Almas gemelas - Paul

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Tres meses después

Ya había terminado el curso, la verdad que había sido increíble, había aprendido un montón de cosas, incluso algunas que me servirían para el cine, también componía mucho mejor, a lo mejor en un futuro empezaba a centrarme algo más en la música. En este momento me encontraba en un tren destino Madrid, por la ventana se veía como llovía bastante, cosa que me estaba inspirando para escribir, cogí mi libreta y al ponerme a pasar páginas me encontré con algo que había olvidado por completo, aquella melodía que comencé en el parque, seguía sin letra, lo único que ponía era "Amor", el tema que tenía pensado, pero que en ese momento no me salía. Quizá había llegado el momento de empezar, de escribir sobre una historia de amor, sobre mi historia para ser exactos.

Después de unas horas, llegué a Madrid, echaba de menos mi casa no voy a mentir, estaba bastante nervioso por ver la reacción de Álvaro al verme. La única persona que sabía cuando volvía era Bea, ya que necesitaba que Álvaro estuviera en casa. Poco menos de media hora después, me encontraba en la puerta de casa, llamé al timbre, con el corazón a punto de salirse del pecho. Y un Álvaro con pantalones de pijama y una sudadera con la capucha puesta me abrió la puerta.

- Sorpresa.

- PAUL-. Salió corriendo a mis brazos, casi lanzándose a mí-. ¿Qué haces aquí?-. Se separó -. ¿El curso no termina mañana?.

- No, terminaba ayer, y estos dos días eran los que nos daban para recoger nuestras cosas y marchar.

- Que bien que estés ya aquí te echaba muchísimo de menos-. Ya entramos en casa.

- Felices tres meses por cierto-. Se quedó mirándome con cara de no entender nada.

- Espera-. Se acercó un poco a mí-. ¿Has venido antes por esto?.

- Me temo que tienes al mejor novio del mundo.

- Joder Paul como te quiero-. Esta vez se lanzó a mis labios. Colocó una mano en mi espalda y la otra la enredó en mi pelo, yo, como de costumbre, me acerqué más, si acaso era posible, agarrándole de la cintura. Por un momento volvimos a sentirnos, a recordar lo que éramos el uno para el otro. Sentir de nuevo sus labios, su cuerpo, su pelo, era lo que me hacía falta para confirmar que definitivamente estaba en casa.

Esa tarde simplemente nos dedicamos a estar tumbados en el sofá, abrazados, hablando de la vida, le conté algunas de las muchas cosas que había hecho en Barcelona, también le hablé de Lucas y Naiara, y de los majos que habían sido conmigo todo este tiempo. El me estuvo contando cosas de la universidad, pero tampoco mucho.

- Fíjate si he estado aburrido que más de una tarde me he puesto a ver películas-. Me dijo.

- ¿Enserio?, no te creo.

- Pues créeme porque es verdad, Bea te lo puede confirmar, creo que he visto más de diez películas en este tiempo.

- ¿Y enteras?.

- Eso ya no lo sé-. Me confesó, a lo que no pude evitar soltar una carcajada.

- Cuando saque mis propias películas te invitaré a preestrenos con la condición de no dormirte.

- Lo puedo intentar.

- Madre mía sigo sin entender como estamos juntos, tenemos super pocas cosas en común.

- Por eso mismo, las diferencias nos unen Polito.

- ¿Crees en las almas gemelas?

- No se, ese tipo de cosas no se suelen creer hasta que las sientes.

- Pues yo si que creo entonces, porque lo siento, lo siento contigo Álvaro Mayo. 

La melodía de las amapolasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora