capítulo 12. - el viaje

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Era 10 de Julio. Estaban todos subidos a la furgoneta de 6 plazas del padre de Álvaro y fuera hacía un calor infernal, pero a diferencia del coche de Violeta, tenían aire acondicionado dentro del vehículo.

Lily había hecho todo lo posible para que asistiera al viaje y finalmente lo consiguió. Probablemente después de esos días Francisco no le vuelva a dirigir la palabra, y con razón. Pero por ahora ahí estaba, escuchando la playlist que había hecho Ruslana para el camino en la que todavía no había sonado ninguna canción que se supiese.

Sin embargo, la música la tenía en un segundo plano ya que Martin lo estaba acariciando metiendo la mano por el hueco del asiento de forma discreta. Alcanzaba con facilidad la piel descubierta de su muslo y hacía distintas formas con sus dedos sobre ella pero no lograba distinguir ninguna, tampoco le importaba. El camarero había escogido el asiento de la sexta plaza porque decía que le hacía ilusión. A estas alturas no sabía si era del todo por eso.

No habían hablado mucho esos días. Se habían visto varias veces, se habían besado otras cuantas pero sin muchas palabras y aquello le estaba empezando a pesar más de lo que imaginaba. Parecía que no podían tener una conversación sin que fuera incómodo o sin que alguna rareza resaltara e hiciera la situación menos amable. Tampoco es que supiese como tenía que actuar, o más bien no sabía de dónde sacar la valentía que le faltaba para exponerle al chico lo que le pasaba. Todo entre ellos tenía un sabor agridulce últimamente.

Martin estaba bien, o eso había percibido, algo confuso quizás pero apenas lo mostraba. Estaba seguro de que había notado el cambio entre ellos pero tampoco lo quería decir en voz alta, por si eso trajese consigo solo más cambios de los que ninguno se quería hacer cargo.

Hacía varios días en la cafetería, habían tenido una pequeña discusión por algo relacionado con unos clientes y le sentó peor de lo que debería la mala contestación que tuvo hacia él.

La extrañeza entre ellos se disipaba cuando Martin, sin saberlo, lo convencía de que su enfado no era lo suficiente valioso como para perder su tacto. Y ya ahí se perdía, todo el espacio que había construido entre ellos se desvanecía cuando Martin le rogaba un beso. Él no era nadie para negarle nada.

Como ahora, que era incapaz de apartar sus caricias y solo podía dedicarse a disfrutarlas. Martin estaba apoyado en el respaldo del asiento de Juanjo, para aumentar la cercanía de forma disimulada, mientras hablaba de una cantante inglesa de forma animada con Álvaro.

Ruslana estaba en medio al ser la más pequeña y los dos cuerpos largos de Álvaro y Juanjo la enmarcaban en cada esquina. Violeta conducía y Almudena era la copiloto, ambas hablaban de un tema totalmente diferente, entre la música y el aire acondicionado era imposible mantener una conversación conjunta.

Tardaron unas tres horas en llegar al pueblo de la tía de Violeta. Aparcó dentro de la casa y bajaron todas las bolsas de comida y maletas con la emoción de volver a ese sitio, y él por conocerlo por primera vez.

La casa era amarilla con los ventanales azules, y por lo poco que había podido ver desde fuera era igual de bonita que todas las del lugar. El aire olía más salado que en el pueblo. El mar estaba tan cerca que temía levantarse al día siguiente y tener el agua por las rodillas a causa de alguna ola de madrugada.

Almudena y Violeta asignaron las habitaciones de la forma que consideraron que todos estarían de acuerdo. Almudena con Ruslana, Violeta con Martin y Juanjo con Álvaro. No le pasó desapercibida la mirada que le dedicó el camarero desde la otra esquina de la sala de estar. Lo iba a volver loco.

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