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Checo 


Los mensajes de mis padres se estaban acumulando. Hasta ahora no me había dado cuenta de la frecuencia con la que me comprobaban y de lo rápido que yo respondía "Estoy bien", y luego daba detalles de lo que estaba haciendo sin pensármelo dos veces. Nunca había pensado en lo controlador que era todo eso.

Esta vez, cuando no respondí, me enviaron mensajes más urgentes preguntándome dónde estaba y si algo estaba mal.

Primero los ignoré. Después, respondí a algunos con emojis. Mayormente emojis y corazones. No quería hablar de Lewis todavía. Lewis era mío ahora mismo, y no quería compartirlo.

A las dos semanas de estar con Lewis, la mayor parte del tiempo en su casa, que me encantaba, recibí un mensaje de papá.

Nos hemos enterado por algunos miembros del personal de que no has estado en casa más de tres días en las últimas dos semanas. Y no estás respondiendo apropiadamente a los mensajes. Podemos ver que no has salido del estado ni del país ni estás de viaje en un crucero. ¿Qué está pasando? Esto no me gusta nada. Y tu padre está bastante molesto y piensa que nos estás castigando por sacarte de tu zona de confort. Es bueno ver que no has estado gastando de más, pero necesitamos actualizaciones, querido. Vamos a celebrar una pequeña velada en la mansión Carrington el martes a las seis de la tarde. Estarás allí de etiqueta, ¿verdad? Esperamos que nos informes de estas dos semanas y de tus planes futuros. ¿Quieres conducir o enviamos un auto?

Solté un largo suspiro. Estaba acostado en el sofá de Lewis. La televisión murmuraba suavemente para sí misma. La mayoría de las veces me había quedado dormido por el cansancio de las largas sesiones de sexo, incluida la de esta mañana, cuando nos habíamos quedado en la cama durante horas.

Me incorporé y miré a mi alrededor en busca de Lewis. No estaba a la vista y tampoco al alcance del oído.

Busqué por toda la casa y lo encontré en su gran cuarto de costura.

—¿Puedo mirar?

Lewis se giró.

—Oh, sólo estoy terminando.

—No tengas prisa. Me gusta mirar.

—Está bien.

Lewis se giró para contemplar una camisa con largas colas en uno de los maniquíes. Tenía un cuello que se ceñía en la garganta y unas extrañas mangas acampanadas que se convertían en puños en las muñecas. Se llevó las manos a la cintura, ladeando la cabeza.

Me coloqué detrás de él, a un metro de distancia.

—¿En qué estamos pensando? —le pregunté.

Me miró y luego volvió a mirar la camisa.

—¿Eh?

—Es bonita. Pero tal vez un poco plana.

Volvió a mirarme, esta vez con el ceño fruncido.

Mierda, las palabras habían salido de mi boca antes de que pudiera pensar en cómo sonaban.

—Lo siento, no pretendía criticar. Sé que no está terminado.

—Sí. Pero tienes razón, necesita algo más, creo.

Me adelanté.

—¿Puedo tocar?

Asintió.

Pasé mis dedos sobre el material.

—Es un gran corte. Favorecedor —Pellizqué el cuello—. Tal vez unos cristales en el cuello lo alegrarían.

Lewis soltó un pequeño gruñido y se acercó a mí.

Luscious match [Chewis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora