Il cammino verso l'amore eterno

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『 Il cammino verso l'amore eterno 』

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Serena y Lorenzo.

Venecia, Italia.

Hace muchos años, en un pequeño pueblo en Venecia, Italia, existía una joven llamada Serena, amante de los sueños rotos y esperanzas marchitas. Su corazón no estaba completamente destrozado, pero tenía grietas que temía el tiempo las expandiera hasta que sus bordes afilados estallaran y cortaran todo a su paso, permitiendo que aquel dolor sufrido, rompiera lo que había intentado reparar y mantener en su lugar.

Al otro lado del pueblo, en una casa al borde de un acantilado, vivía Lorenzo, un pintor que encontraba perfección en crear obras pintorescas y hermosas a los ojos de todos. Su vida solitaria le permitía crear con libertad, pero sus obras también tenían un defecto que no todos podían ver. Los colores por más brillantes que fueran, no tenían vida, porque por más hermosas que fueran sus obras, era como si miraras un cuerpo perfecto sin alma.

Serena vivía, ignorando que su corazón cada día se rasgaba más, esperanzada de que el tiempo curara lo que ella no podía.

Lorenzo vivía, creando, esperanzado de que su arte un día dejara de ser solo pintura sobre papel; y tuviera vida y alma.

Una tarde de invierno, cuando la nieve escarchaba las copas de los árboles, Serena vagaba por las calles de regreso a su casa. Su mirada estaba fija en el suelo, mientras su cuerpo se cubría bajo capas y capas de tela que buscaban mantenerla en calor. Ese día tomó un atajo, deseando llegar más rapido, se escabulló por calles y caminos, hasta que llegó a aquella calle conocida por los pueblerinos como la calle de "los artistas vivos", era una calle colorida, en donde la gente con dinero presumía su capacidad para comprar hasta el cuadro más pintoresco.

Caminó, rápidamente, sin querer detenerse, sin embargo, sus pies no siguieron la petición de su cerebro, porque justo en una vitrina llena de cuadros coloridos se detuvo. Colores y colores, estallaban por todo el lugar, todos se amontonaban para ver aquellas piezas, excepto una, una que estaba en una esquina, sin recibir una mirada.

Un corazón marchito cimentando flores marchitas, a excepción de una hermosa flor rosa pastel, pequeña y temerosa saliendo de la vena aorta.

Serena se acercó todo lo que pudo, hasta que su nariz rozó el cristal de la vitrina. Miró aquella obra, los colores eran profundos, negro, gris, rojo escarlata, los detalles eran perfectamente imperfectos, había tanto gritando en aquella obra.

Sus ojos vagaron por los otros cuadros. Estos eran diferentes, tantos colores que nublaban su vista, tanta perfección que no había vida, como algo hecho por una máquina programada.

Alzó una mano y tocó el cristal, queriendo tocar aquella obra que había cautivado su atención, pero se detuvo cuando sintió a alguien a sus espaldas.

—¿Te gusta?

Serena se limitó a asentir ante la pregunta de aquella voz masculina y pensó en irse lo más rápido posible sin mirarlo. No quería avergonzarse al confesar que no había manera de que pagara por una obra de aquí, pero no lo hizo, algo la obligó a no hacerlo.

—Es diferente a las demás, ¿no te gustan las otras? —respondió él.

Sacudió la cabeza en negación.

—¿Por qué?

—No tienen vida —respondió.

—¿Miras al único cuadro marchito y ves vidas en él, por encima de aquellos que brillan en colores?

Personas VelaWhere stories live. Discover now