31. Un buen viaje con un destino poco agradable.

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Abundio me estaba dando la paliza del siglo.

—Vamos, hija de la Noche. ¿No te creías un as en todo lo físico? —Desde el suelo vi al cazador de sombras sonreír con sorna mientras presionaba su rodilla en mi cuello.

Me costaba respirar y sentía que en cualquier momento él incluso podría acabar conmigo, lo más probable es que incluso deseara hacerlo, pero mi orgullo seguía siendo testarudo y no iba a pedirle que se detuviera. No importaba si aumentaba la presión sobre mi cuello, no iba a reconocer que me estaba haciendo daño.

Aumentó la presión y mi firmeza flaqueó.

Mi orgullo me iba a terminar matando un día.

—Ethan, sabes bien que ella fue criada como mundana —Kath observaba desde una esquina con los brazos cruzados—. Jamás ha entrenado en su vida como lo hacen los de su especie.

A pesar de su comentario, la estúpida pelirroja teñida no se acercaba para interferir ni mostraba la más mínima preocupación en su expresión. En ese instante deseaba darle una palmada en la espalda con una mesa, pero un pequeña parte de mí sabía que ella no interfería dado que era necesario que yo enfrentara esto, y que supiera arreglármelas ante situaciones así.

Por supuesto, debía poder respirar para ello.

Contra mi deseo, mi mano comenzó a golpear el suelo a mi lado como si pidiera tiempo fuera. Apreté los labios y cerré la mano en un puño, sentía ardor en mis pulmones como si éstos fueran a explotar en cualquier momento, pero cuando Abundio alzó una ceja hacia mí yo negué.

Si estuviera en algo real, mi contrincante no me permitiría tiempo fuera.

Después de ver el vídeo de Antwan, el maldito Strigoi que quiso darme un vistazo de primera mano de mi madre y Zack, quise partir a Filadelfia de inmediato. Sin esperar ningún comentario por parte de Tysharaw o Jake, me dirigí a la habitación del Portal, ignorando olímpicamente las palabras y objeciones de los dos antes mencionados. Para mi sorpresa y rabia, cuando llegué a la habitación estaba sellada; obstaculizada con diversos objetos, cerrada con llave, todo lo que implicaba que yo no pudiera pasar. Pero claro, como idiota intenté abrirme paso, fallando, y terminando con sangre en mis nudillos y dolor en mis pies a causa de los golpes y patadas que le di a la puerta. Me había dominado la desesperación y la rabia, todo por una simple razón: ¿Esa pinche puerta no pudo haber estado sellada así de bien cuando fue y Zack lo usó para ir adonde Antwan? ¿No pudieron haberla cerrado antes? No, no pudieron, ¿verdad? ¡No pudieron!

Transcurrió una media hora hasta que por fin me calmé un poco... Y fue cuando todos decidieron atormentarme con sus razones de por qué yo no podía ir así como así: Todos argumentaron lo mismo —con sus diferentes, muy diferentes formas de expresarse, pero todos con el mismo significado— que me iban a aplastar tan fácil como a un mosquito apenas pusiera un pie en ese lugar. Por más entrenamiento que ya había hecho, enfrentarme a unos vampiros inmortales, viles y con fuerza sobrenatural con solo una migaja de esperanza de vencerlos, era absurdo. En ese momento no lo veía, estaba cegada e iracunda, pero ahora podía admitir que era un suicidio.

A partir de aquel instante había retomado el entrenamiento, y tan solo hace como una hora comencé a practicar con la pelirroja como en la otra ocasión, cuando Abundio entró y soltó una sonora carcajada. Fue extraño verlo reír, ya me había acostumbrado a su cara de culo y actitud seria, pero la presencia de Kath parecía siempre aflojar esa cara-culo y hacerlo tener una actitud... Bueno, más normal, lo que sí lo hacía ver atractivo. Pero luego me había visto a mí y su ceño fruncido regresó.

—Por favor Kath —había dicho Abundio cuando me vio esquivando un golpe de la cazadora de sombras—. Tú combates muchísimo mejor que eso. Deja de jugar con la subterránea, ellos se curan muy rápido, no temas herirla. Ella ha debido herir a muchos mundanos solo para alimentarse y tú, una increíble cazadora de sombras capaz de darle una paliza a un enjambre entero sola, procuras no lastimarla.

¿Ficción o Realidad? ©Where stories live. Discover now