Capitulo XIII

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Esas palabras no podía procesarlo

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Esas palabras no podía procesarlo.

¿Daemon trabaja para ellos?

¿El me mataría a pesar de todo?

Ese beso en la fiesta de Halloween ¿Fue una mentira?

Todo paso tan rápido y cuando el al fin consigue mi confianza, me enteró que su plan;  siempre fue utilizarme.

Me moví bruscamente para liberarme de Daemon; de su toque que me hacia sentir muchas cosas al mismo tiempo. Ya no quería nada que viniera parte de el, nunca más. La puerta de la habitación se cerró de golpe y las voces no se escuchaban más.

—Deja de moverte —siseo—. Puedes dejar de ser tan... —No lo deje ni pronunciar la última palabra cuando lo empujé con todas mis fuerzas contra la bañera donde nos habíamos escondido.

—¡Cómo pudiste! —Mi voz se desgarro llena de ira—. Confíe en ti y así me lo devuelves ¿Esa es la mierda qué eres, Daemon? —Las palabras de mi boca salieron en un susurró. No me esperaba esto de el.

—Yo nunca te mataría, Michelle. —Se acercó acariciando mi mejilla pero la aparté de un manotazo.

—¿Entonces lo qué dijeron esos tipos fue inventado? —resoplé. Estaba harta de sus mentiras, si algo podía describir a Daemon; era su facilidad de ocultar todo con una mentira—. Ni tu te crees lo que dices.

Caminé fuera del baño, acomodando mi falda arrugada.

—No te quiero ver cerca de mí, me das asco —murmure entre dientes.

—No tengo intenciones de matarte, lo juro. —Camino hasta llegar a la puerta y bloquear mi paso—. Lo de ellos era cierto pero ya no lo haría, Pequeña —suspiró—. Tienes que creerme.

—Tú hiciste todo esto. —Lo culpe sin resentimiento—. Si no hubieras aparecido en mí vida estaríamos bien, cómo lo era antes. Tu arruinas todo lo que tocas.

El nudo en mi garganta ardió, me dolió decirle eso; estaba claro que era una mentira pero estaba enojada con el.

—Como si eso cambiaría las cosas —bufo—. Ellos hubieran venido de todas maneras a matarte, y déjame decirte algo Michelle. —Camino lentamente hacia mi mientras yo retrocedía—. Tu vida nunca estuvo bien, era una mierda. Te estoy salvando la puta vida y aún así me echas culpas.

—Me vale un carajo lo que hagas, yo no te pedí que lo hicieras; por mi moriría ahora mismo —escupí—. Me se cuidar yo sola. —Me cruce de brazos a la defensiva— ¿Entendiste?

—¿Segura que te sabes cuidar tu solita, Michelle? —susurró y dio pasos largos hasta quedar a centímetros de mi cara.

—¿Cómo las veces que deambulabas alcoholizada por ahí? —Elevo mi mentón, obligándome a mirarlo—¿Quién crees que te regresaba a casa?

Mi Perversa ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora