CAPÍTULO 5

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Janette estaba convencida de que todas las noches recibía la visita de Jeff The Killer. Que el asesino de la sonrisa eterna se colaba en su habitación a hurtadillas, y que después se iba dejándola como una completa desquiciada frente a Leia y frente a todos sus vecinos; pero sabía que el mayor desquiciado de todos era él. Había tenido la oportunidad de comprobarlo tan solo leyendo cualquiera de los artículos sobre sus terribles asesinatos.

Era un psicópata, un enfermo que debería estar pudriéndose en la cárcel junto a los que sean como él. Escoria humana, despreciables. Janette pensaba que quizá la mejor opción era condenarlo a pena de muerte, arrebatándole así la oportunidad de continuar existiendo en un mundo donde solamente hacía el mal.

Había dejado de tomarse las pastillas. Sus efectos eran demasiado fuertes y la dejaban K.O en tan solo minutos. No podía permitírselo o de lo contrario Jeff The Killer vagaría por cada rincón de su casa a sus anchas.

¡No podía permitirlo! Ese desgraciado se estaba riendo de ella frente a todos, no podía dejar que lo siguiera haciéndolo, y en vista de que su amiga también había caído en su trampa, tendría que hacerlo sola.

Se le estaba haciendo muy difícil engañar a su amiga, era muy perspicaz e intuía que había dejado la medicación. Generalmente la observaba cuando llegaba el momento de tomarla, y se aseguraba de que lo hacía de verdad. Como ahora. Podía verla con el rabillo del ojo, estaba junto al marco de la puerta del baño esperando a que ingiriera las pastillas. Tuvo que hacerlo.

Después se lavo la cara en el lavabo y se miró en el espejo. Pudo distinguir la silueta del pelinegro detrás de ella, con esa sonrisa sangrienta en el rostro, mirándola con superioridad, con un atisbo de diversión en sus ojos, quizá porque podía acorralarla cuando quisiera.

—Jan, ¿te encuentras bien? —su suave voz la sacó del trance en el que había entrado.

La sombra de Jeff se transformó en la de Leia, que la miraba con preocupación.

—Esto es una mierda. —se quejó la muchacha, cansada e los engaños del asesino de la sonrisa eterna.

Se agachó sobre el retrete y se metió los dedos para vomitar las pastillas sin importarle que su amiga estuviera observando. Desde que las tomaba sentía que le costaba pensar, le costaba fijar su atención y mantenerse consciente. Esas pastillas no la ayudaban a dormir, la metían en la inopia.

—No estás bien, deberíamos ir al médico. —dijo preocupada.

No le importaban las pastillas, le importaba que su amiga estuviera pálida, con unas ojeras que parecían llegarle a las rodillas, con náuseas y vómitos. Que no durmiera bien, que no comiera bien, que su estado de ánimo oscilara entre lo bueno y lo malo en cuestión de segundos.

Aquel incidente estaba afectando de manera negativa a su día a día, de tal forma que ya no era capaz de continuar con su rutina como era habitual en ella. Sufría de terrores nocturnos, alucinaciones y ataques de ansiedad. No quería admitirlo, pero no estaba bien. Estaba en manos de Leia ayudar a Janette, y la quería tanto que tenía claro que haría todo lo que estuviera en su mano para ayudarla.

La echaba de menos, a ella, la verdadera Janette. La bromista, la divertida, la glotona, esa que siempre andaba por la casa canturreando o hablando con sus perros, no con un chico que tenía fama de asesino serial. Echaba de menos a su querida amiga, la risueña que se esforzaba día y noche por alcanzar la cima, y no por atrapar a un desquiciado mental.

Instinto |Jeff The Killer| [Book #1]  •օղҽ•  ✔ #CreepyAwards2019Where stories live. Discover now