Calma.

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Adonia miró al suelo, hacia el cuerpo de Remus, inconsciente sobre la nieve. Ya había dejado de gritar.

-¿Qué quieres que haga?- preguntó ella con voz ronca- Haré lo que sea, sólo déjalo en paz.

Él la miro con una sonrisa de psicópata, muy característica suya.

-No puedes hacer nada- dijo, y río a carcajadas-. Se va, Adonia- expresó burlonamente- ¿Cuánto tiempo le das? Yo digo que, como una media hora, aunque podría ser menos.

-¡Cállate!- exigió Adonia, él la tomó por el cuello y la levantó del suelo.

-Deja ese tono, niña- amenazó casi escupiéndole en la cara. Adonia se llevó las manos a donde la sostenía el hombre, intentó arañarlo, pero no podía hacer ni un pequeño daño superficial. Él rio. Ella se estaba quedando sin aire.

Greyback la lanzó al suelo con toda su fuerza. Adonia aterrizó sobre su espalda, se llevó las manos al pecho y tomo aire de manera desesperada y agitada. Su corazón latía muy rápidamente.

-Sabes que no puedes hacer nada contra mí- dijo mirándola desde arriba-. Sabes lo que quiero.

-Sabes que no puedo- espetó jadeando-; por favor.

-¡Eres débil!- le gritó Greyback, y se dirigió hasta Remus-. ¡Esto te ha hecho débil!- dijo señalándolo, lo pateó directo en las costillas y Remus emitió un leve gemido.

-Déjalo en paz- exigió Adonia. Apenas y pudo hablar pues estaba intentando contener las lágrimas mientras se levantaba del suelo-. Lo haré- dijo finalmente-; es decir, lo intentaré.

-Oh, claro que lo harás, ¿y sabes por qué?- no espero respuesta para continuar- Porque sólo yo puedo dejar a tu estúpido noviecito.

-Déjalo- le dijo Adonia-, déjalo ir y sabes que haré lo que sea.

Greyback rodó los ojos, apuntó con su varita a Remus; no dijo nada, sólo salió un rayo de la punta y, de súbito, Lupin abrió los ojos. Se sentó con expresión sorprendida e instantáneamente buscó a Adonia con la mirada. Ella se puso de rodillas junto a él y le acarició el cabello con delicadeza.

-Ya estás bien- le susurró, juntando su frente con la de él-. Ya todo va a estar bien.

Remus la tomó por la cintura y pegó sus labios contra con de ella. Adonia le siguió acariciando el cabello, esta vez con más intensidad.

-¡Ay, por favor!- exclamó Greyback, haciendo que ambos chicos voltearan a verlo-. Déjate de cursilerías y vámonos.

-¿Qué quiere decir con eso?- Remus miró a Adonia, preocupado- ¿Qué hiciste Adonia?

-Remus, yo...- comenzó ella, pero Greyback la tomó con un brazo por la cintura y la levantó. Remus se puso de pie de un salto y con una mueca de dolor.

-Suéltala- exigió, pero el licántropo no hizo ademán de hacerle caso, en vez de eso, empezó a reír.

-¿Y qué piensas hacer para obligarme?- preguntó en tono burlón-. No puedes hacer nada.

-Tal vez él no- dijo una voz detrás de Lupin-. Pero yo sí.

Y apareció Dumbledore acompañado por la profesora Mcgonagall, apuntando a Greyback con su varita.

-Ahora suelta a mi niña- exigió, Greyback sonrió de manera insolente.

Agarró el cuello de Adonia y comenzó a apretar.

-Aléjese anciano- amenazó con energía-, o ella se muere.

Adonia respiraba con dificultad, gemía palabras que no se lograban entender e intentaba librarse del agarre de él. Naturalmente, no pudo hacerlo, y se quedaba sin aire a cada segundo que pasaba.

Los merodeadores y la mujer loboحيث تعيش القصص. اكتشف الآن