuvieras en otra casa les darías la victoria asegurada —dice, serio y con una mirada molesta—. Eres mejor que todo el resto de chicos, incluso que los supuestos profesionales, te esmeras por esto. ¿Por qué no puedes aceptar que ganaste y ya? Lo hiciste tan bien como siempre. Te arriesgaste, no siempre puedes seguir un plan. Eso está bien, ahora deja de ser este chico patético que anda lloriqueando y ve a festejar.

Harry parpadea. Lentamente. Como si no pudiera reconocer al chico que se encuentra frente a él, como si no pudiera entender que le ha incitado a decir eso y menos porque funciona para hacerle sentir mejor.

A Riddle no le interesa el quiddich, la mayoría de las veces se salta los juegos y cuando va pone mínima atención. Siempre dice que dedicarse a ese deporte era perder todo el potencial que un mago podía tener, que subirte a una escoba y jugar por el resto de tu vida era el camino fácil.

El mismo ha pensado eso con anterioridad, se ha preguntado si está perdiendo el tiempo.

Pero aún si el ojiazul piensa todo eso está ahí, animándole para que se sienta mejor se alguna manera. Y no lo entiende.

No entiende como puede importarle tanto.

—¿Qué tienes? —le dice, pareciendo confundido ante algo de lo que Harry no está seguro.

—¿Eh?

—¿Por qué me miras así? —pregunta, pareciendo molesto. Pero molesto confundido, como si el que Harry le mirara fuera algo que no quisiera.

Es confuso.

—No entiendo —dice, sinceramente no entiende nada de lo que está pasando. Y no le gusta.

Suspirando se levanta de la silla donde había estado desde que salió de enfermería.
Sacudiendo innecesariamente sus pantalones cortos.

Riddle se levanta segundos después. Es más alto que el, y tiene una complexión que le hace lucir más grande, probablemente solo porque Harry tiene ese tipo de físico definido pero sin grandes músculos.

—Gracias.

—No, si me agradeces suena a que somos amigos, y no lo somos.

—Da igual. Si eres medianamente agradable debo agradecerte —responde, no molestándose por el comentario, si de algo estaba seguro era que Riddle y él nunca serían amigos.

Es cuando ambos están en la puerta de la biblioteca que el ojiazul vuelve a hablar.

—Ve con tus padres, James estaba preocupado cuando desapareciste. Le prometí que te encontraría.

Y Harry entiende ahora que ha pasado. Porque si había algo/alguien que podía hacer que Riddle fuera agradable con él y no mostrara su claro odio, era su padre.

Debió imaginarlo.

No dice nada mientras se aleja, dejando atrás al slytherin.

Hated. Where stories live. Discover now