(Coño de la madre puta)
Emma Soreen
Estaba en mi cama, boca arriba, pensando en lo que casi había sucedido en las bodegas, en cómo Juliette casi me besaba. No dejaba de imaginar lo que podría haber pasado si no hubiera sido por la aparición repentina de su hermano, Archie.
¿Si hubiera ocurrido ese beso, habría podido detenerlo?
Nunca había considerado cómo sería besar los labios de Juliette, pero después de esa noche, no podía dejar de pensar en ellos, en cómo se sentiría besarla, sentirla. Había despertado una curiosidad en mí.
No es correcto, definitivamente, ni siquiera debería tener estos pensamientos con novia, pero no podía evitarlo. Una parte de mí quería saber cómo sería un beso con ella, mientras que la otra sabía que no era lo correcto.
De repente, un llamado me sacó de mis pensamientos más profundos.
— ¡Emma! —fruncí el ceño, me senté en la cama mientras me quitaba los audífonos. Mi mamá estaba parada frente a mí, con los brazos cruzados.
— ¿Qué pasa? —pregunté, pausando la música en mi celular.
— Llevo cinco minutos hablándote y no me escuchas, estabas ida —se acercó a la cama y se sentó junto a mí— ¿Está todo bien? ¿Peleaste con Zoey? ¿Con tus amigos?
Negué.
— No solo... pensaba en cosas sin sentido, no te preocupes.
Ella soltó un suspiro.
— Sea lo que sea, puedes hablarlo conmigo, hija. Por algo soy tu madre —le dije, sonriendo. Ella hizo lo mismo y se levantó de la cama—. El desayuno está listo. Nos gustaría que bajaras a comer con nosotros.
— ¿Nosotros?
— Tu papá también está aquí, y tiene muchas ganas de que bajes a desayunar con él.
Solté un suspiro y desvíe la mirada. Sentí a mi madre sentarse de nuevo a mi lado.
— Hija, tienes que ser un poco más comprensiva con él. Su enfermedad no es nada fácil —dijo, con un tono de preocupación. Fruncí el ceño. ¿Comprensiva? ¿Acaso debía ser comprensiva cada vez que me golpeaba? Era frustrante—. Solo estará aquí un mes. En una semana es Navidad. Después de Año Nuevo se irá. Sopórtalo estos días, por favor.
La miré y terminé asintiendo.
— En unos minutos bajo —murmuré.
Ella sonrió, me dio un beso en la cabeza antes de levantarse y salir.
Al quedarme sola, me dejé caer de nuevo en la cama.
Vaya mierda.
Estábamos en el comedor, el desayuno ya estaba servido.
— Y... ¿ya hiciste tu carta de navidad Jeremy?— preguntó mi padre, mi hermano asintió con emoción.
Mamá sonrió.
— ¿Qué pediste corazón?— Preguntó.
— No puedo decirlo, pero es algo muy grande— Sonrió, mamá y papá se miraron entre si.
De pronto, sentí la mirada de papa en mi.
— ¿Y tú Emma?— Preguntó — ¿hiciste una carta?
— Pero papá— interrumpió Jeremy, con una ligera confusión — ¿Qué no Santa no le regala cosas a las niñas grandes?