09

53 5 2
                                    

Paul

Estaba sentado al piano en mi pequeño estudio, una melodía suave fluyendo de mis dedos mientras pensaba en todo lo que había pasado en las últimas semanas. Desde mi regreso a Granada, mi vida había estado llena de actividades: componer nuevas canciones, planificar de la gira junto al resto del equipo y posibles canciones que estarán en la Setlist, tratar de mantenerme al día con mis responsabilidades, etc. Sin embargo, siempre encontraba tiempo para Miriam.

Al principio, nuestra comunicación se había limitado a mensajes de texto. Cada mañana, despertaba con un mensaje suyo.

"Buenos días, Pablo <3"

¿Cómo has dormido?"

Y yo respondía con una sonrisa en los labios, mi corazón latiendo un poco más rápido al leer su nombre en la pantalla.

"Buenos días, Miriam <3"

"He dormido bien, pero
me desperté pensando
en ti ;)"

"PABLO"

"AAAAAAAAAAAA"

"JAJAJA ¿Cómo estás?"

Estos mensajes se convirtieron en una constante en mi vida, pequeñas anclas que me mantenían conectado a ella, a pesar de la distancia. Compartíamos detalles de nuestros días, pequeñas anécdotas y pensamientos que nos acercaban más con cada mensaje enviado y recibido.

Pronto, los mensajes no fueron suficientes. Comenzamos a llamarnos por las noches, hablando durante horas sobre nuestras vidas, nuestros sueños y nuestras preocupaciones. La familiaridad y la comodidad de nuestras conversaciones nocturnas se hicieron rápidamente imprescindibles para ambos. Era como si, al escuchar su voz, la distancia se desvaneciera y estuviéramos juntos, compartiendo el mismo espacio.

—Hola, Miriam. ¿Cómo estás? —pregunté una noche, recostándome en mi cama y cerrando los ojos, dejando que su voz me envolviera.

—Estoy bien, Pablo. Solo quería escuchar tu voz —respondió ella, y pude sentir su sonrisa al otro lado de la línea.

Había algo increíblemente íntimo en esas llamadas. A veces nos quedábamos en silencio, simplemente disfrutando de la presencia del otro, sin necesidad de palabras. Otras veces, hablábamos hasta altas horas de la madrugada, riendo y compartiendo historias.

Con el tiempo, nuestras llamadas evolucionaron a videollamadas. Era una sensación extraña pero maravillosa tenerla allí, en la pantalla de mi teléfono o mi portátil, mientras yo trabajaba en mi música y ella estudiaba.

Una tarde de sábado, mientras componía una nueva melodía en el piano, llamé a Miriam. Ella respondió al instante, su rostro iluminándose con una sonrisa.

—¡Hola, Pablo! ¿Qué estás haciendo? —preguntó, acomodándose en su escritorio, rodeada de libros y apuntes.

—Hola, Miriam. Estoy componiendo un poco en el piano. ¿Te importa si te tengo de fondo mientras trabajo? —pregunté, sintiendo una conexión aún más profunda al verla a través de la pantalla.

—Claro que no. Yo también estoy estudiando, así que estaremos ocupados juntos —respondió con una sonrisa.

La observé mientras se concentraba en sus libros, su rostro iluminado por la luz cálida de su lámpara de escritorio. Mientras tanto, mis dedos se movían por las teclas del piano, creando una melodía suave y melancólica. Nos habíamos vuelto tan cómodos en la presencia del otro que podíamos pasar horas así, haciendo nuestras cosas mientras hablábamos, riendo y, a veces, coqueteando de manera juguetona.

From The Start - Paul ThinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora