Era una tarde fría de diciembre cuando Alexandra regresó a casa después de un largo día de trabajo. La oscuridad ya había comenzado a caer, y las luces cálidas de la casa la recibieron con una sensación reconfortante. Cerró la puerta detrás de ella, suspirando profundamente mientras se quitaba el abrigo y colgaba su bolso. Todo lo que deseaba en ese momento era reunirse con su familia y disfrutar de un rato de tranquilidad.
El silencio en la casa era inusual. Normalmente, al llegar, podía escuchar el sonido de risas o de Martín correteando por el pasillo, pero esta vez solo se escuchaba el suave crujido de la calefacción. Alexandra dejó sus zapatos junto a la puerta y se dirigió hacia la sala de estar, preguntándose dónde estarían Carlos y Martín.
Cuando llegó al umbral de la sala, su corazón se llenó de ternura. Allí, en el sofá, encontró a Carlos y a Martín profundamente dormidos. Martín estaba acurrucado en el pecho de su padre, su pequeña figura cubierta con una manta, mientras que Carlos lo mantenía seguro con un brazo alrededor de él. Ambos tenían una expresión de paz en sus rostros, y el suave ritmo de su respiración llenaba el aire con una calma que envolvía toda la habitación.
Alexandra se quedó de pie por un momento, observándolos con una sonrisa suave en los labios. Había algo mágico en ver a sus dos amores así, tan tranquilos y conectados. No quería romper ese momento, así que se acercó con cuidado, tratando de no hacer ruido.
Se agachó junto al sofá y acarició suavemente el cabello de Martín, que suspiró en sueños pero no se despertó. Luego, levantó la mirada hacia Carlos, que, aunque dormido, tenía una ligera sonrisa en los labios. La escena era perfecta, y Alexandra sintió una oleada de gratitud por la vida que habían construido juntos.
Después de unos momentos, Alexandra decidió no despertarlos. Se levantó y fue a la cocina, donde preparó una taza de té caliente. Con la taza en las manos, volvió a la sala y se sentó en un sillón cercano, donde podía seguir observando a Carlos y a Martín. Se acomodó y tomó un sorbo de su té, dejando que el calor se extendiera por su cuerpo mientras el día quedaba atrás.
Los minutos pasaron, y mientras Alexandra disfrutaba de la tranquilidad, comenzó a repasar mentalmente los momentos del día. El trabajo había sido agotador, pero valía la pena cada esfuerzo para poder volver a casa y ver a su familia así, llena de amor y paz. Sintió una profunda satisfacción al ver cómo Carlos era el padre que siempre había imaginado para su hijo, y cómo Martín, en sus tres años de vida, había traído tanta alegría a sus vidas.
Eventualmente, Carlos comenzó a moverse ligeramente, despertándose del sueño. Abrió los ojos lentamente y lo primero que vio fue a Martín dormido en su pecho. Sonrió, acariciando la pequeña espalda de su hijo, antes de levantar la vista y ver a Alexandra sentada en el sillón, observándolos con amor.
—Hey —dijo Carlos en voz baja, tratando de no despertar a Martín.
—Hey —respondió Alexandra con una sonrisa—. Me alegra ver que están cómodos.
Carlos se rió suavemente, moviéndose con cuidado para no despertar a Martín mientras se incorporaba un poco en el sofá.
—Sí, el pequeño se quedó dormido después de jugar un rato. Y yo, bueno, no pude evitar unirme a él —dijo Carlos, con una expresión de disculpa.
—No te preocupes —dijo Alexandra, levantándose para acercarse a ellos—. Se ven adorables.
Se sentó junto a Carlos y acarició la mejilla de Martín, quien se movió ligeramente pero continuó durmiendo profundamente.
—Ha sido un día largo para él también —dijo Carlos—. Estaba tan emocionado de que llegaras a casa que se quedó agotado esperando.
Alexandra sonrió, inclinándose para besar suavemente la frente de Martín antes de mirar a Carlos.
—Y tú, ¿cómo estás? —preguntó ella, sus ojos llenos de ternura.
Carlos la miró con una sonrisa cansada pero sincera.
—Estoy bien, ahora que estás aquí —respondió, acercándose para darle un beso en la frente—. ¿Cómo estuvo tu día?
—Largo, pero ya estoy en casa —dijo Alexandra, recostando su cabeza en el hombro de Carlos mientras ambos miraban a Martín—. Y eso es todo lo que necesito.
Carlos asintió, entendiendo perfectamente lo que ella sentía. En ese momento, nada más importaba. Alexandra, Carlos, y Martín estaban juntos, y eso hacía que cualquier dificultad del día desapareciera.
Los dos permanecieron en silencio por un rato, disfrutando de la calma de la tarde. Alexandra se acurrucó más cerca de Carlos, y juntos se quedaron allí, en el sofá, observando a su pequeño hijo dormir. A medida que la tarde se desvanecía y la noche comenzaba a caer, la casa se llenó de una sensación de hogar, de un amor que no necesitaba palabras para ser comprendido.
Finalmente, cuando la oscuridad se hizo más profunda, Alexandra susurró:
—Deberíamos llevarlo a su cama.
Carlos asintió, levantándose con cuidado para no despertar a Martín. Con un movimiento suave, lo recogió en sus brazos y lo llevó a su habitación, con Alexandra siguiéndolos de cerca. Después de acomodar a Martín en su cama, cubriéndolo con su manta favorita, los dos se quedaron un momento en la puerta, observando a su hijo dormir con una paz infinita.
—Te amo —susurró Carlos, rodeando la cintura de Alexandra con su brazo mientras la atraía hacia él.
—Y yo a ti —respondió Alexandra, apoyando su cabeza en el pecho de Carlos.
Con una última mirada a Martín, cerraron la puerta suavemente y se dirigieron de vuelta a la sala, listos para pasar el resto de la noche juntos, sabiendo que su familia estaba completa y llena de amor.
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El verano en El Palmar
RomanceLa familia Alcaraz y la familia Martínez siempre pasaban los veranos en El Palmar, Cádiz ,las familias eran muy unidas y dentro de esa unión estaban Carlos y Alexandra,mejores amigos desde la infancia,hasta ese verano,ese verano fue el cambio de tod...