Distancia

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Uriel llevó a Isaac a su escuela, en el camino, el pelirrojo durmió un poco más, pues estaba exhausto, a causa de la desvelada y de todo lo que había hecho con el abogado, aunque en el fondo, estaba feliz. Llegaron a las instalaciones de la facultad a las ocho con cuarenta y, el mayor, encontró rápidamente el lugar de reunión en el estacionamiento, pues había dos autobuses con el logotipo de la universidad y muchas personas alrededor; además, a pesar de ser domingo, muchos autos estaban aparcados ahí mismo. Uriel estacionó el vehículo algo alejado del autobús y bajó las maletas antes de despertar a su acompañante; a pesar de que iba con ropa casual, el pelinegro, no pudo evitar atraer las miradas, no solo de las jóvenes estudiantes que irían al viaje, sino de las señoras y personas que estaban ahí cerca; acostumbrado a ese tipo de reacciones, les dedicó una sonrisa cortés, antes de abrir la puerta del copiloto para despertar a Isaac.

-Pequeño... – movió su mano acariciando el rostro del pelirrojo – ya llegamos, anda, tienes que subir al autobús.

Isaac abrió los parpados con lentitud y bostezó – ¿dónde...? – se talló los ojos y empezó a enfocar la vista, notando que Uriel estaba acuclillado fuera del auto, esperando que despertara.

-Vamos, tienes que subir tus maletas – apuró.

Isaac bajó del automóvil con lentitud, mientras Uriel cerraba la puerta y ponía la alarma; el pelirrojo tomó su mochila y la colocó en su hombro, en ella llevaba su computadora, una cámara digital que Uriel le dio para que tomara fotos en el viaje, algunos objetos personales y por supuesto, una libreta y otros útiles que podía ocupar, también llevaba una maleta más pequeña, la cual solo tenía en su interior una manta y una pequeña almohada, pues sabía que dormirían en el autobús una noche, durante el trayecto. El mayor tomó la maleta más grande y caminó al lado del pelirrojo.

-¡Isaac! – se escuchó la voz de Marcos, estaba de pie a lado de uno de los autobuses, junto con Sergio y Jorge.

El pelirrojo les hizo una seña y caminó hasta ellos – buenos días... – saludó volviendo a bostezar.

-¡Buenos días! – sonrieron los tres.

-Parece que no dormiste – el castaño bromeo – ¿nervioso por el viaje?

-Algo... – sonrió desviando la mirada, pues los recuerdos de la noche llegaron a su mente logrando sofocarlo.

-Isaac – la voz de Uriel lo hizo voltear – ¿dónde pongo tu maleta?

-Ah... – el pelirrojo miró a sus amigos – ¿en qué autobús van?

-En este – Jorge le hizo la seña – ahí están las nuestras – señaló unas maletas que ya estaban acomodadas.

Uriel asintió y acomodó la maleta junto con las que le habían señalado, después se acercó al pelirrojo – Buenos días – dijo con una sonrisa – ¿nos presentas? – miró de reojo a Isaac.

-Sí, claro – asintió el ojiverde – Uriel, ellos son mis amigos, Marcos Arce, Jorge Quintana y Sergio Sánchez – señaló primero al castaño, luego al moreno y finalmente al rubio – y él – señaló al mayor – es Uriel Balderrama, mi... – se quedó en silencio sin saber que decir.

-Casero – sonrió el pelinegro extendiendo la mano para el castaño primero – le rento una habitación a Isaac en mi departamento.

-¡Ah!, ya – Marcos sonrió y estrechó la mano del mayor – eres el vecino de sus papás.

-Parece que si les ha hablado de mi – el abogado asintió y le tendió la mano al moreno para saludarlo también.

-Pues sí, y sabemos que vives en uno de los condominios más lujosos de la ciudad – Jorge aceptó la mano y levantó una ceja – solo que Isaac no nos ha querido invitar a la piscina, porque dice que no es su casa.

Eres míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora