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El corazón me latía a un ritmo ridículamente acelerado. Parecía el de una niña pequeña a punto de salir al escenario para su primer recital de ballet, solo que lo mío era peor. Mucho peor. Me dirigía hacia casa de Red para contarle la verdad acerca de lo que sentía por él, y a cada paso que daba estaba más nerviosa, aunque no sabía si era por la confesión o por miedo a que no quisiera ni verme. Seguramente fuera una mezcla de ambas cosas.

Gracias a Dios, no tuve que preocuparme mucho más por si se me iba a salir el corazón del pecho o no, ya que, al vivir bastante cerca, en cinco minutos ya estaba cruzando el camino de entrada de la casa de Red.

—Está bien, Chloe, tranquilízate —me dije en un susurro—. Ya estás aquí, así que no tiene sentido dar la vuelta.

Sin embargo, mis pies amenazaban con desandar todo el camino hasta volver a casa y encerrarme en mi habitación, donde podía seguir llorando unas lágrimas que ya no me quedaban. Así pues, mi mano actuó antes de que eso pudiera pasar y dio unos golpes a la puerta principal. Ya estaba hecho; no había vuelta atrás.

En los diez segundos que la puerta tardó en abrirse, me pasé los dedos por el pelo unas tres veces y me mojé los labios otras tantas. Ni siquiera había conseguido tranquilizarme. Solo esperaba que Red no me cerrara la puerta en la cara.

Cuando la puerta se abrió delante de mí y una Red bastante sorprendida apareció ante mis ojos, no pude evitar sonreír tímidamente. Hacía días que no estábamos tan cerca, lo que solo consiguió que mi respiración se entrecortara.

—Chloe. —Su voz sonó firme, no suave como lo había sido conmigo tiempo atrás—. ¿Qué haces aquí?

—Vengo a hablar contigo, Red...

Ella no se pensó ni un segundo su respuesta.

—Te dije que no vinieras a mí cuando Melody te rompiera el corazón.

Irónicamente, mi corazón se encogió ante su comentario. Si tan solo supiera que ahora mismo era ella quien lo sostenía entre sus manos y que solo le harían falta cuatro palabras hirientes para estrujarlo del todo. Su mirada acusatoria no ayudaba nada. Al menos no me había estampado la puerta en las narices, era una señal de que debía insistir.

—No, Red, no es... —empecé de nuevo.

—No, lo que no debe ser es que acudas a mí cuando has estado jugando conmigo todo este tiempo —me interrumpió—. ¿No te ha quedado claro que ya no estamos juntos, Chloe? ¿Acaso tienes otra prima a la que le has contado que tienes una novia que realmente no tienes y vuelves a necesitarme para que te llame amor y te bese por las esquinas?

Entendía que Red estuviera enfadada, pero sus palabras me hicieron mucho daño, así que las lágrimas acudieron a mis ojos y empezaron a amenazar con salir. Red dio un paso hacia delante, saliendo al porche de su casa y obligándome a mí a dar uno hacia atrás para no quedar pegada, pecho con pecho con ella. Una semana antes, ni siquiera me habría apartado, pero ahora, movida por el miedo a que todo saliera terriblemente mal, no me salió otra cosa que dejar espacio entre nosotras.

—De verdad, Chloe —continuó Red, ya que parecía que mi capacidad para hablar estaba enterrada muy profundamente—, ¿no crees que ya has causado suficiente daño?

Ahora sí, las primeras lágrimas comenzaron a brotar. Por un momento, me pareció que la expresión de Red se ablandaba un poco, pero lo cierto es que no fue así. Permanecía impasible. Y yo me odiaba por mostrarme tan débil delante de una chica que hasta hace unos meses no significaba nada, pero que ahora lo significaba todo. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida de enamorarme de ella sin darme cuenta hasta que fue demasiado tarde?

Do we have a deal? Chloe/RedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora