21〡 Odýnē

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『21』

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Odýnē.


Alik.

Mi cuerpo cae sobre algo duro y al instante el agua helada me rodea, pero no es suficiente, mi piel arde, mis músculos arden, mis huesos arden. Todo mi cuerpo arde como si hubiera sido metido en un tanque de ácido y estuviera deshaciéndome por completo.

Abro la boca, tratando de formular palabras, pero las tengo atoradas en la garganta, como espinas clavadas que luchan por salir hiriendo a su paso, aunque eso no se compara al ardor que se extiende por mi cuerpo y quiero apagar. Lucho a través del escozor y mi voz sale, rota y apenas audible:

—Má... más —gruño, y cuando trato de empujar las siguientes palabras, la voz de Alek me calla con su entendimiento.

—Es lo único que pude conseguir.

No es suficiente. Necesito sumergirme en agua congelada si es posible.

Mis dedos se aferran al borde de la bañera, por la necesidad urgida de detener mis manos de arrancarme la piel. Cada parte de mi cuerpo arde, rompiendo mi psiquis. Trato de soportar todo lo que puedo, me trago las sensaciones lacerantes, mastico y acumulo el infierno hecho piel en mi cuerpo hasta donde puedo, pero cuando la segunda etapa viene, sé que estoy al límite.

Mis músculos se tensan y el dolor me atraviesa de golpe, comienza en mi estómago y se extiende en menos de un segundo por cada extremidad de mi cuerpo, es como si cien dagas se clavaran en mí y alguien las retorciera manteniendo el dolor en carne viva.

Mis nudillos se ponen blancos y tengo que tragarme las ganas de gritar cuando siento como el dolor se va multiplicando, escala desgarrando y golpeando, forzando y derrumbando. No soy nada contra eso. Solo soy un cuerpo que recibe y se rompe sin la capacidad de defenderme.

Siento como un espasmo me atraviesa y mi cuerpo sufre una convulsión, el azulejo resbala bajo mi cuerpo y la única razón por la que mi cabeza no golpea una y otra vez el piso, son por las manos que me sostienen con fuerza.

—Te está matando —sisea con la voz grave—. Deja de tomar todo, estás rompiendo tu límite.

—Cállate —mi voz sale ronca, como si fuera un animal moribundo—. Vine aquí por esto, por ella, so... solo debo de soportar.

Las líneas se desdibujan y ya no soy capaz de distinguir qué es lo que le pasa a mi cuerpo y que es lo que le pasa a su cuerpo. Ya no soy capaz de crear barreras en la cantidad de dolor que soy capaz de detener. Y peor aún... las líneas difusas ya no me dejan ir más allá, no me dejan tomar más. Es como si corriera para alcanzar algo, pero eso cada vez estuviera más lejos.

El dolor me desborda y por más que trato de tomar, ya no sé si lo estoy haciendo o no, ya es demasiado.

Aprieto los labios y tenso la mandíbula, mis manos apretando con una fuerza sobrenatural, pero cuando la segunda oleada de dolor viene, siento como me dejo llevar. Todo mi cuerpo se destensa y es como si el ácido finalmente me hubiese tragado por completo. Ya no soy capaz de luchar, el dolor me consume y mis ojos se vuelven granito pesado. Soporto el dolor y trato de tomar el suyo, pero ya no puedo.

Mi límite se rompe.

Una niebla oscura se tuerce en mi mirada y poco a poco la luz y consciencia se van desvaneciendo de mí. Y lo que más me duele, es que eso significa que ella tendrá que soportar lo que yo no pude tomar.


*Odýnē :  palabra griega que se utiliza para describir la angustia o el dolor intenso, que puede ser tanto físico como emocional.


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