𝟐𝟐: desesperación y furia

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Klaus había intentado comunicarse con Elena varias veces desde su encuentro interrumpido por Elijah el día anterior, pero no había recibido respuesta

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Klaus había intentado comunicarse con Elena varias veces desde su encuentro interrumpido por Elijah el día anterior, pero no había recibido respuesta. Se sentó en su despacho, mirando su teléfono una y otra vez, cada vez más frustrado por la falta de noticias de parte de Elena.

La ansiedad y el enojo se apoderaron de él mientras observaba la pantalla de su teléfono una vez más. No podía soportar el silencio, no podía soportar la incertidumbre. Finalmente, hizo una llamada más, pero la respuesta de Elena fue la misma: nada. Eso lo desbordó.

─ ¡Maldita sea! ─ gruñó Klaus, arrojando su teléfono contra la pared.

No podía dejar que eso continuara. No podía permitir que ella lo ignorara, que se alejará sin más. Decidió que iba a ir a la casa de su doppelganger. Si no podía encontrarla de otra manera, lo haría a su manera, y esta vez no dejaría que ella lo evitará fácilmente.

Klaus no perdió más tiempo. Salió de la mansión con pasos firmes, su semblante era una mezcla de enojo y determinación. No le gustaba sentirse ignorado, y mucho menos por Elena. Algo le decía que todo eso no era simplemente un berrinche de parte de Elena, sino que había algo más detrás de su repentina desaparición.

Cuando llegó a la casa Gilbert, no se molestó en tocar la puerta. En su lugar, la empujó despacio, encontrándola cerrada. Gruñó con impaciencia y, con un simple movimiento de su mano, la cerradura cedió. Entró con pasos firmes al ya haber sido invitado anteriormente, sus ojos recorrieron la sala en busca de cualquier señal de su doppelganger.

─ ¿Elena? ─ llamó con voz autoritaria, pero solo el silencio le respondió.

Caminó por la casa, subiendo las escaleras hacia la habitación de Elena. Abrió la puerta con brusquedad, esperando encontrarla allí, tal vez dormida o evitando enfrentarlo. Pero lo que vio lo dejó helado.

El armario estaba entreabierto, y en su interior faltaba ropa. La cómoda también tenía cajones vacíos. Era evidente que Elena no solo se había ido… sino que se había llevado lo necesario para no volver.

Elena había huido, y esa huida, esa desaparición, le quemaba más que cualquier otra cosa que hubiera experimentado. No solo era su furia la que lo consumía, sino una sensación aún más insoportable: el miedo, la incertidumbre, la idea de que ella se había alejado por completo de él.

“¿Por qué?” se preguntó una y otra vez. La mente de Klaus no podía encontrar respuesta. Había usado a Elena, sí, pero ¿por qué le dolía su fuga? Pensó en todo lo que había pasado, en lo que compartieron en el verano buscando lobos y al regresar a Mystic Falls, en los momentos que había creído que podía confiar en ella. Pero tal vez había subestimado lo que realmente sentía.

De repente, algo en su interior se rompió. Era una mezcla de ira y desesperación, una sensación que ni siquiera los siglos de existencia le habían permitido experimentar con tanta intensidad.

𝐔𝐍 𝐃𝐈́𝐀, 𝐓𝐑𝐄𝐒 𝐎𝐓𝐎𝐍̃𝐎𝐒 ── klaus mikaelson » elena gilbert Where stories live. Discover now