21.

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Cuando Jungwon desapareció de su vista, Jay cerró los ojos, tratando de recomponerse.

Había conseguido  mantenerse alejado los últimos ocho días y ahora el mocoso había deshecho todo el trabajo duro con apenas un toque.

Jay hizo una mueca.

El hecho de que él supiera exactamente cuántos días había sido era sangrientamente ridículo.

Tenía treinta años de edad. Un hombre adulto, no un colegial. No debería haber sido una lucha mantenerse lejos.

Pero lo era.

Solía considerarse a sí mismo un hombre racional, con la cabeza fría. Solía.

Había pensado que sería más fácil cuando Jungwon ya no estuviera cerca para volverlo loco, pero era en realidad peor. Porque cuando Jungwon había estado, al menos podía culpar su debilidad por los ojos bonitos de Jungwon, y sus labios, y esa sonrisa enloquecedora. Con el niño fuera de su vista,

Jay no tenía ninguna excusa para pensar en él sin parar, con ganas de verlo, y simplemente quererlo.

Se había encontrado pensando en los labios fruncidos de Jungwon cada vez que se hizo una paja, y recordando la forma en que esos ojos aguamarina se ponían vidriosos por la necesidad, cuando Jay se movía dentro de él.

Por el amor de Dios. Habían pasado ocho días.

No había visto a Yunjin en más de un mes, mientras ella estaba en China y apenas había pensado en ella.

Yunjin.

Jay suspiró. No estaba a la espera de esa conversación. Por supuesto que no iba a mentirle, pero siquiera pensar en explicarle esto a Yunjin le hizo desear que ella no hubiera regresado de China todavía.

Él sabía que ella se había dado cuenta enseguida al volver, en el aeropuerto de que su estado de ánimo estaba apagado. Ella no le había gritado por eso, pero ella lo había estado observando cuidadosamente.

Ella lo conocía; por supuesto, no había pasado por alto cuán agotado estaba.

Tomando una respiración profunda y mirando hacia abajo para asegurarse de que su excitación no se notaba, Jay siguió a Jungwon por las escaleras.

–¿Pasa algo? –Yunjin murmuró, tocando su brazo. Ella tiró de él hacia la cocina, con el deseo de hablar con claridad. Se detuvo cuando él no se movió– ¿Jay?

–Vamos a ver la película –dijo, tirando de ella hacia el sofá desocupado.

–¡Oh, vamos! –dijo Sunghoon poniendo los ojos en blanco– No necesitamos niñeras. Prometemos no derramar cosas en tu sofá si nos dejan solos –Él movió las cejas con una sonrisa.

Jay apretó los dedos en un puño. Yunjin se río entre dientes. 

–No me mires. Culpa a tu hermano.

–Escuchaste eso, ¿Verdad? –dijo Sunghoon, dando a Jay una mirada que decía vete-como-el-infierno-fuera-de-aquí-y-para-de-cortarme-el-rollo.

Jay optó por fingir que no lo entendía. 

–Esta es mi casa –dijo, haciendo su camino al mini-bar para sacar dos botellas de cerveza. Las abrió y volvió al sofá– Si no te gustan mis reglas, ve a otro lugar.

–Está bien –dijo Sunghoon lentamente.

Sunghoon y Yunjin compartieron una mirada. Jay fingió no darse cuenta y le entregó a Yunjin una de las botellas.

–Entonces, ¿Qué estamos viendo? –preguntó Yunjin, tratando de romper la tensión repentina en la habitación. Sunghoon dijo algo y Yunjin se río y dijo algo a cambio.

𝗘𝗾𝘂𝗶𝘃𝗼𝗰𝗮𝗱𝗼. jaywonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora