No importaba lo mucho que se quejara, nadie parecía dispuesto a contradecir el hecho de que compartiría habitación con Tord. Thomas se sentía traicionado, no podía creer que su madre le hubiese hecho semejante cosa insensible.

Por eso se encontraba maldiciendo a Tord, a su mamá y a todos los que estaban en el autobús. A su lado no había nadie debido a que a todo ser humano que hubiera intentado sentarse a su lado, lo había matado con la mirada de mil maneras posibles.

¿Campo? ¿Cero internet? ¿Desconocidos? ¿Abstinencia sexual? Bien, eso se sentiría como el infierno, y si lograba salir vivo sin llamar a su mamá por urgencia, sería un milagro.

La verdadera historia es que Tord no había conseguido tener a Thomas como compañero, o al menos eso decía él. Thomas no le creyó nada porque a fin de cuentas, él había escuchado con sus propios oídos cuando el de cabellera café clara le dijo a su madre que haría todo lo posible. Pero al inicio de ese día el director le comentó que su madre había ido al instituto para dejarlo a él bajo la supervivencia de Tord Larsson.

¿Cuantos años se creía que tenía? No hacía mas que aumentar su rencor hacía el enano.

Al llegar al campamento dio un suspiro de cansancio. Si bien el lugar se veía mas acogedor de lo que imaginó, eso no bastaba.

Por parte de Tord, este no hizo más que llamar a Thomas y empezar a caminar hacia una de las cabañas. Se suponía que la habitación se compartiría de a tres, pero la madre del rubio cenizo fue tan exagerada que ya nadie quiso poner a otra persona con ellos. No estaba feliz de tener que lidiar con un amargado Thomas, pero tampoco podía fallar a la madre de este, no quería quedar mal.

─ ¿Por qué esto está tan sucio? ─ fue lo primero que pregunto Thomas al dar un paso dentro de esa cabaña.

Tord exploró con la mirada el lugar. Era pequeño, y estaba muy sucio. Las telarañas yacían en el techo y el piso de madera estaba lleno de hojas. Sumado a que las camas estaban viejas y no parecían muy cómodas.

─ Porque nosotros debemos limpiarlo. ─ contestó simple.

Vio a Thomas adentrarse más en el lugar, cargando su maleta sobre el viejo colchón.

─ Bien, que tengas suerte. Nos vemos luego enano.

Planeó irse fácilmente por la puerta. Tord quedó indignado. No le enojaba tener que limpiar, no podría estar en esa habitación sucia por más tiempo, pero ¿Thomas creía que él era tan tonto como para hacerlo todo solo?

─ ¿Adónde crees que vas?

─ No te interesa.

Tord rodó los ojos.

─ La verdad no. Pero de aquí no te vas hasta que termines de limpiar tu parte.

Entonces Thomas rio.

─ ¿Qué te hace creer que lo haré?

─ Si no quieres que le vaya con el cuento a tu madre, será mejor que cooperes. ─ comentó Tord inocente, dando una sonrisa cínica.

Oyó a Thomas insultarle por lo bajo pero prefirió quedarse callado. Se estaba acostumbrando a ese trato desagradable.

Empezaron por sacar las telarañas, fue realmente horrible para Tord porque tenía miedo de que saliese una araña de algún rincón. Thomas no hacía más que reírse de él. Luego pasaron a limpiar un poco las paredes, quitaron el polvo de los pocos muebles que habían, Tord barrió y Thomas le sacó la tierra a los colchones. Extrañamente hacían sus tareas sin hablarse, ni siquiera para destruirse verbalmente.

Terminaron en dos horas pero para Tord valió la pena. Todo había quedado limpio y ahora el lugar se veía más acogedor. Thomas no hizo más que sacarse la camiseta empapada, ambos estaban sudando.

Tord trató de mirar hacia algún otro lugar de la habitación, para su suerte el rubio cenizo estaba de espaldas y no podía ver como tenía a un espectador de su escultural y fuerte espalda.

─ Quiero darme una ducha. ─ anunció cansado el más alto.

Tord carraspeó su garganta nervioso e intentó aparentar que nada pasaba.

─ No sale agua caliente, y trata de no usar tanta.

─ No necesito agua caliente, enano.

"Tú eres lo caliente" pensó. Aunque obviamente no lo dijo.

─ Seca luego el baño, no lo dejes sucio. ─ agregó.

Thomas lo ignoró y busco en su maleta ropa de repuesto. El de cabellera café clara siguió observando su estructural cuerpo, adornado por las perlas de sudor. La verdad era que sus hombros eran anchos y su cintura delgada, bajando por un trasero plano y unos muslos atractivos y musculosos. Quedó embobado con sus brazos, con cada movimiento que el rubio cenizo hacía, sus músculos se movían al compás.

Tord se sentó en la cama y se tapó la evidente erección con la almohada.

─ No me espies, bichito. ─ y con eso, Thomas se encerró en el baño, inconsciente de lo que pasaba en el interior de Tord.

A Tord no le tomó ni cinco minutos llegar a un placentero orgasmo silencioso, frotándose delicadamente con la almohada.

Comenzó a creer que debía hacer algo urgente para bajar sus hormonas.

Quizás Eduardo estaría dispuesto a ayudarlo.

𝙋𝙖𝙘𝙞𝙚𝙣𝙘𝙞𝙖 ★ TomTord Où les histoires vivent. Découvrez maintenant