17. cita no cita

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Esa noche, tras hablarlo y aclararlo todo, Juanjo decide quedarse a dormir conmigo como para asegurarse de que no me arrepiento de haberlo perdonarlo y que voy a huir de mi propio cuarto, pues además siento todo el tiempo sus brazos rodeándome con seguridad y fuerza, pero sin llegar a hacerme daño.

Y la verdad es que yo no me quejo para nada, me gusta la sensación de seguridad y protección que me recorre el cuerpo junto al calor del chico. Parece que su cuerpo es una estufa permanente.

De hecho, duermo bastante mejor, por no decir miles de veces mejor en una noche junto al maño de lo que lo he hecho en una semana entera solo.

Empiezo a acariciar suavemente su mejilla, para que se vaya despertando. No es que quiera molestarlo, sino que son casi las dos de la tarde y deberíamos ir levantándonos.

-Mmmm- gruñe el chico junto a mí, pagándose más a mí cuerpo si es que eso es posible.

-Venga, Juanjo. Es tarde.

-No quiero...

-Pero tenemos que hacerlo...

-No, estoy bien.

Se acerca a mí para intrentarme dar un beso, pero yo le freno con mi mano.

-Que asco, no nos hemos lavado los dientes.

-Me da igual.

Para que quede claro, se tira sobre mí sin darme tiempo a frenarlo esta vez, aunque tampoco impongo mucha fuerza, pues enseguida nos enredamos en una maraña de besos y caricias tan intensa que Juanjo tarda bien poco en sentarse sobre mí, acariciado mi nuca suavemente.

Mi corazón se acelera tanto que pienso que se me va a salir cuando Juanjo baja sus besos a mi clavícula y parte del pecho, pasando sus manos por este de forma desordenada. Tengo todo el cuerpo temblando de emoción y miedo, miedo por lo que pueda pasar. Porque siempre ha sido mi sueño, pero, ¿qué pasa si de repente me ve y no le gustó? No sé cómo sobreviviría a que me dejase tirado otra vez.

Pero todas esas dudas se disipan cuando oigo su grave susurro cerca de mi oreja.

-Que bueno que estás.

Me da un mordisquito en el lóbulo de esta para bajar a mí mandíbula, frente, nariz, bigote y finalmente mis labios, los cuales le esperan con ansias.

Nuestras lenguas se entregan creando una batalla por ver quien tiene el control del beso, y yo le dejo que lo tenga él, pues estoy demasiado nervioso y tengo la mente en blanco. Solo puedo pensar en sus manos rozando mi espalda y como poco a poco bajan hasta mi culo, rozándolo levemente.

Me separo de golpe al sentirlo. No sé cómo hemos llegado de repente tan lejos, pero tengo miedo. No estoy preparado para esto. Y vergüenza, mucha vergüenza porque soy un niño pequeño por hacer eso.

Se que Juanjo está intentado encontrar mi mirada con sus ojos, pero yo no sé lo permito, clavándola en mis manos que se mueven en mi regazo con nerviosismo.

Noto como el frío se apodera de mí cuando Juanjo baja de mi regazo para volverse a sentar junto a mí, mirándome con preocupación aparente.

-Lo siento.

-¿Qué?- me pregunta, sorprendido, pero no sé porque si es obvio porque se lo digo. De todos modos, decido aclarárselo.

-Por apartarme.

Noto como enseguida sus manos se posan en mi cara, moviéndola para quedar uno frente a otro. Veo la tristeza en sus verdes ojos.

-¿Pero que dices, Martin? No tienes porqué sentirlo.

Entrevistándote a besos - Juantin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora