VIII

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THURSDAY

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THURSDAY

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Desperté, no sobresaltada como de costumbre. El encuentro con Paul en sueños fue ligeramente reconfortante en medio de tantas pesadillas. Sin embargo, las lágrimas empezaron a brotar sin darme cuenta. Me incorporé rápidamente, dirigiéndome al cuarto de baño antes de que las criadas llegaran. No quería que me encontraran en un estado deplorable otra vez, me haría sentir humillada. No quería que se acostumbraran a verme con marcas, lágrimas y sangre seca. Era asqueroso. Tal vez pensaban en lo maltratada que estaba siendo, y solo llevaba unos días aquí. O quizás no pensaban nada, solo se preocupaban por su trabajo.

Entré en la tina, esta vez con agua fría, como era de mi agrado. Suspiré profundamente, sin querer observar mi reflejo. Solo quería limpiar la sangre, así que pasé la esponja una y otra vez, llegando a hacerlo con fuerza. Me quedé allí un largo rato, pensando aún en el extraño suceso con Paul, pero la helada agua empezó a hacerme temblar ligeramente, así que decidí que había sido suficiente. No quería resfriarme.

Al salir del cuarto de baño con una bata, me encontré con Opal, quien acababa de ingresar. No dije nada, solo observé, confundida, lo que llevaba en las manos: una canasta con frutas. ¿Frutas?

-¿Qué es esto?- pregunté, acercándome a ella.

-Buen día, señorita. Es una canasta de frutas- dijo ella con amabilidad.

-Sé lo que es. Quiero decir, ¿a qué se debe este obsequio?- le sonreí, pensando que quizás fue ella quien me estaba obsequiando la apetecible canasta. Tomé una manzana y le di un mordisco.

-El Na-Baron le envió esto. Me pidió personalmente entregársela-

Dejé de masticar de inmediato, queriendo escupir la manzana. ¿Estaba envenenada? La miré con los ojos abiertos, desconcertada, sintiendo un ligero tic en mi ojo que reflejaba mi frustración. Dejé la manzana en su lugar ante la confusa mirada de Opal.

-Puedes comer si lo deseas, no tengo hambre-

Era verdad, no tenía apetito. Pero no podía negar que la presencia de frutas en Giedi Prime me sorprendió. Quería deleitarme con todas esas frutas que se encontraban en Caladan, pero no lo haría, ni aunque me obligaran con una espada apuntando a mi cuello. Me acerqué al armario, tomé un vestido sencillo, esperando que Opal me ayudara a ponérmelo.

Intenté distraerme, sentándome con un libro, tratando de perderme en las palabras, pero mi mente no dejaba de vagar. Una hora después, otra criada entró con una caja en las manos. Me miró con una mezcla de miedo y curiosidad antes de dejarla sobre la mesa y salir rápidamente.

DUNES OF DESTINY | Feyd-Rautha Harkonnen|Where stories live. Discover now