𝐂𝐚𝐥𝐦𝐚 𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐭𝐨𝐫𝐦𝐞𝐧𝐭𝐚 || 𝟏𝟗

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Mabel se encontraba aferrada a Lillith con fuerza, como si soltarla significara perder el último hilo de seguridad que le quedaba en el mundo. Su pequeño cuerpo temblaba levemente mientras su rostro permanecía oculto en el cuello de la demonio, buscando refugio en su presencia. Lillith, por su parte, la sostenía con una suavidad inusual para alguien tan poderosa, caminando con pasos ligeros a través de la quietud del universo estrellado al que habían llegado.

Alrededor de ellas, el paisaje parecía sacado de un sueño: constelaciones brillantes iluminaban el cielo infinito, creando figuras de animales, héroes antiguos, y formas mágicas que giraban con una lentitud serena. Pequeñas islas flotaban a su alrededor, cada una cubierta de árboles cuyas hojas brillaban con un suave resplandor, como si las estrellas mismas las hubieran tocado. Flores de colores imposibles florecían en los bordes de las islas, liberando un aroma dulce que parecía calmar el alma.

El silencio en ese lugar era pacífico, pero no vacío. Era el tipo de silencio que te invita a escuchar tus propios pensamientos, a dejar que tus emociones se asienten. Mabel levantó ligeramente su rostro, sus ojos hinchados por las lágrimas, y observó el entorno con una mezcla de asombro y tristeza.

—¿Dónde... dónde estamos? —preguntó Mabel en voz baja, como si temiera romper la magia del lugar con su voz.

Lillith bajó la mirada hacia ella, sus ojos suavizándose por un breve instante. —Es un rincón olvidado del universo... un lugar entre mundos, donde el tiempo no se mueve de la misma manera. Aquí, no tienes que preocuparte por el mañana. Solo existe el ahora.

Mabel observó una pequeña isla cercana, donde un árbol alto y luminoso se mecía lentamente, sus ramas acariciando las estrellas. —Es... hermoso. —su voz era apenas un susurro, llena de una melancolía suave que reflejaba su corazón herido.

—Lo es. —Lillith la acomodó mejor en sus brazos y caminó hacia una de las islas más grandes, donde un prado de flores centelleantes se extendía ante ellas. —Este es uno de los pocos lugares donde incluso yo puedo encontrar un poco de paz. Aquí no hay ruido, ni obligaciones... solo silencio y estrellas.

Mabel cerró los ojos, sintiendo el suave viento que acariciaba su piel. Por un momento, su mente se sintió libre del dolor que la había abrumado. —Ojalá las cosas fueran siempre así... tranquilas y sin problemas.

Lillith sonrió levemente, aunque su sonrisa no llegó a todos sus ojos. —Lo sé, pequeña. Pero la realidad es que el mundo allá afuera está lleno de caos. Crecer significa enfrentar esos caos, pero no tienes que hacerlo sola. Y aunque los momentos de paz como este son raros, son los que nos ayudan a recordar por qué vale la pena seguir adelante.

Mabel se acurrucó aún más contra Lillith, el calor y la seguridad que le ofrecía la demonio la reconfortaban de una manera inesperada. —¿Cómo puedes estar tan tranquila siempre? —preguntó Mabel, la tristeza aún en su voz.

Lillith se detuvo por un momento, mirando al cielo estrellado. —No siempre lo estoy, Estrellita. Pero he aprendido a aceptar que algunas cosas no pueden ser controladas. Puedes sentirte triste, puedes enojarte... pero también puedes encontrar momentos de calma. Todo es parte del equilibrio.

Mabel dejó que esas palabras se asentaran en su mente, sus lágrimas comenzando a secarse lentamente. —¿Crees que... Dipper se olvidará de mí si se queda con Ford? —su voz se quebró al pronunciar la pregunta, revelando su mayor temor.

Lillith la miró con un brillo extraño en sus ojos. —Dipper jamás podría olvidarte, Mabel. Eres parte de él, tanto como él es parte de ti. A veces, los caminos de las personas se separan por un tiempo, pero eso no significa que dejen de amarse. Tú y tu hermano tienen una conexión que va más allá de cualquier verano.

𝐓𝐇𝐄 𝐄𝐘𝐄𝐒 | 𝘚𝘵𝘢𝘯𝘧𝘰𝘳𝘥 𝘱𝘪𝘯𝘦𝘴 𓁹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora