Un buen novio.

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Jungkook siempre fue un buen novio.

Era detallista, amable, sincero, amoroso y encantador; la típica persona que todos amaban, halagaban y esperaban tener en sus breves y miserables vidas. Era como un príncipe azul. Un chico sacado de un cuento hadas o de un mundo mágico. Ante él, la palabra "perfección" cobraba un poco de objetividad.

Pero Jungkook -pese a tener mejores opciones- siempre tuvo ojos solamente para Kim Taehyung, el chico por el que suspiró en todo su lapso escolar. Taehyung, para Jungkook, era como un sueño hecho realidad. Sus anhelos siempre estuvieron vinculados con Kim, al igual que sus deseos de un futuro juntos, en el que todo cambiaba, las peleas se esfumaban y todo era amor, paz y felicidad.

Él siempre fue tan fantaseador.

Aunque nada iba bien, Kook siempre mantuvo firme su punto y su gran amor por Taehyung, quien era el que complicaba todo en su "bonita y sana relación".

—Te traje agua, Taetae —musitó, extendiendo tímidamente el pequeño vaso con agua, el cual fue arrebatado y tirado lejos en un santiamén.

—¡Que no quiero nada, joder! —vociferó el mayor, halando con fuerza de su cabellera negruzca. El dolor de cabeza lo estaba matando—. ¡Y mucho menos algo que venga de ti! ¡Lárgate!

—Sabes que no me gusta dejarte solo cuando estás así... —la tristeza era inminente en su tono de voz. Kim resopló, a punto de estallar—. Además, hoy mismo te dan de alta.

Decidiendo callar, Taehyung simplemente dirigió su mirada al enorme ventanal de la sala de emergencias, en espera de que Jungkook guardara silencio y dejase de molestar.

Claramente, no todo era color de rosa. Cuando Taehyung tomaba o se drogaba de más, era Kook quien corría con él de hospital en hospital. El chico era poseedor de una paciencia de oro, soportando al otro en situaciones en las que, quizás, no debía o no era su obligación tolerar. El amor lo tenía cegado; tan cegado que era incluso capaz de poner toda su confianza en su irritable novio, quien le había dejado caer millones de veces.

Y no importaba. No importaba cuántas veces cayera, siempre y cuando aquellos brazos que él tanto atesoraba lo volvieran a sostener mediante palabras dulces y caricias toscas.

«Eres el chico más hermoso en el mundo, Jungkookie», era lo que diría Kim; su diestra se pasearía por la suave y nívea piel del castañito, que le bastaría aquel simple gesto para sonreír dichosamente por el resto del día.

Cada quien decide cómo destruirse a su manera. Taehyung optó por las drogas; Jungkook, por el contrario, optó por el amor.

El atardecer cayó y unas cuantas horas más tarde el pelinegro, efectivamente, fue dado de alta. Sus pasos se vieron dirigidos al mismo lugar de siempre, teniendo a sus espaldas a su pareja, quien era en su vida algo así como una especie de sombra o de ángel guardián. Era lamentable y patético si se le veía desde otra perspectiva.

—Siéntate aquí, amor —palmeó sus piernas. Como de costumbre, Kook obedeció casi inmediatamente. Taehyung pasó sus brazos por esa estrecha cintura e inspeccionó el contenido en la mesa frente a él—. ¿Me amas, Kookie? —el aludido no dudó en asentir frenéticamente con la cabeza cual niño pequeño—. Entonces demuéstramelo.

—¿Cómo? —ladeó su rostro, buscando crear contacto visual con el mayor, el cual señaló con su barbilla la sustancia en el comedor. Jungkook se tensó—. Yo... no puedo. No me gustan esas cosas, Tae.

—Lo harás si quieres que te crea que me amas —sentenció corto y tajante—. Me hartas, Jungkook. Quiero un novio, no un maldito niño rico y mimado que me esté diciendo lo que está bien o lo que está mal. Ni siquiera me divierto contigo a veces, me haces enojar y eres asquerosamente recto para mi gusto —humedeció sus labios, sintiendo su boca hacerse agua conforme miraba las diminutas bolsitas en la mesa—. Las cosas deben cambiar o terminamos.

¿Terminar? De tan solo escuchar esa palabra bastó para que Kook quisiera llorar.

—Terminar no... —suplicó en voz baja, obligándose a tragar en seco. Sus alarmados ojos pasaron del contenido al rostro de su novio, que sonrió con falsa ternura. Jeon se lo pensó una vez más; inhaló profundamente, tratando de tomar una decisión—. ¿Eso te haría feliz, Taetae?

—Me harías el chico más feliz del mundo —aseguró, acariciando con las yemas de sus dedos la piel por debajo de la camisa del menor—. ¿Qué dices, amor?

Indudablemente, Jungkook siempre deseó hacer feliz a Taehyung tanto como este último lo hacía feliz a él. De ser posible, habría dado su vida entera únicamente para cumplir con su propósito. Él siempre amó aquella sonrisa cuadrada que caracterizaba al azabache; siempre amó su risa y verlo de buen humor. En reducidas palabras: si había algo que él pudiera hacer para hacer dichoso a Kim, lo haría sin rechistar.

—¿Cómo lo hago? —Cuestionó temeroso al ser inexperto. Taehyung rio tras haber depositado un raquítico beso en la mejilla de su pareja.

—Acércate e inhala —era tan simple como eso—. Inhala e inhala.

Asintiendo, el más pequeño inclinó su torso y acercó su cara a la sustancia blanca, la cual estaba dispersa por la superficie en hileras. Otras tantas se hallaban en bolsitas. Taehyung quiso "ayudar", presionando la cabeza del castaño por la parte de atrás. Estando lo suficientemente cerca, Kook inhaló por la nariz todo lo que le fue permitido.

Unas colosales ganas de estornudar lo abarcaron y la sensación de hacerlo no le gustó para nada. Le resultó asqueroso y cosquilloso.

—Lo estás haciendo bien, bebé —alentó el otro, presionando un poco más—. Sigue inhalando. Vamos. —Sumiso y con la constante idea de hacer feliz a su novio, Jungkook obedeció. Inhaló una desmesurada cantidad, obteniendo como respuesta una carcajada por parte del pelinegro.

Sus ojos se empuñaron y él continuó en lo suyo. Taehyung dijo algo, mas su voz se escuchó lejana. Kook se reincorporó, pero todo se veía y oía distorsionado, como si estuviera desconectado o ido. Parecía borracho.

Estornudó un par de veces, y en la última sintió un particular líquido salir de su fosa nasal derecha: sangre. El panorama no era bueno y fue ahí en donde se cuestionó a sí mismo qué tanto podía gustarle a Taehyung de la cocaína, pues aparte de ser nociva, te hacía vulnerable y actuar como un completo idiota.

Su cabeza dio vueltas y él sintió poco a poco perder la consciencia. Se habría preocupado, pero el efecto en su cuerpo siquiera le dejaba pensar. A Taehyung jamás le había salido sangre de la nariz y mucho menos había perdido el conocimiento en una de las tantas veces que consumió drogas.

Se sentía fatal, y sabía que el mayor no haría nada por ayudarle, pero eso no importaba.

Jungkook siempre fue un buen novio. Había conseguido hacer feliz a su Taetae.

DATKSS © vkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora