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Me levanté de la cama sintiéndome confundido. Miré a mi alrededor con detenimiento.

No había nadie.

Solo yo estaba en mi habitación y eso me extrañó. Miré hacia el piso, viendo las mantas en el suelo que había preparado para mi mejor amigo. A un lado estaba la caja de pizza que habíamos cenado anoche. La abrí y me percaté de que aún quedaba la mitad, haciendo que resoplara riendo un poco. Rubius no había comida casi nada... aunque... me pareció verlo comer más de lo que quedaba la noche anterior.

Extraño...

Caminé hacia la puerta del baño pensando que tal vez estaba haciendo pipí.

-¿Rubius?- lo llamé tocando la puerta. Pero nadie respondió. La abrí lento, y efectivamente, no había nadie.

De pronto sentí miedo. Recordé los ruidos que se habían escuchado anoche, entre ellos, los gritos de mi madre.

Papá...

Salí de mi habitación y caminé despacio tratando de no hacer ningún ruido que delatara mi presencia. Casi sentía que estaba en la película que vi anoche con Rubius... cómo desearía que no se hubiera ido de mi casa.

Aunque pensándolo mejor... tal vez mamá habría preparado el desayuno y Rubius ya estaba con ella. Y hasta tal vez papá estaría leyendo el diario, sentado y tomando café junto a nosotros como solía hacer hace unos meses. Imaginarme aquello me hizo sonreír y dejé de sentir miedo. Escuché un pequeño ruido en la cocina y mi sonrisa se ensanchó. ¿Podría ser que mamá hubiera hecho cupcakes?

Algunos truenos seguían escuchándose de vez en cuando. Al parecer seguía lloviendo mucho. Eso explicaba la oscuridad tenue que me cegaba un poco la vista mientras caminaba hacia la cocina, las nubes densas cubrían el sol.

-Como si fuera un eclipse...- susurré sintiéndome orgulloso al saber el significado de aquella palabra que había aprendido con Rubius gracias a nuestro juego con el diccionario.

*Eclipse: ocultamiento transitorio, total o parcial, de un astro por otro que pasa delante de él.*

-Aunque no se si las nubes sean astros...- seguí pensando para mi mismo... luego le preguntaría a Rubius.

Llegué a la cocina, la cual estaba completamente a oscuras. El miedo volvió en mi, pero traté de no alterarme y con mi mano temblorosa alcancé la perilla que encendía la luz.

-¿M-migue-el?- preguntó mi padre mirandome con lágrimas en los ojos. Estaba agachado junto a mi madre, la cual estaba acostada en el piso de la cocina. ¿Por qué estaba durmiendo en el piso?

-¡Papá!- excalmé feliz tratando de darle un abrazo, aproximándome a él. Hacía tanto que no lo veía... lo extrañaba de verdad... estaba tan f...

-¡NO TE ACERQUES!- exclamó haciendo que parara en seco borrando mi anterior sonrisa y todos mis pensamientos. Entonces analicé mejor a mi alrededor.

Había varios trozos de vidrio en el suelo y al poco tiempo me di cuenta de que eran de botellas de esas que papá había comenzado a guardar para su colección. Pero estas parecían más nuevas...
También pude ver algunas manchas rojas en el suelo... y en la cara de mi padre.

¿Eso era..?

-¿Papá?- pregunté mordiendo mi labio asustado- ¿T-te lastimaste? C-creo que tienes un poco de sangre en la frente- y reí... reí tratando de no delatar el miedo que sentía.

¿Qué estaba pasando?

-Hijo...- murmuró levantándose y dejándome ver su ropa manchada con más sangre. Retrocedí cuando él se acercó y señalé su remera con el logo de una guitarra eléctrica en el centro. Siempre me había gustado esa remera y quería que cuando fuera grande y fuerte como papá, me quedara y así podría usarla y ser como él.

Pero ahora... me daba miedo porque estaba manchada de rojo.

Mis ojos bajaron un poco y entonces volví a ver a mamá en el suelo, inmóvil.

-Mamá- la llamé al ver que tenía sus ojos levemente abiertos, pero era como si estuviera dormida, era como si sus ojos no miraran a nada en particular.

