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But does he know you call me when he sleeps?

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Max exhalo, con los ojos pegados al techo, mientras pensaba en lo que había hecho hasta entonces.

El hombre a su lado se removió, probablemente buscando más de su calor. En lugar de acercarse y ceder ante la búsqueda de contacto, Max se puso de pie y se dispuso a cerrar las puertas que daban al balcón.

Una vez ahí, lo miro una última vez antes de hacerlo, bajo la luz de la luna, Daniel yacía tranquilo sobre su cama con nada más que una sábana cubriéndolo. La desnudez en su cuerpo le permitía ver su piel erizada y el como constantemente temblaba por la fría temperatura.

La celebración había terminado en su habitación con un Daniel muy entusiasmado.

Está vez no hubo pretextos lo suficientemente válidos. Estaban en su noche de aniversario, no podía simplemente desaparecer una vez que la cena terminara.

Fue rápido, y Max tuvo los ojos cerrados mientras sucedía porque no se atrevía a mirarlo. Antes de quedarse dormidos, la necesidad de vestirse lo invadió porque no toleraba la idea de ver las marcas que Daniel habia dejado, aun si Daniel no era un hombre que dejara muchas, no era capaz de pasar la noche sin nada mas parq cubrirlas. De algún modo, sentía que no debían de estar ahí, que no pertenecían a su cuerpo, a su piel.

No era correcto.

Conocer ese hecho lo hizo sentirse necesitado, por lo que busco su celular entre las sábanas y luego cerró la puerta del balcón, con él afuera.

El cuerpo de Max también tembló mientras estaba en el exterior, pero lo ignoró y luego se acomodo sobre él cómodo sofá de descanso. Abrazo sus piernas contra su pecho y luego se preparó para marcarle. Sus dedos temblaban cuando se llevó el aparato a la oreja, aunque no podía decifrar si era por el frío, o si era por simplemente ser él.

Para su sorpresa, contestaron al quinto tono, cuando Max ya se encontraba mordiendo nerviosamente la uña de su mano.

—¿Hola? ¿Servicio personal a borrachos guapos? —una voz del otro lado medianamente desconocida hablo entre palabras mal pronunciadas y arrastradas.

Pero había un claro acento británico que hizo que la piel de Max se crispara más, está vez con miedo.

—¿Q-quien habla?

—Pues yo —respondió obvio, luego soltó una corta risita nasal —. Joder, que calor hace... ¡Checo, ayúdame con esto!

La respiración del neerlandés se cortó de inmediato, y su mano aumento su temblor.

—Mierda, George, deja de esconderte así. Por un momento pensé que te habías lanzado por el balcón —sonaba molesto, algo impaciente, como si llevara horas cuidando de un niño que no dejaba de llorar y gritar.

Pero, de algún modo, sonaba irritablemente suave. Como si ese niño al final del día fuera importante.

—Ups, lo siento —claramente no lo sentía —. Solo me perdí un poco, Checo. Necesito que no me sueltes.

Los nudillos del rubio se volvieron blancos, mientras apretaba insistentemente el celular en sus manos.

—Ponte de pie, vamos —jadeos y lloriqueos de protesta resonaron del otro lado, haciendo que Max decidiera que era suficiente —... Espera, George, ¿Ese es mi celular? ¿Estás en llamada?

Max contuvo el impulso de decir "si, idiota, lo está" porque simplemente logro razonar a tiempo.

Para cuándo alejo el aparato de su oreja y escucho esa última pregunta, Max ya podía sentir las lágrimas resbalando por sus mejillas con libertad. El calor del líquido contrastando con el exterior. Max las limpió con brusquedad, pero continuaron bajando en largos caminos que luego se perdían entre sus piernas.

Moth to a flame Where stories live. Discover now