Capítulo 43 - 🏈

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Un viaje en coche de Nueva York a Los Hamptons tomaría alrededor de dos o tres horas si hay mucho tráfico. Colin ha logrado que lleguemos en una hora y cuarenta minutos, incluso con tráfico, el cual sobrepasó sin problema.

Creo que una de las muchas enseñanzas que me deja este viaje es que jamás debo volver a subirme con Colin en este coche. «O en ninguno otro», pienso mucho mejor las cosas.

Un enorme portón se abre en dos, y entramos a una... casa grande. Muy grande. ¿Esto se consideraría una mansión? Porque para mí lo parece. Estaciona, y lo primero que hace es bajar. Me quedo aún dentro, observando la fachada blanca. De fondo, se oye el sonido del mar y las olas chocando entre sí. No me doy cuenta de que abre mi puerta hasta que escucho que me llama por mi nombre y lo miro.

—¿Esta es tu casa? —pregunto, recordando lo que dijo antes en el camino.

Sonríe, se agacha y, sin previo aviso, me toma en brazos, levantándome para sacarme del coche. Rodeo su cuello automáticamente para no caer y lo miro confundida.

—No llevas zapatos —me dice mientras cierra la puerta con el pie.

No hay nieve, gracias a Dios; pero sí hace demasiado frío.

Se aproxima a la casa, y cuando llegamos a la puerta, sin soltarme, estira un brazo hacia una cajita en la pared, introduce un código y, al acertar, la tapa se abre, revelando un juego de llaves.

—Tómalas —me pide.

Lo hago e introduzco después la llave en la cerradura, girándola para abrir la puerta. Todo esto ocurre mientras sigo colgada de él. Colin se voltea, empuja la puerta con la espalda y entramos. No sé qué expresión tengo en ese momento, pero el chico duro que me sostiene sonríe de nuevo y me deja sobre el tapete de la entrada.

—Era la casa de mi abuelo paterno. Me la heredó cuando falleció hace algunos años. Suelo usarla en verano, aunque Lara venía muy seguido con sus amigas cuando me fui a la universidad.

Observo todo a mi alrededor mientras entrelazo mis dedos. Ya sabía que Lara y Colin tienen dinero. Yo no vengo de una familia adinerada, pero tengo una casa bonita, y nunca me ha faltado nada gracias al esfuerzo de mis padres. Aun así, esto sobrepasa todo lo que alguna vez he tenido la oportunidad de ver.

—¿Sorprendida? —pregunta, ubicándose a mi lado.

Giro la cabeza para mirarlo.

—¿Del chico que me compró por veinte mil dólares? No. —Niego con la cabeza, risueña, pero dejo de reír al notar la pequeña abertura en su mejilla derecha, justo donde su padre lo golpeó—. Hay que revisarte esa herida —digo con suavidad.

Su rostro cambia al instante, volviéndose serio. Lleva los dedos a la herida, y veo cómo aprieta la mandíbula, conteniendo un quejido. Antes, por toda la adrenalina, probablemente no sintió el dolor. Ahora que todo ha pasado, es normal que lo note.

—Lo hago yo. No tienes que...

—Quiero hacerlo —lo interrumpo, mirándolo a los ojos, igual que él a mí.

Me indica que todo está en la cocina, y lo sigo hasta allí. Es tan amplia como el resto de esta casa, con dos enormes puertas blancas que dan al patio trasero. Abre uno de los cajones de color verde oscuro, en sintonía con toda la cocina, y saca un estuche rojo. Me subo a la isla, abro el estuche y empiezo a sacar lo necesario.

Colin se coloca entre mis piernas; lo miro un instante antes de bajar la vista de nuevo al estuche. Siento su mirada fija en mi rostro, pero trato de no dejar que me afecte.

SOLO UN JUEGO | COMPLETA ✔️Where stories live. Discover now