I. Jugando a las escondidas

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A la mañana siguiente, un ruido despierta a Ben. El chico se levanta con los ojos entrecerrados. Encuentra sus lentes a tientas en la mesa de noche. Voltea hacia la derecha y ve que Taylor no está en su cama. Se levanta, camina hacia la puerta y en eso, lo encuentra de rodillas frente al armario empotrado.

-Qué haces? -pregunta el de cabello marrón.

-Buscar un traje de baño, o un bóxer por último -responde Taylor sin parar de hurgar entre sus cosas-. No puede ser que no haya traído ninguno.

-Por qué no vas con el que tenías puesto ayer? -propone Ben, aún con sueño.

-Porque se escandalizarían. No sé si te diste cuenta, pero esa no es ropa que usaría normalmente un chico. En general, nadie lo usaría en público -explica Taylor-. Además, no puedo entrar así al agua. Estarán todos allí. Aghh! Por qué no revisé mi equipaje antes de salir de casa?!

-Tranquilo -dice Ben, ahora más despierto-. Y si te presto uno mío?

-Uggh, no! No, digo, gracias, pero creo que me quedaría ancho.

-Ya.

Ben se pone a pensar en otras alternativas cuando de pronto escuchan a la mamá de Taylor avisar que saldrán en diez minutos. Resignado, el de cabello celeste se pone un buzo rojo con el que hace deporte y bajan juntos al primer piso.

Una vez en el lago y luego de pescar durante una hora con poco éxito deciden entrar al agua. Taylor se queda en la orilla.

-Por qué no entras, Taylor? -pregunta su padre-. A ti te encanta nadar.

-Hoy no, pa. El agua está muy fría -responde su hijo, que no pensó en una mejor excusa.

-Vamos Taylor -dice su madre desde atrás-. Sabes que con el tiempo se tempera. Quítate el polo antes de entrar. No tienes otra cosa que ponerte.

-No te avengüences, cariño. Estás entre familia -agrega la madre de Ben.

-No es eso, tía Elizabeth -así le llama Taylor de cariño-. Es que yo…

De pronto, alguien lo empuja desde atrás y cae al agua. Intenta sacar la cabeza del agua. Escucha que alguien se zambulle detrás de él y este le ayuda.

-BEN! -regaña la señora Elizabeth mientras los demás se lo toman con humor -. QUÉ HACES?

-Taylor dudaba si entrar y quise ayudarlo -se excusa Ben, pero eso no lo salva de la reprimenda de su madre.

-Estoy bien, tía -dice Taylor-. Estoy bien -se limpia los ojos con las manos.

Cuando recobra la visión, cruza mirada con Ben y este le guiña el ojo. Taylor se da cuenta de lo que hizo y asiente como agradecimiento. El resto del día transcurre sin incidentes.

Al día siguiente, ambos jóvenes son despertados por sus hermanos pequeños para jugar a las escondidas mientras los adultos preparan las cosas para hacer una parrillada. Deciden que primero le toca buscar a Danny, el hermano menor de Taylor.

Cuando se pone a contar mirando hacia una columna de la casa, Ben hace el amague de bajar al sótano para luego subir de puntillas al segundo piso. Con cuidado, entra a su habitación y se dirige hasta el armario.

-Oh -dice al encontrarse a Taylor escondido ahí.

-Muy tarde, Ben. Busca otro lugar. Llegué primero -comenta el de ojos celestes.

-No soy bueno pensando en escondites -responde Ben. Escuchan que el hermanito de Taylor termina de contar-. Hazme espacio.

-No. Ya está apretado aquí sin ti -replica Taylor en vano, pues el de cabello marrón entra en el armario, haciéndose espacio detrás de él-. Ahora está incluso más apretado -se queja Taylor cuando se ve atrapado entre Ben y las maletas que tiene delante.

Mi vecino TaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora