Capítulo 11 | El Enamorado y La Muerte

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Llegue a casa absorto en mis sentimientos de ira y rabia ante lo sucedido con Itzá. Me sentía maldecido, no entendía cuál era su motivo para pedirme aquello, sólo quería hacerme daño, recordarme que ella tenía el control de mi vida y de mi estabilidad. Por el momento solo me quedaba luchar para no perder la cordura.

Estacioné la motocicleta en el garaje y entré a la casa protestando conmigo mismo por todo lo que me pasaba, pase por la cocina y me serví un vaso de agua con el afán de encontrar tranquilidad y calma, pero me invadió una lúgubre sensación en mi pecho, un dolor agudo. Era Itzá, siempre que hablaba con ella y aceptaba su existencia, sentía como en mi interior florecía su oscuridad.

"la quiero muerta", "Tú te encargas de ella...", "Lo harás si quieres que cumpla con mi parte del trato." Su asquerosa voz sonaba en mi cabeza, latente y permanentemente, me invadió un ataque de ira y estrelle el vaso de agua que tenía en mis manos contra la pared.

— ¿ Y a ti qué te sucede? — escuché la voz de Joan reclamando, había estado recostado en el sillón de la sala observando todo. No me había percatado de su presencia dado a que las luces se encontraban apagadas.

— Nada.— le respondí cortantemente, no tenía ganas de hablar, menos con él.

— Si ¡Ya veo! ¿Y rompes un vaso así de la nada?—

— Lo recogeré ¿Si? — le dije mientras me acercaba a limpiar el desorden que había hecho.

Joan se levantó de donde estaba y se apoyó contra la mesada de la cocina y me observó minuciosamente mientras recogía los restos de vidrio.

— ¿Seguro que estás bien? .... Te ves — dijo y se quedó en silencio por unos instante, pensando qué palabra iba a decir — Inestable — soltó finalmente.

Lo mire de reojo , ¿Por que tenía que usar esa palabra?, "Inestable", era lo que habían dicho los médicos al diagnosticarme con esquizofrenia. Preferiría que me llamara por lo que realmente piensa que soy, un loco. Sabía lo que pensaba, sus ojos, su mirada , sus facciones de lástima, lo delataban. "Pobre Noha", "Que lastima lo que le paso"... Eran unas de las tantas frases que escuche lamentar, tanto a él como a mis padres, si realmente tuvieran idea que esto también es culpa de ellos, por nunca estar presentes para mi, por su indiferencia, y su favoritismo con mi hermano, ellos me dejaron a la merced de la maldita oscuridad que ahora contamina toda mi alma, mi mente y mi ser.

No me gustaba que me miraran con lástima, no necesitaba de la clemencia, ni de la compasión de Joan, me llenaba de rabia todo eso, incluyendo Itzá, el mundo parecía oscurecerse para mi, cada aspecto de mi vida se había convertido en tinieblas, donde nada era claro y solo se podía sentir un frío intenso que te quebraba los huesos. Y luego estaba Sam, un minúsculo rayito de luz, como una resolana en un dia de invierno, ella me hacía recordar a los girasoles, los que florecen en el prado olvidado de Santa Clemencia, era un recordatorio que aunque todo parezca sumido en la oscuridad existía una escasa esperanza de que nazca la luz. Con ella podía sentirme más vivo.

Al pensar en ella comencé a aflojar mis puños que se encontraban contraídos por la rabia, no me había dado cuenta que había presionado tanto que los vidrios se estrujaron entre mis dedos produciendo una cortadura en la palma de mi mano, la sangre goteaba incesantemente.

Joan me miraba perplejo, asustado por mi reacción, creo que en cierto punto yo le daba miedo, así que le devolví una mirada seria con una leve sonrisa cínica, como las que me suele regalar Itzá, para acrecentar el terror en su mirada. Seguido de eso lleve la palma de mi mano hacia mi boca y probé la sangre que emanaba de la herida, me mordí los labios al sentir aquel sabor salado y metálico. Podía ver en los ojos de Joan como se proyectaba mi figura sombría y oscura.

ARGANIA : HEREDEROS DE UNA MALDICIÓN  [ LIBRO I ]Where stories live. Discover now