One-Shots poco realistas sobre la pareja que son Lucifer y Alastor.
Aquí podrás encontrar de todo tipo de realidades: sirenas, cocineros, situaciones cotidianas de la vida, amor no correspondido, ¡de todo! ¡desde todas las perspectivas posibles!
___...
AU HUMAN! Alastor humano – Lucifer rey del Infierno
TEMAS SENSIBLES
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Acostado, envuelto entre los brazos de su humano, Lucifer removió su cabeza de entre los muslos de Alastor. Le encantaban esos momentos tan fugaces donde el moreno no teína que ocultar de la sociedad su aparente preferencia a los de su mismo género, aunque también siendo que Lucifer podía escapar de sus exigencias como Rey por un par de horas y tan solo preocuparse por cuánto tiempo pasaría antes de que su humano tuviera que irse a hacer sus "cosas de humano".
Aferrado fuertemente a la cintura de moreno, con las piernas del mismo estiradas por debajo de sus brazos, Lucifer disfrutaba de poder estar así mientras que Alastor lee un libro y le acaricia el cabello suavemente, acurrucándolo.
Claro que todo era perfecto. Por eso un calambre los tenía que interrumpir.
—¡Auch, auch, auch! —Lucifer se libra de la posición con dificultad, lo cual ni siquiera perturbó la paz de su amante.
—Tantas veces que te dan esos dolores y aún sigues sin entender que esa posición se vuelve incómoda rápidamente. —comentó al cambiar de página.
El rubio no le dio l mayor importancia. Ignorando la sutil queja en la voz de Alastor, se sentó a su lado y se apoyó en su hombro, mirando hacia el mismo libro que el moreno sostenía entre sus manos. Sin decir nada, Lucifer tomó su mano y la acercó a su propio rastro, dándole un beso en el dorso.
Pero... su mano se sintió áspera. Lo cual no sería algo raro si de un clima frío se tratara. Le extrañó que a pesar del calor que la ventana proyectaba y que había hecho últimamente, su amor seguía con la piel seca.
Miró la mano de Alastor con confusión, no encontrando nada diferente a como esta se encontraba el día anterior. Eso sí: había un par de manchas claras en su piel que antes no solían estar.
—¿Y estas manchitas? —pregunta con el aliento sobre la mano de Alastor, llamando su atención sin mucho esfuerzo. —¿Es alergia o algo así?
—Oh —exclama sin sorpresa en su mirada dirigida a su extremidad izquierda—. Son pequeños detalles que aparecen con la edad, querido. Hace bastante tiempo que están ahí.
—¿Con la edad? —Se miró sus propias manos.
—Así es. O si prefieres llamarle vejez no me ofenderé en lo absoluto.
Asustado por lo que escuchaba, miró a Alastor con los ojos bien abiertos. Observó su cabello, su rostro, sus ojos. ¿Cómo se atrevían los pequeños hilos blancos de su cabeza romper con la armonía en el corte de cabello de su amado? Atrevidas consideró a las arrugas disimuladamente colgantes en las redondas mejillas y las bolsas de cansancio vueltas ojeras debajo de sus ojos?
"Cosas que vienen con la edad" había dicho. ¿Cómo se supone que interprete eso?
Apretó a Alastor en un abrazo por el costado, acercando su nariz al cuello del otro sin importarle lo confundido que eso lo dejó.
—¿Qué pasa, querido?
—Te estás haciendo viejo —respondió rápidamente, evitando la tristeza que perseguía sus ojos en forma de saladas lágrimas.
—Eres tan delicado al hablar, cariño...
Tal vez, en otro momento, sintiendo algo diferente, lo más probable es que Lucifer le hubiera contestado. Sin embargo, con la tristeza atorada en su garganta y el miedo expresado en su abrazo le indicó a Alastor que algo claramente no iba bien.
—¿Cariño? —pregunta por lo bajo— Hey, oye... —Se da media vuelta, dejando su libro olvidado en la esquina de la cama y envolviendo el rostro del rubio con el más delicado tacto que su acelerado y viejo corazón humano le permitió. Para sorpresa de Lucifer, él rio— ¿Un golpe de realidad repentino, mi cielo?
Un sorbido de nariz como primera instancia.
—No lo digas así. No me gusta que lo llames así...
—Ouh, cariño...
Lucifer no pudo soportar las lágrimas aún más, su vista ya era demasiado borrosa. Con un repentino temblor en sus manos, apretó los ojos y ocultó su rostro entre el cuello y hombro de Alastor. Uno que otro sollozo se le escapó y las lágrimas empaparon la camisa del más alto. El abrazo era apretado, pero no tanto como para ser asfixiante, solo lo suficiente para expresar cuánto amor se irá con él en el momento que muriera.
—Soy tan tonto... ¿cómo no me di cuenta? —Sollozó tan fuerte que pareció un hipido. Un ser inmortal, más viejo que la Tierra misma, se derretía y deshacía en lágrimas entre los brazos de un simple y algo viejo humano. Por lo bajo le suplicaba al tiempo detenerse por un rato. Rogaba a su padre, al cual se había negado en reconocer por bastante tiempo, que le diera más tiempo, que le prestara aquella vida por un rato más.
Alastor recargó su cabeza sobre la de su amado.
—Eso no importa —susurró a su oído—. Si cierras los ojos, todavía puedes volver a encontrarte con aquel imprudente muchacho del que te enamoraste.
—Pero... —titubeó por un momento— En algún mo... momento, tú ya no estarás... tampoco ese muchacho... —Lo apretó con mucha más fuerza— No me dejes, Alastor. Por favor, no te mueras, no todavía.
—Sigo aquí, cariño. Mi corazón todavía late, y lo hace más cuando está junto a ti.
No con todo el favor de Lucifer, Alastor aleja a su pequeño rubio y lo toma por las mejillas nuevamente, esparciendo torpemente las lágrimas en sus mejillas. Adolorido por la imagen de tan perfecto ser sumergido en agonía, acerca sus narices y las roza con suavidad. Lucifer cerró los ojos por un segundo, adolorido de tanto apretarlos, y en un solo segundo el moreno ya estaba besando sus párpados. Apenas abre los ojos y ve y siente a su acompañante besando el resto de su rostro, terminando con un inocente beso en sus labios.
El corazón del rey se encuentra tan roto con el recuerdo de aquel momento contrastando con el momento en el que la calidez del cuerpo de Alastor desapareció días después que no ha salido de su castillo en un indefinido tiempo. Temeroso a lo desconocido, apenas sale a lo que sea necesario y tal vez a mirar el alrededor cuando el sol del Infierno adorna el cielo de su imperio.
No, se equivoca. Lo que siente hacia su "pueblo" no es temor, es odio, asco. ¿Cómo es que ellos, hijos del pecado, viven cómo quieren a la intensidad qué ellos quieren? ¿Por qué? ¿Por qué se les daba un lugar dónde estar después de la muerte? ¡Deberían sufrir una verdadera tortura!
...O tal vez es simple rencor lo que siente.
Las cosas buenas nunca duran, creyó ya haberlo entendido hace milenios, pero eso no curaba el dolor constante de su corazón ante la luz del recuerdo de cuando todo era perfecto.
Como sea que fuera, no se arrepiente, aunque hubiera preferido que el final fuera uno feliz. Tal vez no todos logran tener sus felices para siempre.
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