Momo Yaoyorozu había caído en la completa locura. Cuando su padre llego cubierto de la sangre de quién era su suegro, corrió hacia él, gritando, llorando, golpeándolo llenándose del líquido rojo. Las mismas personas que habían construido su castillo lo habían derrumbado.
Le arrebataron al amor de su vida, el poder que esté podía otorgarle y los pusieron en un riego innecesario. No entendía como es que su padre había asesinado a su mejor amigo cuando fue él quien le ayudo a ejecutar sus sangrientas y despiadadas venganzas.
Sabía lo que se avecinaba, ninguna de las circunstancias parecían favorecerle. Lo peor, los exiliados son sus padres, ella seguiría relacionándose con los Todoroki representando a los traidores viendo como alguien más vivía su vida perfecta.
Prefería olvidar que de lo que pudo tener, ser exiliada y esperar al día de su ejecución. Jamás le darían ese gusto; la harían sufrir, incluso más que a sus padres, para después arrebatarle la vida de la manera más cruel y despiadada posible.
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Los Midoriya, aquella familia prometedora que supo cómo avanzar y asentarse a pesar de su poco tiempo en el negocio y que fue saboteada ni bien llegó a lo más alto. Después de todo, nadie esperaba el asesinato de Tenko Midoriya.
Los Yaoyorozu no tenían razón alguna para arrebatarle la vida al joven de quince años, ni siquiera habían tenido roces con alguno de los integrantes de la familia. Fue una jugada sucia, sin fundamentos y que los hundiría tarde o temprano.
Nadie les había dicho que el pequeño Izuku de nueve años sería su karma. El jóven omega, tan pequeño e inocente tuvo que presenciar la llegada de su padre herido y lleno de sangre que le pertenecía a los dos alfas de su familia. Su padre pudo salvarse, pero la última vez que vio a su hermano este estaba recostado en un ataúd.
La luz de su madre se apagó, manteniéndose viva solo para ver el día en el que podría vengar el deceso de su pequeño cachorro. Ya no existía rastro de la mujer dulce y alegre que lo había traído al mundo, solo una mujer calculadora que solo parecía funcionar por un rencor egoísta que estaba destruyendo a su familia.
Apenas cumplió los quince años se dio cuenta de que su vida había terminado hacía mucho tiempo atrás. Su celo llegó tan rápido que ni siquiera tuvo tiempo de procesarlo, al no tener un alfa fue una completa pesadilla y tortura para su persona.
Cualquiera hubiera esperado que su madre le consolara, pero apenas se enteró de que su hijo era fértil y podría cumplir su función comenzó a buscar pretendientes que pudieran tomarlo y llevarlos de nuevo al poder. Tuvo que sobrellevarlo solo, cuando todo termino esperaba algo de paz pero las noticias de los Todoroki lo golpearon como una tormenta.
