epílogo

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Mi padre no se lo tomó bien.

Lo cierto es que incluso si Max fuese una chica, la idea no le habría agradado. Me dijo que, teniendo a Anelyse tan cerca de mí, era imposible que tomara tan malas decisiones y amenazó con dejar de pagar mi colegiatura de la universidad.

Le respondí que podía imaginarme a mí y a Anelyse divorciándonos tras perder quince años de nuestra vida en amarguras y un hijo, para que al final el niño terminara despidiéndose de ella en una patética llamada y después, no volver a verla.

Me dijo que hiciera lo que quisiera. Ya no me habla, pero continúa pagando la colegiatura, y supongo que conserva la esperanza de que yo eventualmente me devuelva al camino de antes.

Pensé que sería peor. No le había desobedecido en la vida, así que es la primera vez.

No es tan malo, creo que lo haré más seguido.

Como sea, continuaré estudiando esta carrera que tanto me disgusta y seré un gran abogado, eventualmente.

Volveré a la patineta y participaré en los Juegos Extremos del próximo año.

Con mi novio, Max.

Me prohibió estrictamente que hiciera cualquier tipo de trampa en la competencia, así que será una experiencia bastante nueva. Espero pasarla bien.

Y espero mejorar.

Fui a ver a la psicóloga de la universidad. Me derivó a una amiga suya para que pudiera tener sesiones más seguido y cuando le envié un e-mail a mi padre, explicándole la situación, el dinero apareció en mi cuenta y pude asistir a una consulta particular.

Pienso que accedió porque cree que así me curaran, pero ir a la psicóloga es algo que necesito, así que no me quejo.

Al final tuve que ir a la psiquiatra también. Resultó ser que tengo una especie de trastorno de ansiedad.

Ahora llevo una cajita de plástico con medicamentos a todas partes, y tengo que tomarlos todos los días, a las once de la mañana.

No está tan mal. Me siento mejor conmigo mismo ahora que sé lo que me pasa, y Max es muy compresivo.

Su padre también, de hecho, fue el señor Goof quien tuvo la idea de que viera a la psicóloga de la universidad. Le estoy muy agradecido por aceptarme incluso después de lo que le hice pasar.

Me invitaron a cenar.

El señor Goof preparó una buena comida, con ayuda de su pareja, la señorita Sylvia.
Estaba nervioso, pero la disfruté mucho. Mi suegro fue muy dulce conmigo y me dijo que, si cualquier cosa pasaba, siempre podía llamarlo.

Creo que, una vida como esta, más imperfecta y ruidosa, menos cuadrada, está bien.

—Oye Bradley —ya a la noche, Max se sentó junto a mí en el sofá y nos quedamos a solas frente al televisor.

—¿Qué ocurre?

—Te quiero —me sonrió.

Fue un beso pequeño y dulce. Nunca me acostumbraría, nunca me hartaría de ellos.

—Yo también te quiero, Max.




Fin

Little Mister Perfect | MaxleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora