Capítulo XIII

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El cansancio en sus parpados no le dejaban abrir de manera  rápida sus ojos, quería ver a su pequeño hijo, sentirlo en sus  brazos, besar sus mejillas: deseaba conocerlo.

Sin embargo el inquietante silencio en la casa lo comenzaba a poner ansioso, se incorporó un poco en el futón, tallo sus ojos con algo de violencia parpadeando rápidamente para poder enfocar su visión en la habitación en la que se encontraba.

– ¿namin~? – preguntó sintiendo un poco de dolor – ¿namin? – volvió a preguntar un poco más desesperado.

Se levantó de donde se encontraba con dolor, no escuchaba nada y su imaginación comenzó a  imaginar los peores escenarios, entre ellos el que le heló la sangre fue que donde su bebé no sobrevivía.

Con el corazón acelerado y lo más rápido que podía se acercó  a la puerta abriéndola de inmediato,  con los nervios de punta abrió la habitación de Nanami encontrándose con la cama hecha con todo en su lugar pero parecía que nadie la había usado.

– se fue~ – fue lo único que pudo pensar en ese momento.

Salió rápidamente del cuarto dirigiéndose a la cocina. Sentía la humedad de la sangre sobre su ropa: la herida se abrió de nuevo pero eso no le importaba. Quería a su hijo.

– ¡Nanami! ¡Nanami! – gritó con desesperación al no encontrarlo en el lugar – ¿¡Dónde está mi bebé!? ¡Regresamelo! ¡Regresamelo! – calló de rodillas sintiendo su vista borrosa – por favor~ – susurro entre lágrimas.

No había señales de nadie en la casa. El silencio le daba la idea de que se había marchado tal vez junto a su hijo y que jamás lo volvería a ver. Se sentía como un estúpido por confiar de esa manera.

Sin embargo la sombra de alguien entrando a la casa lo tomó desprevenido, no podía verlo con claridad debido a que perdía sangre  pero por un momento creyó verlo ahí, había venido por él.

– mierda Yuuji – lo escuchó susurrar sintiendo como sus ojos se nublaron y se acercaba a él.

Se sintió en el aire y supuso que lo cargaba, la voz se escuchaba un poco diferente, tal vez por que llegando a la inconsciencia.

Satoru – pronunció apenas terminando por quedarse inconsiente de nueva manera.

El de mayor de estatura colocó a Yuuji sobre la cama, con dolor miro al pelirosa.

– no soy él Yuuji-kun, lo siento – sonrió de manera triste mientras volvía a quitar la ropa y así curar otra vez al pelirosa.

Una vez que terminó, lo limpio con mucho cuidado y lo volvió a vestir con algo más ligero, acarició sus cabellos con cariño y el nombré de aquel hombre recordó.

¿Qué tan mal tenía que estar Yuuji para que lo confundirá con él? No lo sabía, sin embargo la sensación de envidia aquel que nunca había visto creció.

– Esperó que algún día puedas contarme sobre él,  sobre Satoru, Yuuji – susurró con tristeza.

Caminó  hacia la puerta y salió dejando está misma abierta por si algo se ofrecía. Caminó a la habitación continua de Yuuji y abrió la puerta lentamente.

Encontrándose con un pequeño envuelto en pequeñas cobijas despertando mientras movía sus pequeñas manitas.

– hey~ buenos días~ – habló con cariño al pequeño bebé – tu papí esta descansando todavía, así que por ahora seremos sólo tu y yo – sonrió levemente acariciando su cabezita.

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