ⅩⅤⅠⅠ ✉ «El tropiezo más humano»

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Hace un par de años, Hyunjin había comenzado a tomarse una o dos semanas de vacaciones de verano para alejarse del terreno, de las uvas, del sol abrasador en la nuca y el sudor constante en la frente, mientras ayudaba a sus padres en todas aquellas tareas que, con el dinero justo, no se consideraron necesarias.

Aquellas dos semanas de verano y otras dos de invierno se habían convertido en el relleno de un diario de viajes.

Visitó culturas tan ajenas a la suya que llegó a dudar si acaso provenían del mismo planeta. Trabajó un día en un restaurante de comida rápida en Australia, encontrando un inglés bastante convincente. Ayudó a una organización que salvaba tortugas marinas en California. Visitó viejas estructuras históricas de Sudamérica que llenaron su mente de información ajena y probablemente irrelevante. Se tomó una foto en medio de un estadio de fútbol en Seúl; ni siquiera recuerda el nombre, pero vivió las mejores experiencias en esos viajes.

Hyunjin podía afirmar que la mayor explosión de emociones que había sentido fue a kilómetros de la rutina de su hogar. Con la mente atenta a capturar cada momento en sus recuerdos y los pies firmes sobre la tierra, sabía exactamente lo que haría después y que nada malo sucedería.

Sin embargo, ahora podía asegurar que ningún viaje, cultura, idioma o visita le haría sentir lo que sentía al besar a Minho.

Quizás, simplemente, no sabía absolutamente nada sobre lo que realmente era una explosión interna. La rebelión de un corazón obligado a ser asfixiado le jugó en contra, y ahora él también estaba viviendo el vértigo de una caída libre, lenta y sin fondo al que prepararse.

No se detuvo a espantar la nube que se esparció en su mente como una orden del corazón. En su lugar, dejó que tomara las riendas y pronto sus manos estaban buscando apartar los botones de la camisa de Minho, como si quitarle esa prenda ayudara a disminuir la necesidad abrumadora de tenerlo más cerca.

Perdió el último pilar que sostenía su fuerza de voluntad cuando la mano de Minho se deslizó en su cintura, apretando sus cuerpos, impidiendo que ni siquiera un mísero centímetro de aire se interpusiera entre ellos. Soltó un suspiro entre sus labios y Minho pareció encantado ante ese estremecimiento. Hyunjin estaba a punto de arrancarle la camisa si seguía encontrando botones con los que lidiar.

—Este es el momento en el que me detienes —murmuró Hyunjin, aún sin apartarse de sus labios, retirando el último botón con un temblor indeciso en los dedos—. Hazlo, Minho. Detenme antes de que tome carrera.

Minho apretó entre sus dientes el labio inferior de Hyunjin y él juró por un instante que la habitación entera ardió en llamas. Quizás solo sus cuerpos estaban en medio del incendio. Minho presionó más su cintura y giró al menor en su lugar hasta que la espalda de Hyunjin se encontró contra la pared. Minho lo obligó a abrir las piernas colocando su rodilla en medio y se acercó lo suficiente a su rostro como para golpear sus labios con cada palabra.

—¿Por qué crees, Hwang, que me gustaría perderme el placer de ver cómo pierdes el control? —Minho tomó el mentón de Hyunjin y su cuerpo entero reaccionó ante ese gesto dominante.

—No se trata de lo que quieras o no, sino de lo que debemos hacer.

Minho permitió que sus labios se rozaran apenas. Un contacto ligero. Casi inocente, pero Hyunjin abrió ligeramente la boca y Minho lo interpretó como una victoria.

—¿Ahora seguimos las reglas de la moralidad? ¿Con quién pretendes disculparte mañana temprano, Hwang? ¿Con la sociedad? Lamento decepcionarte, pero no hay redención en mentes cuadradas.

Hyunjin deseó con todas sus fuerzas empujar a Minho o acercarlo hasta sentir su cuerpo de nuevo contra el suyo. Ese espacio de debate íntimo lo estaba matando.

Una copa y tres canciones - [Hyunho] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora