7. Mentiras

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    Tras esas breves palabras, Robert colgó

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Tras esas breves palabras, Robert colgó. Mi mente, con su rápida forma de trabajar, comenzó a plantear hipótesis. No sabía si lo más extraño eran las palabras que había escuchado, la ausencia de saludo o presentación, o el hecho de que ella hubiera mentido respecto al funcionamiento del teléfono.

—No quería decir que no se pudiera llamar - comenzó a excusarse nerviosa —. Lo que digo es que no se puede llamar fuera de la isla.

Dejé que se explicara aproximándome lentamente a ella. Retrocedía asustada.

— Es una línea interna. Hay teléfonos iguales en varias casas que sirven para avisarme si hay alguna urgencia - su espalda llegó hasta la pared y se sintió atrapada —. Soy la enfermera de la isla. Me llaman cuando necesitan ayuda.

Llegué tan cerca que casi podía notar su aliento en mi cara.

—¿Y se puede saber qué necesita a estas horas? — pregunté con un leve susurro.

—No lo sé. Necesitará alguna de mis pastillas —sus ojos estaban húmedos. Pronto rompería a llorar por la presión, pero necesitaba que soltara todas las palabras sin razonarlas para evitar que se convirtieran en más mentiras—. Desde que se separó de su mujer y se vino a la isla no duerme bien. A veces me pide somníferos para pasar la noche.

Hice otra anotación en mi cabeza: ¿cómo sabía quien había llamado sin haber contestado al teléfono?

— ¿Quién más tiene ese teléfono?

Estaba invadiendo un espacio bastante incómodo. Nuestros rostros casi podían rozarse. Apartó la mirada a otro lado.

—No lo sé. Sólo me llama él. Los demás vienen a verme personalmente — mintió.

Se notaba en la tonalidad de su voz. Cuando quieres que algo inventado por ti parezca real, tu voz sube varios tonos.

—Ve a ver qué quiere - le sugerí abandonado su espacio devolviéndole la seguridad que ella estaba buscando.

Si ella estaba mintiendo y el padre de Paula se formulaba en sus mentiras, podría ser que ocultaran algo.

—Te espero aquí, no tardes— le dije mientras me ponía cómodo en su sofá.
Ella me observaba con una mirada de derrota. La tristeza se había convertido en el color de sus ojos.

Se vistió con una bata de color rosa con una cruz roja bordada en la solapa. Sería su uniforme de trabajo. Dudé si lo solía hacer habitualmente o sólo era para despistar. Pero la dejé actuar a ver hasta donde llegaba.

Salió sin despedirse siquiera. Esperé varios segundos a que se alejara de la casa y salí corriendo buscando la puerta trasera. Me aventuré en la oscuridad hacia la casa de Paula para llegar antes que Elsa. Necesitaba escuchar toda la conversación y saber la verdad.

Una vez llegado a la parte trasera de la casa del padre de Paula, tanteé en la oscuridad entre las piedras de un pequeño jardín hasta dar con la llave que Paula dejaba allí para nuestros encuentros secretos. Entré sigilosamente y percibí la tenue luz de una lámpara en la habitación continúa. La puerta trasera daba a la cocina y a la derecha estaban las escaleras que subían a la habitación de Paula. Conocía bien el recorrido en la oscuridad tras tantas visitas nocturnas cuando ella fingía que se iba a dormir a su cuarto.

Abrí lentamente la puerta ignorando la sensación de desconsuelo al intentar engañarme pensando que la encontraría allí. Por unos segundos creí verla envuelta entre sus sábanas, pero mis ojos descubrieron su maleta encima de la cama cuando consiguieron adaptarse a la oscuridad del lugar.

«Tu maleta» pensé tras un suspiro de alivio. «Sabía que no te irías sin decirme nada». Recordé la conversación con Paul y Sofía en la que decían haberla visto con su maleta en la zona baja de la isla.

De pronto, el golpe de la puerta de la entrada al cerrarse hizo que me centrara en mi tarea como espía. Agudicé el oído para escuchar la conversación que tendrían en la planta de abajo. «Nos ha pillado» imaginé que serían las primeras palabras de Elsa. O simplemente se echaría a llorar después de sentirse acosada por mi culpa.

Pero no sucedió así. No se escuchó ni una sola palabra. No se escuchaban voces ni ruidos en la casa. Saqué mi cuerpo hacia las escaleras para estar más cerca. Nada. Bajé con cuidado hasta la cocina. Nada. No se escuchaba nada. Me acerqué lentamente con mucho cuidado de no ser visto. La luz continuaba encendida pero no se percibía ningún sonido. Era como si la casa estuviera vacía.

Y tras mi última sospecha, al plantear que la casa sonaba a deshabitada, salí de mi escondite y pude comprobar que sí, no había nadie en la casa.

    Y tras mi última sospecha, al plantear que la casa sonaba a deshabitada,  salí de mi escondite y pude comprobar que sí,  no había nadie en la casa

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De vuelta [Terminada]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora