Parte 2

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El olor a pan recién horneado inundaba la acera, Nanami estaba a tres negocios de la panadería y ya podía sentir como sus cinco sentidos se llenaban de su comida favorita: un sándwich de pavo con pan recién hecho.

La campanilla de la puerta anunció la llegada de un nuevo cliente, dejando ver la figura de Kento Nanami atravesando la entrada. La chica que limpiaba las mesas suspiró y la que estaba en la caja se acomodó el cabello, había llegado el cliente más esperado de las mañanas: el elegante oficinista rubio, guapote y alto que era amigo de Haibara. El tipo que vestía con sacos de diseñador y olía a perfume caro.

—¡Buenos días! ¿Qué va pedir hoy?

Nanami refunfuñó un poco para sus adentros, si estuviera Haibara en la caja no tendría que contestar a esa pregunta. Todos los días pedía lo mismo y estaba tan cansado que le daba pereza hablar.

—Un americano y un sándwich de pavo, por favor.

La cajera contó las monedas del cambio al menos tres veces para asegurarse de que estaba dando bien el dinero, realmente este hombre precioso la desconcentraba. Le gustaba mucho, era precioso. Le sonrió, e incluso, se atrevió a rozar levemente sus dedos en la masculina mano de Nanami cuando le dio las monedas con el ticket de compra. Pero el hombre ni se inmutó.

—¡Voy a tomar mi break! —anunció Haibara con una sonrisa y los ojos fijos en su amigo oficinista, sacándose el delantal y el gorro del uniforme, para luego servirse un jugo de mora con leche más algunos panecillos dulces.

Sus dos compañeras de trabajo lo vieron con envidia.

—¡Hoy sí que tienes mala pinta, Nanami! Tienes muchas ojeras, ¿estás bien? —preguntaba Haibara sentándose al frente de su nuevo amigo. La verdad Kento lucía fatal: estaba más pálido y ojeroso que de costumbre, aunque se podía disimular casi perfectamente gracias a su peinado y ropa impecables.

—No es nada, solo trabajé hasta las tres de la mañana —dijo lentamente como quien todavía tiene la cabeza apoyada en la comodidad de su almohada. Ojalá pudiera estar en su cama reparando fuerzas y no de camino al trabajo.

—Oh... lo siento —nuevamente en la carita de Haibara apareció la expresión de tristeza que hacía sentir culpable a Kento, aunque luego continuó con una sonrisa— ¡A esa hora estaba yo bien dormido en los brazos de Morfeo!

Nanami casi se ahoga con el café, tragando con ojos llorosos mientras cubría su boca con una mano. Trató de calmarse. Una suave risa se escuchó dos segundos después.

Haibara lo hizo reír.

¿Cuánto tiempo pasó de la última vez que rio en voz alta?

—Debe ser agradable dormir abrazado con el Dios del Sueño —Nanami sonrió con los ojos y Haibara dejó escapar una sonrisa nerviosa.

Los siguientes minutos conversaron sobre cómo era la vida del trabajo de oficina, con sus múltiples departamentos y jefes, las exigencias, los extensos horarios, el agotamiento mental.

—Deberías desayunar un poco mejor, algo más que un sándwich y café —sentenció Haibara, considerando los grandes esfuerzos que hacía su amigo— porque necesitas más energías para...

—¡Haibara! — interrumpió la voz de una mujer— Es tiempo de regresar al trabajo, querido.

Se trataba de su jefa, Yuki Tsukumo, la dueña del establecimiento. Tanto conversaron los amigos que no se dieron cuenta de la hora; de hecho, ya era un poco tarde para Nanami también.

—Disculpe, por mi causa Haibara se ha demorado en su break. Por favor, no lo reprenda a causa mía —se disculpó Nanami con la mujer, haciendo ruborizar al chico.

—No pasa nada es solo un pequeño recordatorio, por cierto ¿Cuál es tu tipo de mujer?

Nanami se quedó pasmado, ¿qué clase de pregunta era esa en esta situación? ¿lo estaba poniendo a prueba esa mujer? Escuchó las risitas de la cajera y la chica que limpiaba, seguro estaban esperando una respuesta para ver si encajaban en su tipo ideal, pero ¿cuál era su tipo de mujer? Ni siquiera él mismo lo sabía, no tenía tiempo para pensar en mujeres...

—¡A MI ME GUSTA LA GENTE QUE COME MUCHO! —respondió Haibara desesperado por remediar la incómoda situación que se generó en torno a Nanami.

—Eso ya lo sabemos —respondió su jefa entre risas—. Vamos, ¡a trabajar!

Haibara se levantó de su asiento susurrando a Nanami un "espera aquí". Él se quedó mirando como ambos desaparecían tras el mostrador lleno de pancitos y dulces, revisó la hora, bebió rápidamente lo último que quedaba en su taza de café y sintió regresar a Haibara.

—Ten —le dijo, dándole una bolsita de papel con un dulce dentro.

—No he pedido nada más —respondió Nanami, confundido.

—¡Eso va por cuenta de la casa! —Yu le giñó un ojo, acompañado de una de sus más hermosas sonrisas— Espero que te guste, ¡nos vemos!

Estando en la oficina, Nanami puso el dulce cerca del monitor de su ordenador, lo comería después del almuerzo. Mientras trabajaba, se descubrió a sí mismo mirando de a ratos la bolsa de papel, haciéndolo sonreír levemente. Era bonito que alguien tuviera un gesto con él. Era bonito que alguien lo tratara amablemente, sin gritos, sin malos tratos, sin tratarlo como a un esclavo, como a un robot que genera dinero para otros. Había alguien que quería ser su amigo. Alguien amable, risueño.

"¿Cuál es tu tipo de mujer?"
"¡A mí me gusta la gente que come mucho!"

Inconscientemente pensó que estaría bien comeralgo más que un sándwich y un café en el desayuno

Pancito con CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora