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El sonido del tic tac se mezclaba con el aroma a medicamentos, mientras la tela de algodón rozaban los dedos de aquel joven

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El sonido del tic tac se mezclaba con el aroma a medicamentos, mientras la tela de algodón rozaban los dedos de aquel joven. Se podía escuchar el movimiento suave de las cortinas de la habitación a la par del canto de algunas aves lejanas.

Un aroma refrescante y dulce llegaba hasta la nariz de aquel pecoso y provocaba que su cuerpo se inclinara levemente hacia esa dirección. Algo le decía que eran flores lo que su olfato percibía, así como podía saber que era pleno atardecer gracias al sonido del reloj.

Podía percibir que la tela de las sábanas de la camilla no era la más fina o suave. También sabía que las aves que solían cantar cerca del hospital eran al menos cuatro.

Durante cinco años, había aprendido a sacar lo máximo de sus cuatro sentidos restantes, pues aunque deseaba poder ver el mundo, ya no podía.

Un accidente le arrebató la posibilidad de continuar con su vida como alguien común y corriente. Se vio obligado a conocer un nuevo mundo plagado de una oscuridad eterna.

—¡Deberías quedarte al menos esta noche!

La voz de una enfermera hizo dar un pequeño brinco a Izuku. Se notaba lo exasperada que se encontraba la mujer por la tonalidad de su voz.

—¿Uh? —Izuku inclinó su cabeza, tratando de escuchar mejor.

—Me voy.

—¡Joven Bakugo! —La enfermera parecía realmente preocupada.

El pecoso dio unos cuantos pasos pequeños hacia la izquierda. Si el ruido de los pájaros y el golpeteo de la cortina venían desde la derecha, eso quería decir que la puerta estaba en el otro extremo.

—¡Puedo moverme perfectamente! —La misma voz profunda volvió a llegar a los oídos de Izuku.

El entrecejo del pecoso se frunció al sentir cómo su pie chocaba con otra de las camillas de la habitación. Tanteó con su única mano disponible y siguió avanzando de costado hasta llegar a la perilla de la puerta. Una sonrisa se plasmó en el rostro del pecoso.

Se dispuso a abrir la puerta, pero su cuerpo terminó siendo empujado hacia atrás cuando alguien intentó ingresar a la habitación.

—¡Cuidado! —La voz de la enfermera lo obligó a estirar su único brazo sano hacia adelante buscando algo en lo cual sostenerse.

Por suerte, un brazo se enganchó en su cintura tan rápido que solo pudo soltar un grito de susto. En un segundo ya se encontraba sano y salvo.

—G-gracias —Logró murmurar Izuku.

—¿Qué haces levantado? Tienes un brazo fracturado, deberías estar descansando —La enfermera lo regañó.

Izuku solo pudo sonrojarse por la vergüenza. No podía ver, por lo cual no sabía si había más de dos personas delante de él. Quizás todo el hospital estaba ahí, presenciando cómo era regañado como un niño.

—L-lo siento, escuché voces y...

—Deja de tratarlo como un niño. Se ve lo suficientemente inteligente como para cuidar un brazo roto —La voz de aquel hombre lo hizo alzar la cabeza un poco.

—No está tan roto, creo —murmuró el pecoso.

—No puede cuidar su brazo solo, él es ciego —informó la mujer.

Aquella declaración provocó un sabor amargo en Izuku. Sabía que esa información no era algo que se podía ocultar.

Un silencio rodeó el ambiente, la brisa que ingresaba por la ventana acarició la nuca del pecoso, quien solo pudo tratar de adivinar dónde estaban exactamente ambas personas delante suyo. Se sentía frustrado por no poder ver.

—¿Eh? Qué mierda, igual debería ser capaz de cuidar su brazo. ¿No puedes?

—¡S-sí puedo! —chilló Izuku.

—¿Ves? Es capaz. Ahora déjame irme.

Izuku sintió cómo los zapatos de aquel sujeto rechinaban al girar para irse. Sin pensarlo demasiado, su mano sujetó con fuerza la camisa de aquel hombre.

Sintió sus mejillas calientes y su voz tembló un poco.

—Deberías quedarte por hoy... Si yo soy capaz de cuidar mi brazo, tú debes ser capaz de ser responsable con tu cuerpo... —Izuku no tenía ni idea si aquel extraño tenía algún problema físico o si estaba tan mal como para que una enfermera le gritara.

Sin embargo, su mano que sujetaba la camisa del hombre nunca se aflojó.

—¿Estás retándome? —preguntó aquel hombre.

—Joven Bakugo, debería hacer caso al consejo del joven Midoriya —La enfermera tocó el hombro del pecoso—, sean compañeros de habitación.

Un silencio donde Izuku no sabía qué estaba sucediendo delante suyo. Solo podía mover su cuerpo de un lado a otro nervioso.

—Mierda, solo me quedaré porque me siento cansado. Nada más.

La sonrisa del pecoso no pudo ser más brillante. Ahora tenía un compañero de hospital.

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BASTÓN || bkdkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora