JongIn

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No me quedaba nada cuando llegué a casa. Normalmente me gustaba la tranquilidad, pero me sorprendió no oír nada cuando entré. Solo eran las once, temprano para mí. Por otra parte, la definición de Kyungsoo de ser un búho nocturno podría haber sido diferente a la mía.

No sabía casi nada de mi esposo. Su habitación estaba en silencio cuando me paré en la puerta. Ni siquiera se oía una leve respiración. Encendí la luz y encontré una  cama vacía. El caos de esta tarde había sido controlado, sus pertenencias guardadas. Era casi como si siempre hubiera estado aquí.

Entré en la habitación y abrí el cajón de su mesilla de noche, sonriendo ante el contenido. Kyungsoo era un chico malo encubierto. No tenía solo un vibrador. Tenía varios.Al abrir el cajón por completo, me detuve en el contenido de la parte de atrás. Dos frascos de lubricante y una caja abierta de preservativos.

Una maldita caja abierta.Sin pensármelo dos veces, tomé la caja y la desmenucé en un puño. Podía quedarse con sus juguetes, pero no iba a traer a mi casa algo que había usado con otro hombre. Bajé las escaleras y salí de mi apartamento hacia el cubo de la basura, donde arrojé la caja y su contenido para que fueran incinerados. Porque a la mierda con eso.

No en mi casa. Volviendo a entrar, fui en busca de mi esposo. Obviamente
necesitábamos tener una conversación.
La claridad se abrió paso a través de mi nube de disgusto cuando me fijé en el charco de luz que había en el pasillo y que procedía del estudio. Por supuesto que estaba en el estudio.

Y efectivamente, lo encontré acurrucado bajo una de las mantas que había comprado pensando en él. Asimilé la escena. Una botella de agua vacía sobre la otomana y un plato cubierto de migas a su lado. Kyungsoo estaba en una esquina del sofá, con la cabeza apoyada en un cojín. El televisor estaba apagado y el mando a distancia descansaba sobre la palma de su mano floja. Dormido.

Estaba tan quieto que habría sospechado que estaba muerto si no fuera por el suave subir y bajar de su pecho.Me agaché frente a el y le aparté un mechón de la cara.

—Kyungsoo. Hora de ir a la cama. Sus ojos se agitaron, pero permanecieron cerrados.

—Tengo sueño.

—Lo sé, bonito. Pero dormirás mejor en tu propia cama. —Quité el mando y tomé su mano entre las mías, acariciando sus dedos con el pulgar.

—No es mi cama —murmuró.

—Ahora es tu cama. —Mi pulgar se posó en su dedo anular, y la ausencia de sus anillos me paralizó—. ¿Te has quitado los anillos? Sus dedos se flexionaron.

—Eso fue hace mucho tiempo.

—¿Cuánto tiempo? Su boca se curvó.

—Años.

—¿Y dónde los pusiste hace años? Su mano se levantó en dirección a la otomana. Me volví y enseguida los vi cerca de su plato. No tenía ni idea de cómo los había pasado por alto, pero los tomé y se los volví a poner con facilidad.

—Así está mejor —murmuré. Sus dedos volvieron a flexionarse.

—Es tan raro.

—Pero te quedan bien. Me miró por la rendija de un ojo.

—Shhh. —Luego me dio un golpecito en los labios con la punta del dedo—. No hables más. Voy a dormir aquí. Retiré la manta y él respondió haciéndose un ovillo aún más apretado.

—Despierta por mí.

—Hmmm… no. Ahora no. Prueba más tarde. Era guapo, pero estaba demasiado cansado para luchar contra él.

—Vamos. —De un golpe, lo tenía de pie y en mis brazos.

—Vámonos. Sorprendido, me rodeó el cuello con los brazos.

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Un esposo inconvenienteWhere stories live. Discover now