Uno

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J A C K E S

Enjambre 2. Upsidion.

Mi casa apesta. El olor es tan agrio y nauseabundo que me aqueja el estómago. Me tapo la nariz con el dorso de la mano y camino a hurtadillas. La noche en Upsidion siempre es tranquila. El toque de queda está tan arraigado que nadie circula por los barrios del enjambre, así que lo único que percibo es mi rápida respiración.

Tengo una extraña sensación en el pecho. Me apoyo contra la pared y golpeo con decisión la puerta que conecta con la cocina. Mi corazón se retuerce y mis pulmones se detienen. Mi madre está tirada en el suelo. La sangre le brota por la boca, la nariz y los oídos. Todo su cuerpo está corroído y bañado en un color morado. Vislumbro a su lado a mis hermanos: presentan el mismo estado.

Quiero vomitar.

Oigo unos pasos. No puedo distinguir de dónde proceden. Me tiemblan las manos con tanta violencia que bajo la mirada hacia ellas. No sé cómo, pero tengo una pistola. En Upsidion las armas no están permitidas; su sola presencia debería asustarme, pero el frío contacto del metal y su suave peso sobre mis dedos me reconfortan.

— Jackes –reconozco su voz: es mi padre. Ha surgido de la nada y ahora está a escasos metros frente a mí.

El odio se apodera de todos los recovecos de mi alma. Todo esto ha sido culpa suya. Todo. Contemplo de nuevo a mis hermanos y a mi madre; y después me vuelvo hacia él. Tiene esa expresión seria y distante que siempre le ha caracterizado. Le da igual que hayan muerto.

Enfurezco y le apunto con el cañón de la pistola directamente al cráneo. Sus ojos azules se reflejan en los míos, fríos y serenos. Siempre me han dicho que nos parecemos y eso me repugna demasiado.

Acciono el gatillo.

El sonido de la bala atravesando su frente me estremece, pero cuando cae con un golpe sólido me siento aliviado. Me derrumbo contra el marco de la puerta.


Zona de entrenamiento.

Beta Dorada. 07:09h.

Observo el centro de la diana. He dado en el blanco por décima vez.

Dejo la pistola en el banco de armas, a escasos pasos de mí. Jessi me observa desde la otra calle, ensimismada. Parece esforzarse en descubrir por qué nunca fallo.

Noto el sudor sobre la frente.

— ¿Has terminado? –le dedico una sonrisa mientras me quito los guantes.

— Desde hace unos minutos –dice–, pero estaba entretenida viendo cómo colocas la pistola antes de disparar.

Me siento a su lado y dejo ir el aliento. Tengo el cuerpo en tensión; sin embargo, su acompasada respiración me calma. Me alegra que haya vuelto.

— Te he echado de menos, Jackes –dice.

Dejo ir una carcajada. Me gustaría decirle que yo también, que me he acordado constantemente de ella, pero soy demasiado cobarde como para confesárselo. En su lugar, sigo riendo como un estúpido mientras me concentro en estirar mi uniforme para que esté impecable.

— ¿Estás bien? Te noto preocupado.

Me encojo de hombros y niego con la cabeza, aunque sé que no puedo esconderle nada. Me conoce desde hace demasiado.

ForgottenWhere stories live. Discover now