cap. 6: La noche de San Juan

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La mañana después de la reveladora conversación con Alejandro y el intercambio de secretos con Marta fue una de esas mañanas en las que el sol parecía más brillante y el aire más fresco. Aunque había una ligera preocupación en el fondo de mi mente, el día transcurría con un aire de festividad. Era el 23 de junio, la víspera de San Juan, y la playa se preparaba para una de las noches más esperadas del verano.La tradición de la fiesta en la playa era algo que todos esperábamos. La playa se llenaría de fogatas, música y risas. Era una noche para celebrar, y todos, incluidos nosotros, nos uníamos para disfrutarla. Sin embargo, a pesar de la atmósfera festiva, no podía sacudirme una sensación de inquietud.

Desde que me enteré de los sentimientos de Alexandra y los míos propios, cualquier cosa relacionada con ella me afectaba de manera diferente. Especialmente cuando se trataba de otros chicos interesándose en ella. La llegada de la noche de San Juan traía consigo una serie de inquietudes que no podía ignorar.La playa estaba desbordante de gente cuando llegué con mis hermanos y Alejandro. La música estaba a todo volumen, y el aroma de la comida y las brasas llenaba el aire. Nos reunimos con la familia Martínez y otros amigos. Alexandra estaba espléndida, vestida con un elegante vestido blanco que la hacía brillar bajo la luz de la luna.A medida que la noche avanzaba, comencé a notar a algunos chicos que no conocíamos, que estaban claramente interesados en Alexandra. Me daba cuenta de que cada vez que ella sonreía o reía, uno de esos chicos estaba a su lado, buscando llamar su atención. Mi instinto protector y los sentimientos que intentaba ocultar comenzaban a aflorar.

Uno de esos chicos, Marco, se acercó a Alexandra con una confianza descarada. Desde el principio, me resultó evidente que Marco estaba ahí para tontear con ella. Su forma de hablar y sus gestos, eran demasiado evidentes. Cada vez que se acercaba a ella, yo me sentía cada vez más incómodo, aunque tratara de mantenerme calmado.—Carlos, ¿qué estás haciendo? —preguntó Alexandra, claramente molesta.

—Lo siento, Alexandra. Solo pensé que era mejor que te llevara a casa. No me gustaba cómo Marco estaba actuando —dije, tratando de sonar tan calmado como podía, aunque mi voz traicionaba mi ansiedad.

Alexandra no dijo nada más durante el trayecto. La tensión entre nosotros era palpable. Cuando llegamos a la casa, ella se soltó de mi mano y me miró con una mezcla de enfado y frustración.—¿Por qué hiciste eso? —dijo Alexandra con una voz tensa—. No entiendo por qué te importa tanto.

—Alexandra, no se trata solo de eso. Me preocupa que te haga sentir incómoda —respondí, tratando de encontrar las palabras adecuadas—. No sé por qué, pero me dolía ver cómo Marco estaba cerca de ti.

Ella cruzó los brazos, la frustración evidente en su postura.

—Carlos, ¿no ves que me estás tratando como si no pudiera tomar mis propias decisiones? —dijo, su voz temblando con emoción—. No necesito que me protejas de esa manera.Me quedé en silencio, incapaz de encontrar una respuesta que pudiera apaciguarla. Sabía que mi comportamiento había sido impulsivo, pero mis sentimientos estaban enredados de una manera que no podía controlar.

Alexandra se dio la vuelta, dirigiéndose hacia su habitación sin decir otra palabra. La puerta se cerró detrás de ella, dejándome solo con mis pensamientos. La noche de San Juan, que había comenzado con tantas promesas de alegría y celebración, se había convertido en un campo de batalla emocional.Me quedé en el pasillo, sintiendo un nudo en el estómago. Había intentado protegerla, pero en realidad solo había aumentado la tensión entre nosotros. La fiesta en la playa continuaba, pero para mí, el verdadero desafío estaba dentro de esa casa. La lucha entre mis sentimientos y el deseo de mantener las cosas en orden seguía sin resolverse, y la noche estaba lejos de terminar.

