Enredaderas [ Tú x Diluc / Tú x Kaeya ]

Viento y Fuego - parte 2

Capítulo dedicado a Kaomi-san
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XXI
Viento y Fuego
parte 2

Xiao, en silencio, se preparó para pelear. Había lidiado con Fatui en otras ocasiones, y era más que consciente de que las probabilidades de extraer información de ellos era bajísima. Especialmente cuando se trataba de personas como las que tenía en frente, ya que, aunque desconociera su identidad, tan solo su presencia y la naturaleza de la mujer le indicaban que estaban lejos de ser dos personas comunes y corrientes. Sin mencionar lo que escuchó de su conversación, por supuesto.

Y, a juzgar por cómo el hombre de cabello anaranjado había sacado su arco tan pronto como el Yaksha se plantó en frente ellos, estaba clarísimo que hablar no se encontraba entre sus planes. O eso creyó el ser cuya apariencia se asimilaba a un humano joven.

La desconocida levantó un brazo, frente a su compañero, para detenerlo. Este gruñó por lo bajo, mirándola con desprecio. Xiao alzó una ceja, interesado. Parecía que no se llevaban precisamente bien.

—¿Se le ofrece algo?—alzó la voz ella, frunciendo el ceño. Signora, a diferencia de Tartaglia, prefería las palabras a la lucha innecesaria.

Xiao, simplemente, no contestó. No había razón para que lo hiciera, después de todo. No tenía interés alguno en relacionarse con ellos. Eran una clara amenaza, y lo que fuese que estuvieran haciendo ahí, no podía ser bueno. Eso le bastaba para decidir deshacerse de ellos. Sus ojos, reflejando la luz de la luna e devolviéndola en tintes dorados, se detuvieron ella. No bajó la guardia, ni el arma.

—Creo que a nuestro amigo no le apetece charlar, ¿no te parece?—escupió el Onceavo, deseoso de pasar a la acción.
—Cállate—contestó ella, sin bajar la extremidad, y con voz arrogante—. Preferiría no enfrentarme con el último Yaksha esta noche, si es posible. ¿Qué dices si cada uno sigue su camino, sin neterse en los asuntos del otro?—esto último, dirigido a Xiao, lo acompañó con una sonrisa terriblemente falsa, pero llena de cortesía.

Tartaglia alzó la comisura de la boca ante las palabras de ella, refiriéndose a su aparente enemigo como el famoso Adeptus que protegía esa zona de Liyue. El azul de sus ojos, usualmente muerto, adquirió el brillo de la adrenalina previa a la batalla. Un oponente que valiera la pena, justo lo que buscaba desde hacía meses. Al fin y al cabo, a pesar de la expresión casi falta de emoción en el rostro del ser, la posición de su cuerpo dejaba clarísimo que la paz no era una opción.

Sin embargo, antes de que pudiese lanzarse al ataque, la temperatura empezó a bajar. El frío provenía de La Dama, y ella, sin considerar los deseos ni opinión del Onceavo de los Fatui, le lanzó una mirada que solo podía significar una cosa: yo me encargo. El rostro del hombre se contrajo en una expresión entre la sorpresa y la rabia. ¿En serio, Signora? ¿De verdad le iba a quitar eso? Lo peor, es que tenía razón. Si Tartaglia se enfrentaba al Yaksha, seguro no saldría nada bien. Y ella, en términos tanto de jerarquía como de fuerza, estaba por sobre él.

Gruñendo, guardó el arco, al mismo tiempo en el que la mujer levantó la mano, haciendo uso de su falsa Visión Cryo. Del suelo nacieron un montón de estalagmitas, bajo los pies del Adeptus, y la hierba se congeló. Sin embargo, él fue más rápido, saltando en el aire sin mucho esfuerzo. Esto le dio a Tartaglia los segundos que necesitaba para huir, mientras maldecía por lo bajo. Los ojos de Xiao le siguieron, e instintivamente lanzó una ráfaga de viento en su dirección, con tal presión que logró herir al Heraldo en uno de sus brazos y en la mejilla derecha. De no haber esquivado, el pelirro podría haber perdido la extremidad.

Tartaglia masculló un insulto. No hacia Xiao, sino dirigido a Signora, quien le había quitado la oportunidad de sentirse vivo. Y es que, desde hacía años, el dolor y sus roces constantes con la muerte eran de las únicas cosas que lograban devolver el brillo a sus ojos.