-Miguel...- volvió a hablar mi padre acercándose cada vez más a mi cuerpo. Sentí sus grandes manos tomarme por los hombros y luego sus rodillas flexionarse para quedar a mi altura. Pero... yo no apartaba mi mirada de mamá. Fruncí el ceño sin entender por qué mamá no me respondía...

-Mamá..- volvía a llamarla con miedo. ¿Estaba...? No, no podía ser posible. Sonreí sintiendo algo raro en mi pecho. Solo... quería llorar.

-Miguel mírame- ordenó mi padre con voz dura- ¡Mírame!- grito haciendo que mis ojos se posaran en los suyos inmediatamente.

-No grites...- susurré aterrado, no me gustaba que me elevara la voz, porque me hacía temblar.

Sus ojos negros me observaban directamente, llenos de lágrimas, y parecían estar opacos... como... vacíos...

-Lo siento hijo...- murmuró con la voz quebrada y bajando su cabeza.

Me abrazó.

Sus fuertes brazos me rodearon por completo y yo me hundí en su pecho, sintiendo el olor a cerveza y sangre en su remera. Comenzé a llorar con él porque no entendía lo que sucedía... y nunca había visto llorar a mi padre. Era algo realmente fuerte. Los latidos de su corazón eran apresurados y fuertes, tanto... que podía sentirlos retumbar claramente en su pecho.

-Te amo hijo, te amo muchísimo- murmuró en mi oreja sorbiendo su nariz. Me sentí feliz al escuchar eso, pero por alguna razón... no pude sonreír ni responderle.

Se separó de mi y me sonrió como solía hacerlo hace tiempo, despeinando mi cabello cariñosamente.

Lo siguiente pasó muy rápido.

Me tumbó en el suelo con un rápido movimiento y se colocó sobre mi, sacando una daga que al parecer tenía guardada en el bolsillo de su pantalón.

No intenté zafarme.

Estaba tan asustado que solo podía ver sus ojos negros observarme con atención, esos ojos negros vacíos y llororsos.

Sentía mi corazón latir en mi pecho con fuerza y agunté la respiración al ver cómo elevaba el arma blanca, tomando impulso para... para...

La mantenía en el aire, respirando agitado y mirándome a los ojos de manera penetrante.

Yo también comencé a llorar, pero ningún quejido salió de mi garganta. Simplemente no podía pronunciar palabra.

Observaba en total silencio y con mis ojos abiertos como platos cómo a papá le temblaba la mano, a veces bajando un poco la daga y luego volviéndola a subir, haciendo muecas con su rostro de pura frustración.

-Papá...- susurré tan bajo que ni yo pude escucharme. Él cerro sus ojos negando con la cabeza y volvió a guardar su daga.

Una pequeña lágrima de sus ojos cayó sobre mi mejilla derecha.

Se acercó a mi una vez más y besó mi frente un largo tiempo, haciendo que yo pudiera sentir sus labios temblorosos sobre mi piel sudada.

Se levantó, corrió por la casa, sacó un par de cosas de la habitación y me miró nuevamente. Yo aún seguía en el suelo sin poder moverme.

Le sostuve la mirada, pero luego de eso el murmuró algo que no pude entender y salió corriendo por la puerta principal, dejándola abierta.

Pude ver desde la cocina cómo se alejaba a paso rápido bajo la lluvia con una bolsa en sus manos.

Desvié mi mirada hacia mamá, la cual seguía mirando a nada en particular. Me arrastré hacia ella con la ayuda de mis manos, ya que mis piernas no respondían a mis intenciones y me acosté a su lado, abrazándola débilmente y cerrando mis ojos, sintiendo cómo la lluvia entraba por la puerta que seguía abierta a unos pocos metros de nosotros.

En el centro de la blusa de mamá, había una gran mancha de sangre.

Traté de ignorarla y me acurruqué aún más en su cuerpo que ahora era frío.

Cerré mis ojos, esperando a despertar en mi cama nuevamente con Rubius al lado.

¿Rubius... dónde estás?


Mi Amigo Imaginario (Rubelangel)Where stories live. Discover now