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El día avanzó sin más altercados, y Carlos se sintió aliviado por la conversación con Alexandra. Sin embargo, había algo más en su mente que necesitaba resolver. Decidió hablar con Alejandro para compartir sus pensamientos sobre la conversación y los sentimientos que había surgido.

—Voy a buscar a Alejandro para contarle cómo nos fue —le dijo a Alexandra, quien asintió en señal de comprensión.Carlos se dirigió a la habitación donde sabía que Alejandro solía estar.

Al llegar, subió las escaleras y se detuvo frente a la puerta, dispuesto a abrirla y contarle a su amigo sobre la conversación con Alexandra. Sin embargo, al abrir la puerta, lo que vio lo dejó paralizado.

Alejandro y Marta estaban en la habitación, sus labios unidos en un beso que parecía más íntimo de lo que Carlos hubiera esperado. La escena fue una sorpresa inesperada y dejó a Carlos en estado de shock.

—¡Lo siento! —exclamó Carlos, cerrando la puerta rápidamente y dando un paso atrás—. No quería interrumpir.

Alejandro y Marta, sorprendidos por la interrupción, se apartaron rápidamente y comenzaron a recomponerse. Alejandro salió al pasillo con una expresión preocupada en su rostro.

—Carlos, espera —dijo Alejandro, tratando de calmar la situación—. No es lo que parece.

Carlos, aún recuperándose de la sorpresa, frunció el ceño.

—¿En serio? Porque eso parecía bastante claro —dijo con un tono que reflejaba su desconcierto—. Solo quería hablar contigo sobre la conversación que tuve con Alexandra.Alejandro, visiblemente incómodo, asintió.

—Sí, lo sé. Lo siento por esto. Podemos hablar en otro lugar.

Ambos se dirigieron a un rincón apartado de la casa, lejos de los demás, para evitar más interrupciones. Carlos se sentó en una silla cercana, tratando de enfocar sus pensamientos.

—Bueno, como te dije antes, Alexandra y yo hablamos y aclaramos algunas cosas —comenzó Carlos—. Ella estaba molesta por lo que pasó anoche, pero logramos resolverlo. Sin embargo, hay algo más que necesito contarte.
Alejandro lo miró con atención, ansioso por escuchar.

—¿Qué sucede? —preguntó Alejandro.

Carlos tomó una respiración profunda antes de continuar.

—Lo que vi hace un momento... te vi a ti y a Marta... —dijo Carlos, evitando mirar directamente a su amigo—. No sabía que había algo entre ustedes. Me sorprendió, para ser honesto.

Alejandro se pasó una mano por el cabello, claramente abrumado por la situación.—Sí, lo entiendo. Marta y yo... bueno, surgió algo entre nosotros. No quería que supieras así, pero las cosas se dieron de una manera inesperada.

Carlos asintió lentamente, tratando de procesar la nueva información.

—Está bien. Solo quería que supieras que no te juzgo por eso. Pero también quería que supieras que, si alguna vez necesitas hablar sobre esto o cualquier otra cosa, estoy aquí para escucharte.

Alejandro agradeció el gesto y la comprensión de Carlos.—Gracias. Aprecio que lo entiendas. Ahora, ¿quieres hablar sobre lo de Alexandra? Estoy dispuesto a escuchar.

Carlos, aún con la mente enredada por los recientes acontecimientos, compartió con Alejandro lo que había sucedido con Alexandra, lo que habían discutido y cómo se sentía acerca de la situación.

La conversación fue sincera y abierta, y aunque el tema del beso de Alejandro y Marta había creado una capa adicional de complejidad, ambos amigos encontraron consuelo en el hecho de que podían hablar de sus problemas abiertamente.

Después de la charla, Carlos se sintió un poco más aliviado, aunque el día aún tenía muchos matices por resolver. Sabía que, a pesar de los desafíos, lo importante era enfrentar las situaciones con honestidad y empatía, tanto con Alexandra como con sus amigos.

Mientras el sol continuaba su ascenso en el cielo, Carlos y Alejandro se dirigieron de nuevo a la playa, listos para enfrentar el día con una nueva perspectiva y un entendimiento más profundo de sus relaciones y sentimientos.

El verano en El Palmar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora