-13-

2.1K 394 236
                                    

-¿Tú no comes?- me preguntó con sus labios llenos de pálidas migas de pan. Parecía un niño al comer.

Pestañeé saliendo de mi pequeño trance y lo observé con atención. Había vuelto a colocarse su bufanda roja. Por alguna extraña razón, se ponía nervioso cuando miraba su collar con el dije de campanita plateada que producía aquel sonido taladrante para mi cabeza.
En sus manos, sostenía un emparedado, el cual le había comprado solo con intenciones de sacarle información. Intentaba con todas mis fuerzas no hacer uso de mi imaginación para resolver este extraño caso de sentimientos encontrados y misterios llamados "Rubén". Esta vez debía usar la lógica, no la ficción. Así que planeé someterlo a un interrogatorio, pero no quería que él se percatara de ello, lo cual oculté comprándole un emparedado de queso, solo por distracción. Sí... soy un genio.

-No, no tengo hambre- contesté en voz baja desviando mis ojos de los suyos y mirando a mi alrededor de forma distraída. Estábamos en el comedor del instituto, el cual era enorme y algo terrorífico de noche. Nunca me atrevía a venir solo en fin de semana.

-Tienes ojeras...- le escuché murmurar. Volví a observarlo y me sorprendí un poco al ver una mueca de tristeza e impotencia en su pálido rostro.

-No duermo muy bien.- contesté elevando mis hombros, restándole importancia.

-Tampoco comes...- siguió balbuceando, dejando el emparedado sobre la mesa en la que apoyábamos nuestros codos.

Arqué una ceja.

-Ya... ¿y...?- pregunté extrañado.

-Mangel... ¿tienes amigos?- preguntó desconcertándome aún más. Parecía tímido al preguntar y evitaba mi mirada oscura. No lo culpaba... yo también odiaba mis ojos negros.

-No.- contesté serio, sin expresión. Él suspiró bajando sus párpados. Parecía inquieto.

-Tampoco yo...- dijo agarrando su emparedado nuevamente.

Nos quedamos en silencio luego de eso. No sabía que tenía Rubén, pero algo en su ser hacía que mi cuerpo se sintiera ansioso, como si esperara a que mi cerebro le mandara alguna órden para moverse y realizar aquella acción que tanto ansiaba llevar a cabo. No lo entendía, ¿quién era este chico?

Lo observé comer en silencio. Él estaba pensativo y de vez en cuando me miraba de reojo, pero al instante volvía a clavar sus ojos en la mesa circular. Nervioso e incómodo. Sí, ambos nos sentíamos igual.

-¿Quieres ser mi amigo?- pregunté sin pensar. Supongo que sería bueno romper el hielo de alguna forma.

Pero no me esperé su reacción. Para nada.

Se levantó de su silla de un salto, como si acabaran de impulsarlo hacia arriba violentamente. Me observó con sus ojos abiertos como platos y con la boca abierta de par en par. Y luego, se atragantó con un bocado de emparedado que había masticado anteriormente, el cual, le hizo toser de manera sonora. Desvió sus ojos de mi y se dobló sobre si mismo, desesperado por capturar algo de oxígeno.

-¿Estás bien?- me levanté algo sobresaltado, con intenciones de ir a ayudarlo. Parecía que en verdad iba a ahogorse frente a mi. Genial Miguel, ya mataste a tu posible primer amigo, bien.

-¡Cgohf! - hizo un sonido bastante extraño, agarrando su garganta con una mano y tapándose la boca con la otra.

¡Dios mío, se estaba muriendo de verdad!

Me aproximé rápidamente y me estiré hacia la botella de agua mineral que le había comprado junto al emparedado.

-¡Toma esto! ¡Bebe!- le ordené aproximando la botella a sus manos. Y como si hubiera estado en el Sahara por una década sin agua, me arrebató la bebida y comenzó a beber sin pausa, absorbiendo el líquido con fuerza y desesperación.

Joder... que susto...

Dejó de toser luego de que unas cuantas bocanadas de aire y agua fueran capturadas por sus labios. Me senté en mi lugar suspirando de manera aliviada y bajé mis párpados, jugando con mis manos nerviosamente.

Sonreí.

-Está bien si no quieres ser mi amigo...- reí débilmente sin poder evitarlo. Que tonto fui... ¿quién en su sano jucio querría ser amigo de un subnormal enfermo de la cabeza como yo?- solo fue una broma...- seguí diciendo mientras que estrujaba mis dedos con fuerza. Debía admitir que me había sentido algo dolido por su reacción. Ya qué... estaba acostumbrado.

Repentinamente, todos los planes del interrogatorio ya no me parecían tan interesantes. Solo quería salir de la incómoda situación que yo mismo había creado.

Me puse de pie y me coloqué mi abrigo negro, tapándome, sin atreverme a verle a los ojos. No soportaría una burla, estaba demasiado vulnerable. Odiaba ser tan débil.

-Bueno, me voy a mi habitación- dije colocando mis guantes que guardaba en los bolsillos del saco negro, fingiendo una sonrisa desinteresada.- Ya es de noche, y el lunes tengo examen de Biología. No estudié nada así que debo poner manos a la obra- era mentira, yo no necesitaba estudiar porque no había ningún examen de Biología el lunes. ¿Por qué me temblaban las manos? Por dios Miguel, ¿tanto te había afectado que el chico castaño no quisiera ser tu amigo? Supéralo ya joder. No es la primera vez que sucede.- Adiós Rubén- dije sin mirarlo.

Y comencé a caminar rápidamente hacia la salida.

Era la primera vez que me sentía tan humillado y avergonzado. ¿En qué cojones pensaba al preguntarle eso? Las amistades no se forjan de esa manera, con una simple pregunta infantil. Las amistades se hacen con el tiempo, paciencia, dedicación, confianza. Palabras que no iban conmigo, porque yo no podía lograr algo como eso. Sonreí negando con la cabeza, ¿qué mosca me había picado? Estoy perdiendo la cabeza. ¿Amigo? ¿Yo y un amigo? ¡JA! Sigue soñando Miguel... sigue...

Y de pronto, sentí como algo me empujaba abruptamente hacia el suelo.

-¡Au!- me quejé al sentir mi cabeza golpear fuertemente con el piso del comedor.

-¡SI QUIERO!- escuché que gritaba alguien en mi oído, dejándome prácticamente sordo.

-¡¿Qué coño!?- grité yo también, adolorido. La cabeza me iba a explotar por el golpe, y los gritos de Rubén a mis espaldas no ayudaban mucho.

-¡NO PUEDO CREER QUE LO VOLVIERAS A HACER! ¡PENSÉ QUE JAMÁS LO PREGUNTARÍAS! ¡SI QUIERO! ¡SI QUIERO! ¡SI QUIERO!- seguía exclamando en mi oído, aturdiéndome y haciendo que me fuera imposible comprender sus gritos entre carcajadas emocionadas.

-¡Mierda! ¡Deja de gritar Rubén!

-¡Pero tu también estás gritando!

-¡Cállate!

-¡Vale!

Lo empujé con brusquedad, tirándolo a mi lado y me di la vuleta, quedando boca arriba a su lado.

Mmm... sentía algo así como un dejavú.

-Estoy feliz...- dijo él sorprendiéndome. ¿Por qué le emocionaba tanto algo tan estúpido? Giré mi cabeza y observé sus ojos verdes, los cuales brillaban y me observaban acompañados por su sonrisa perfecta de propaganda. Agh... cómo envidiaba sus dientes imposiblemente relucientes.

-Eres raro...- dije resignado. Acababa de hacer un amigo aún más extraño que yo. No podía creerlo. Pero me sentía... bien...

-¿Qué es raro?- preguntó él sin dejar de sonreírme.

Abrí mis ojos un poco más de lo normal. Esa pregunta...

-Algo que... no es normal...- murmuré frunciendo mi ceño. Tenía la terrible sensación de ya haber pasado por esto. Con alguien... alguien similar a Rubén....

Él ensanchó su sonrisa al escucharme.

-No has cambiado...- susurró con los ojos vidriosos.

Mi Amigo Imaginario (Rubelangel)Where stories live. Discover now