Capítulo 6

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El libro y la carta no han dejado de rondar mi mente desde anoche. Cada vez que cierro los ojos, las palabras vuelven a aparecer con la misma claridad que cuando las leí por primera vez:

«Recuerda por qué viniste aquí. ¡Debes salvarlo!»

Intento enfocarme en las clases, en las miradas poco amables de mis profesores y en los chismes que me cuentan mis compañeras de habitación, pero no puedo ignorar la sensación constante de que alguien me observa. Incluso mientras tomo apuntes, siento unos ojos sobre mi que no consigo encontrar.

Sé que estoy paranoica, pero no puedo evitarlo ahora que sé que alguien conoce mi secreto.

Antes del desayuno, mientras me dirijo al comedor, una paloma mensajera entra por uno de los enormes ventanales del castillo y llega hasta mí con una carta entre sus patas. Un suave aroma a lavanda desprende del papel y no puedo evitar recordar al perfume que usaba ayer mi madre.

Mis dedos tiemblan al abrir el sobre, y no puedo evitar leer las líneas con ansiedad:

«Querida Sophie:

Espero que estés bien. No he sabido mucho de ti desde ayer, y después de lo ocurrido con ese príncipe, me preocupa que algo esté mal. Recuerda que siempre puedes contar conmigo, sin importar que sea.

Con amor, Mamá»

Un nudo se forma en mi garganta mientras leo una y otra vez sus palabras. Todo aquí es tan distinto a lo que recuerdo de mi madre en mi otra vida. Allí, nunca recibí una carta como esta, ni siquiera un mensaje de texto o alguna muestra de afecto. Mi madre de entonces siempre fue distante, incluso me atrevo a decir que indiferente a lo que me ocurriera.

Aquí, sin embargo, tengo algo que parece sacado de un sueño: una madre que se preocupa por mí, que me ama… Aunque, a decir verdad, creo que ella ama a la otra versión de su hija… La versión que Dargan mandó a la enfermería.

Al recordar a ese peligroso pelinegro, la paranoia vuelve a mí y me hace sacar la nota que había recibido la noche anterior para comparar ambas caligrafías. Mis ojos recorren cada curva de las letras, buscando hasta el más mínimo parecido.

No son iguales.

Un suspiro de alivio escapa de mis labios, pero no dura mucho. A pesar de las diferencias, algo en mi interior me grita que no baje la guardia.

Guardo ambas cartas en los bolsillos de mi uniforme y me dirijo al comedor con el corazón dividido. Por un lado, por ser tan afortunada de tener a esta madre que me adora, pero por otro, el miedo de que alguien sepa que no pertenezco a este mundo.

Durante el desayuno, Helena se sienta a mi lado y empieza a hablarme sobre su infancia en la corte, pero mi mente está demasiado distraída como para prestarle atención.

—¿Estás bien? —pregunta de repente, interrumpiendo su relato. Sus ojos oscuros están fijos en los míos, y su expresión de preocupación parece genuina.

—Sí, estoy bien —respondo con una sonrisa forzada.

Helena me observa por un momento más antes de sonreír suavemente.

—Si necesitas hablar de algo, estoy aquí. Te he notado muy rara últimamente y no me gustaría que haya distancia entre nosotras.

Asiento, aunque sus palabras no terminan de convencerme del todo. Hay algo en su tono, en su forma de observarme, que me hace sentir incómoda últimamente.

Observo el pergamino que lleva entre sus delicadas manos y la idea de comparar su letra con la nota de anoche me tienta demasiado.

Pienso en una forma de hacerlo sin verme tan extraña como lo hice hoy en la mañana con mis compañeras de habitación. Sonrío ante el recuerdo. Aún no puedo creer que le arranqué el pergamino de las manos a una de ellas.

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⏰ Last updated: May 26 ⏰

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