XI.

832 141 20
                                    

Katsuki había acomodado el desayuno sobre una pequeña mesita de madera que su madre compró para llevarle de comer hasta la cama aquella vez que se enfermó.

Izuku no estaba resfriado, pero unas gachas de arroz con melocotón picado en pequeños trozos que pidió a domicilio porque ya no había en el frigorífico, leche sin endulzar y yogurt natural, deberían darle algo de energía pero sin cargarle demasiado el estómago tras tantas horas sin comer.

Lo último que quería era provocarle un malestar, solo esperaba que el estómago de Izuku estuviera de buenas y no le hiciera el feo a lo que le llevaba, aunque si resultaba así; había preparado una opción de pollo a la plancha con vegetales cocidos que también podía servir como opción de almuerzo.

Tomando la pequeña mesita por las agarraderas que tenía en los costados subió las escaleras.

Probablemente Izuku seguía dormido, ojalá fuera así pues quería gozar de la satisfacción de despertarlo, talvez, con un beso en la frente.

Una acción algo osada de su parte pero eso era algo que siempre ha querido hacer con su pareja.

Debía admitir que había heredado ese lado empalagoso de su padre. ¿Cómo no hacerlo cuando es un Alfa tan devoró con su madre? Es decir, en todos sus años de vida les ha visto tan amorosos, apoyándose mutuamente y por Dios, la confianza que se tienen es de admirar.

Él quería encontrar a su persona especial para poder ser como ellos; tener una vida simple y muy hogareña, llena de amor entre ambos, para si mismos, confianza plena y apoyo mutuo e incondicional.

Un verdadero sueño que… podría hacerse realidad a lado de Izuku si él lo acepta como su Alfa.

Suspiró ensopado, sosteniendo con una mano la mesita, abrió la puerta de la habitación con la otra. Sin llamar a ella porque asumió que Izuku seguía dormido, sin embargo, cuando sus ojos se alzaron para mirar hacia el frente, se topó con la visual de Izuku que estaba poniéndose apenas el poleron.

—Lo siento, debí llamar a la puerta antes de entrar. —dijo, cuando se supo presa de su mirada cristalina que, notó como lo miro demás, pero es que era la primera vez que veía su pequeño vientre al descubierto, y sinceramente se veía muy, muy hermoso todo gordito, todo panzón.

—Está bien, no te preocupes. —respondió Izuku, terminando de bajar la prenda para cubrir su desnudez.

No le había molestado que le viera así, más bien, le había avergonzado. Sus mejillas levemente sonrojadas lo demostraban.

—Creí que seguía dormido. Apenas venía a despertarte para que tomaras el desayuno. —rayos, se había perdido la oportunidad de despertarlo y besarle la frente.

Poniendo la mesita de madera sobre la de noche Katsuki decidió arreglar la cama mientras Izuku terminaba de vestirse, pues aún le faltaba ponerse los calcetines y probablemente un suéter encima pues ha notado que aún dentro de la casa suele abrigarse mucho, pero…

Izuku que estaba de pie a media habitación, camino hacia él rodeando la mitad de la cama, con calma y mirándole fijamente.

Katsuki estaba tomando las almohadas para amontonarlas en el pequeño sofá de una plaza que tenía en la esquina de la habitación cuando sintió un toque en su espalda.

Se quedó estático al sentir la punta de los dedos de Izuku deslizarse por la mitad de su espalda hasta que sus palmas abiertas se posaron sobre su abdomen al rodearlo en una abrazo.

—Katsuki-san… —la suavidad con la que lo llamó le hizo estremecer, ¿O fue su toque? Quién sabe, talvez fueron ambas pero de que se le erizo la piel, se le erizo, cada centímetro.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 05 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Déjame estar a tu lado | KatsuDeku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora