Capítulo 3

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Esa mañana, recorrió el pueblo, compró un regalito para una colega y cruzó la piazza bajo el resplandeciente sol para sentarse en un café. Estaba empezando a disfrutar, estaba empezando a comprender que era contraproducente enfrentarse a Ohm porque eso hacía que ocupara todos sus pensamientos.

Un beso ... ¿Qué era un beso? ¡Nada!

Al menos, si no conseguía que le flaquearan las rodillas ni hacía que le volara la imaginación. Entonces, era una amenaza.

Estaba dando un sorbo de café y metiendo en vereda sus pensamientos cuando vio que aparcaba un lujoso deportivo color crema. El conductor, que tenía un perrito, saludó a unos lugareños que estaban sentados fuera del café y lo miró antes de cruzar la piazza para entrar en la tienda. El perro, un pequeño Yorkshire terrier, fue directamente hasta él y se frotó contra sus piernas para reclamar su atención.

El dueño del perro gritó algo parecido a «Bambi» en un tono de desesperación, pero el perro no se separó de sus pies y su dueño entró en la tienda con un gruñido que anunciaba que volvería.

– No eres un perro muy obediente – le riñó Fluke unos minutos más tarde cuando el animal lo miraba con ojos suplicantes. – No, no puedes subirte a mi regazo, no me gustan los perros y ...

– Podría haberme engañado – comentó el dueño a su lado.

– Bueno, me parece que su perro no es muy exigente – bromeó Fluke mirándolo y riéndose.

– Bambi es de mi madre y estoy cuidándolo esta semana – le explicó él en tono de resignación y poniendo los ojos en blanco. – No la han adiestrado y prefiere a los desconocidos.

– Ella no tiene la culpa – replicó Fluke rascando a Bambi detrás de la oreja.

– Me llamo Alex Nigrelli – se presentó él tendiéndole la mano. – Acompáñeme a beber una copa de vino ...

– Es un poco pronto ... – Fluke se acordó de que estaba de vacaciones. – No, es una buena idea – rectificó Fluke sonriéndole.

Alex se quedó como media hora con Fluke y le dio una conversación cómoda y natural. Fue muy relajante después de la ansiedad que le había producido tratar con Ohm. Alex era un abogado de Florencia que estaba cuidando la casa de su madre mientras ella estaba fuera. Cuando le invitó a cenar a la noche siguiente, Fluke aceptó.

Pudo oír la voz de Earth que le gritaba en la cabeza. Era un hombre atractivo con trabajo y buenos modales. ¡Tenía que dejar de buscarle los defectos a todos los hombres que conocía! Earth le había dicho que había salido con tan pocos hombres porque era muy quisquilloso. Él, sin embargo, creía que eso no era justo, Earth tampoco se había dejado impresionar fácilmente.

A la mañana siguiente, fue hasta el impresionante palazzo de Beppe en su cochecito alquilado. Las enormes verjas estaban abiertas esperando su llegada. Recorrió despacio los enrevesados jardines con caminos de grava que había delante del edificio y aparcó. Se bajó del coche y se secó las manos en el desenfadado pantalón blanco que se había puesto con una camiseta azul marino y blanca y unas sandalias. Subió los escalones que llevaban a la puerta principal y un sirviente con chaqueta negra le abrió antes de que pudiera llegar a tocar la campanilla.

– Soy Fluke Natouch y venía a ver al señor Sorrentino.

– Sí, está esperándolo.

Fluke era un manojo de nervios e intentaba que no se le notara.

¿Sería Beppe su ...?

No, no quería pensar en eso porque era muy poco probable, ya que Beppe estaba casado en aquella época. Lo más probable era que Beppe le dijera que no había conocido a su madre lo bastante bien como para darle ninguna información útil sobre quién podría ser su padre.

Dueños del anhelo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora