Capítulo 10

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Acechador Oscuro

El tiempo era perfecto: llovía a cántaros desde un cielo gruñón que escupía fuego.

Los ríos del fondo de los cañones se hincharon, rugieron y se comieron las paredes, haciendo que todos los dragones que vivían allí abajo corrieran hacia tierras más altas. El viento era tan feroz que parecía enviado por unos vengativos Alas Heladas para arrancar del cielo a todos los Alas Nocturnas. Estaba pasando rápidamente de tormenta a un bebé huracán.

Acechador Oscuro había estado esperando un día como este. Seguro que ni siquiera Clarividente le esperaría hoy.

Pero cuando bajó en picado a la cornisa frente a su casa, allí estaba, sentada bajo la lluvia, esperándole. Aún no conocía todas sus expresiones, pero pensó que esta podría ser su cara de no reírse de él.

—¡Sorpresa! —gritó, tirándose al suelo junto a ella.

—¿Por qué? ¿Estás loco? —dijo ella, alzando la voz por encima de los truenos. —¡Vete a casa!

—¿Y estar atrapado en casa con mis padres que se pelean todo el día? —dijo —¡No, gracias! ¡Vamos al mar!

—El mar nos comerá vivos si vamos allí hoy —protestó ella.

—No me refiero a meternos en el agua. Agitó las alas, sin conseguir nada porque seguía empapándose. —Dije al mar.

—¡No soy una dragona que va volando en huracanes! —dijo —¿Sabes lo impredecibles que son? El más mínimo cambio de viento o un trozo de escombro girando en la dirección equivocada, y de repente estás en otra línea temporal... o todos los demás, porque estás muerto.

—Es prácticamente imposible que muramos hoy —dijo Acechador Oscuro —Sería desperdiciar un montón de profecías muy dramáticas si lo hiciéramos. ¿Por qué discutes siquiera sobre esto? Sabes que nos vamos y es maravilloso.

—Al contrario —dijo. —Veo un futuro realmente impresionante en el que vuelvo dentro y bebo té junto al fuego y leo un pergamino sobre divertidas travesuras carroñeros durante el resto del día y también, por cierto, permanezco completamente seca. Esa es la que gana ahora mismo. Ella vio la expresión de su cara y cedió un poco. —Podríamos ir mañana, cuando brille el sol.

—Pero entonces habrá dragones por todas partes —dijo. —¡Hoy la playa es toda nuestra!

Clarividente dio un pequeño escalofrío y, aunque intentaba no escuchar, algo revoloteó en su mente: un susurro, un eco, su propia voz gritando: —¡Todo es nuestro! Todo el reino es nuestro!

Apoyó su ala contra la de ella, las escamas goteantes deslizándose una sobre la otra. —Vuelve —dijo en voz baja —Ven aquí ahora.

Respiró hondo y le miró a los ojos. —Estoy aquí —dijo. —Estoy aquí. Muy bien, vamos a ahogarnos allí antes de ahogarnos aquí. Ella miró hacia la puerta y él se preguntó si estaba tratando de salir de allí para que no conociera a sus padres. A veces le dolía esa idea, pero tampoco quería que ella conociera a sus padres. No quería los ojos despreciativos de su padre cerca de la única cosa feliz de su vida.

Se zambulleron en la tormenta, azotados por gotas de lluvia tan grandes como naranjas y un viento que aullaba como si reinos estuvieran cayendo bajo sus garras.

Clarividente no era la mejor voladora, algo en lo que tal vez debería haber pensado, pero no se quejaba, ni siquiera en su mente. Se dejó colar un poco en sus pensamientos mientras volaban, ya que de todos modos no podían mantener una conversación a través de la lluvia.

Tick tick tick tick flip flip flip flip. Su cerebro no paraba. Estaba constantemente ejecutando escenarios, trazando caminos hacia futuros diferentes. Acechador Oscuro creía que se le daba bastante bien: podía ver no sólo el futuro más plausible, sino algunas alternativas en las que las cosas eran diferentes. Pero ella tenía miles de hilos reunidos en su mente, tejiéndose y entretejiéndose, anudándose y enredándose.

Alas de Fuego Leyendas #1: Acechador OscuroWhere stories live. Discover now