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Bajo la sombra de un frondoso árbol, él esperó

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Bajo la sombra de un frondoso árbol, él esperó... Y esperó... Y nunca llegó.

Para cuando menos se dio cuenta, Katsuki ya podía hacer planchas en el suelo. Aunque los doctores le dijeron que debía cuidarse, la idea de perder músculo le era un completo "no".

―Uno, dos, tres, cuatro... ¿Kacchan? ―Izuku inclinó su cabeza hacia la derecha― ¿No soy pesado?

Katsuki se detuvo justo en el número cinco. Con las gotas de sudor bajando por su barbilla, terminó colocando todo su cuerpo en el suelo.

―Eres del peso perfecto. Pero sería aún más perfecto si no hablaras.

―Bueno, si dejo de hablar, serían dos habilidades perdidas, con una sola me basta ―declaró Izuku alzando el dedo como un intelectual.

―Mira tú, casi no me doy cuenta ―dijo Katsuki con sarcasmo palpable.

Izuku entonces apoyó sus manos en los hombros de Katsuki para tratar de bajarse de su espalda. Sin embargo, no pudo, al no saber exactamente a qué altura se encontraba. La duda lo hizo aferrarse aún más a la espalda de Kacchan.

―¿Ya no vas a ayudarme? ―preguntó Bakugo con ligera decepción.

El pecoso estiró una pierna y luego la otra hasta que terminó de rodillas en el suelo. Aunque él no lo sabía, había terminado cara a cara con Katsuki.

―Bueno, ya me aburrí.

El cenizo soltó una risa y desordenó los rizos de Izuku.

―Mira, terminé criando un monstruo, ahora quieres escaparte de tu habitación todos los días ―se burló.

Las pecas se perdieron ante el ligero sonrojo que se extendió desde sus orejas hasta la punta de su nariz.

―B-bueno, no quiero escaparme, solo me gusta el jardín ―murmuró el peliverde con la vergüenza burbujeando en su garganta.

―Pero deberíamos buscar otro lugar, tarde o temprano nos encontrarán metidos allí ―Katsuki se alejó para ayudar a levantar al pecoso.

―No es necesario, pronto me darán de alta ―confesó Izuku.

Aquella información tomó por sorpresa a Katsuki. Quizás era tonto, pero se había acostumbrado a ver a Izuku con la bata de hospital y pantuflas. En su cabeza, la idea de que el pecoso vivía en aquel centro de salud se había arraigado.

―¿Ya se curó tu brazo?

―Dentro de unos días me retirarán el yeso y podré irme a casa.

El ruido de las cortinas chocando con el vidrio y el tic-tac los rodeó por unos segundos.

Izuku estaba parado, con la mirada que parecía caer sobre Katsuki, quien no tenía ni idea del rostro algo consternado del cenizo.

―Vaya... genial. Mierda, es una buena noticia, ¿verdad? ―sonrió algo incómodo.

BASTÓN || bkdkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora