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Colin y yo pasamos Año Nuevo con mi familia. Papá y mamá lo adoraron, y como sabían por la pérdida que estaba atravesando, se dedicaron a consentirlo con comida deliciosa.
Cada vez que lo miraba, tenía una sonrisa en la cara, especialmente por las noches, cuando se colaba en mi habitación sin hacer ruido y pasábamos la noche juntos.Mis papás son increíbles, pero tienen sus reglas. Una de ellas era que Colin y yo no podíamos dormir en la misma habitación, así que se estaba quedando en el cuarto de huéspedes. Sin embargo, como buena hija, rompí esa regla y lo metí de todos modos. Todo iba bien hasta que, una mañana, mientras preparaba el desayuno con mamá, casi me da un infarto cuando me dijo que había escuchado la puerta de mi habitación cerrarse en la madrugada. Me miró y, con ese tono que solo las madres tienen, soltó:
—También tuve tu edad, Kiera. No soy tonta.
Le pedí perdón y supliqué que no le dijera nada a papá. Prometió guardar el secreto, pero luego me preguntó si me estaba protegiendo. Le respondí que sí, que seguía tomando las pastillas anticonceptivas incluso después de haber cortado con mi último ex.
Al final de las vacaciones, llegó el momento de despedirnos. Colin y yo volvimos a la universidad, pero él no tardó en sorprenderme. Una noche, organizó un picnic en el techo de su casa. Las cosas se calentaron tanto que terminé quedándome a dormir, y lo que pasó esa madrugada podría describirse como destrozar su habitación.
A la mañana siguiente, mientras salía de su cuarto, noté cómo algunos chicos en el pasillo me miraban. Bajando las escaleras de la fraternidad con Colin, seguía sintiendo esas miradas clavadas en mí, desde los que subían la escalera hasta los que estaban en la sala o la entrada. Era como si todos los Alpha tuvieran los ojos puestos en mí.
Miré a Colin buscando una explicación, pero él solo se encogió de hombros. En la puerta, me puse de puntillas para darle un beso, y él se quedó ahí, recargado contra el marco, viéndome marchar. Mientras bajaba los últimos escalones de la entrada, Mike apareció de frente, venía llegando, y silbó al hacer contacto visual conmigo.
—Kiera, querida, te ves como alguien que tuvo una noche agitada.
Solo opté por saludarlo sin dejar de caminar. Miré por encima del hombro, y ahí seguían todos los Alpha mirándome, ahora desde la entrada e incluso desde las ventanas. Entonces lo entendí, sobre todo cuando empezaron a aplaudirle a Colin. Él puso los ojos en blanco y los mandó a callar, lo cual hicieron de inmediato, pero no dejaron de mirarme mientras caminaba hacia mi hermandad.
Negué con la cabeza, ahora risueña. ¿Me daba vergüenza que seguramente nos hubieran escuchado anoche? La verdad, no. ¿Qué más daba? Somos universitarios: jóvenes y estúpidos. Todos lo somos.
El día de mi cumpleaños, a mediados de enero, encontré una caja en mi habitación con veinte libros. Había una carta, y al leerla, una sonrisa se dibujó en mis labios:
"Feliz cumpleaños número veinte, Ciega. Me encantas"
Esa noche, Colin me llevó a cenar a un restaurante precioso. Pensé que luego regresaríamos al campus, pero noté que el coche tomaba otra dirección, hacia la ciudad.
—¿A dónde vamos? —pregunté, mirándolo mientras conducía.
—Tengo una sorpresa más para ti. Está en la guantera. —Señaló con la cabeza.
Abrí la guantera y un grito salió de mi boca, sobresaltando incluso. Dentro había dos entradas para el concierto de la banda Rockers. Sabía que la banda se presentaría hoy en la ciudad, pero no había alcanzado a conseguir entradas, se agotaron en segundos.

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SOLO UN JUEGO | COMPLETA ✔️
RomanceLa llegada de Kiera al primer año universitario fue todo lo que ella había soñado, pero nunca imaginó que su mundo se complicaría tanto al conocer a Colin, el apuesto y popular capitán del equipo de fútbol americano de la universidad: odioso, extrem...